La obra se adelanta un par de años a la serie de la NBC Profile antecedente
de las series y películas que han protagonizado un pequeño “Boom” de interés
por la perfilación criminal, la Criminología y la Criminalística. Series como CSI
Las Vegas (y sus spin-offposteriores) o Mentes
Criminales (ambas comenzaron a emitirse en el año 2000) y películas
como Cazadores de Mentes [Mindhunters, 2004] (con un
argumento ya muy alejado del realismo que pretenden mantener las series
televisivas). El Alienista cuenta la historia, ficticia, del
que podría haber sido el primer perfilador de la historia.
La
obra nos sitúa en el año 1896, en una ciudad de Nueva York que se está
transformando en la macro-urbe moderna que será después. John Schuyler Moore,
periodista de sucesos del New York Times, recibe la llamada de un antiguo
compañero de estudios en Hervard: el alienista Laslo Kreizler. Ambos se reúnen
en el puente de Williamsburg, escenario de un crimen donde se ha mutilado
sádicamente a un muchacho que ejercía la prostitución. Ambos colaborarán con el
Departamento de Policía, dirigido en esos años por Theodore Roosvelt, para
intentar dar caza al asesino. A su equipo se sumarán otros personajes, entre
los que está una secretaria del Departamento de Policía, Sara Howard, que desea
convertirse en la primera mujer policía de Nueva York, y los hermanos Isaacson,
Marcus y Lucius, dos detectives empapados en las técnicas más innovadoras de
investigación policial que, de manera incipiente, comienzan a configurar lo que
hoy es la actual criminalística.
La
obra, bien escrita pero, como es característica de los autores americanos
actuales, exenta de preciosismos o búsquedas expresivas más allá de la
corrección, se deja leer por todos los públicos que soporten, eso sí,
determinadas descripciones muy logradas de las mutilaciones y brutalidad con
las que obra el asesino. Para el lector que sólo busque acción y suspense,
quizás se ralentice demasiado el ritmo en algunos pasajes absolutamente
necesarios, sin embargo, para la trama y que son, precisamente, los mayores
méritos de la obra. Y es que Kreizler es un Sherlock Holmes de New York que aplica
todos sus conocimientos sobre la psicología humana a la investigación. La
novela desentraña el arduo trabajo que representa la elaboración de un perfil
psicológico que conduzca a la policía a estrechar el círulo sobre su asesino.
Los investigadores protagonistas no corren de aquí para allá disparando o
persiguiendo matones (aunque los últimos compases de la novela contengan más
acción que en el grueso del desarrollo), sino que reflexionan en su centro de
operaciones sobre los motivos y la conducta del asesino desconocido.
El
Alienista tiene muchas virtudes. Para empezar, la documentación del autor es tan
extensa como exacta. El autor ha sabido combinar los precarios medios de que se
disponía en la época con los conocimientos sobre perfilación que se poseen hoy,
de manera que resulte realista que un personaje del siglo XIX describa a un
asesino a la manera de un agente Ressler del FBI o un Canter de hoy (dos
figuras principales de la historia de la perfilación criminal).
La
elección de la época es otro punto a favor de las posibilidades narrativas que
la novela no desaprovecha. Es un acierto situar el argumento en el ocaso del
siglo XIX cuando todo el mundo estaba en una transformación que nadie (salvo
tal vez Julio Verne) pudo imaginar hacia dónde conducía. No sólo estaba Europa
sumida en plena revolución industrial y el espíritu de las revoluciones
liberales abandonaba las clases medias y se asentaba en forma de Marxismo en
las humildes. También era una revolución lo que se vivía en psiquiatría
(precisamente el personaje es un psiquiatra forense, un alienista), ya que al
antes considerado como iluminado, endemoniado o tocado por energías
suprahumanas, ahora se le veía como un enfermo y, por primera vez, los “asesinos
locos” eran “justificados” y “defendidos” por los alienistas en los juicios e
internados en instituciones especiales en las que se le daba un tratamiento y
no sólo se les recluía, en lugar de en presidios (por mucho que los manicomios
de la época no fueran muy “humanitarios” la consideración de enfermo en lugar
de “loco” no deja de ser un avance). Nacían, al mismo tiempo, las primeras
teorías consistentes en psiquiatría y psicología con William James y Freud.
También
fue la época en que la investigación criminal comenzó a ser científica.
Cambiaban los paradigmas y la criminología tradicional, sustentada más en la
filosofía o la ética que en los hechos, viraba hacia el positivismo.
Las
grandes urbes como Nueva York también se transformaban. La ciudad de Nueva York
se estaba convirtiendo (ya lo era en 1900) en el puerto más importante de los
Estados Unidos y centro neurálgico de
las transacciones comerciales del país (en 1884 el 70% de las importaciones de
EE.UU. transitaban por él), mulplicando por 20 el número de bancos de la ciudad
desde 1845 a 1883. La inmigración multiplicó también, exponencialmente, su
población, lo que llevaría a su evolución arquitectónica a partir de 1902 con
el primer rascacielos.
También
la cultura florecía en la urbe: entre las décadas de 1860 y 1880 se
construyeron los edificios de la Opera el Metropolitan Museum, el Zoo…
La transformación
de la ciudad, la población inmigrante, las bolsas de pobreza y marginalidad que
la ciudad en desarrollo genera, el crecimiento económico financiero, el
espíritu renovador de la psiquiatría o la gestación de la criminalística
científica, con aportes que luego se habrían de ver decisivos, como las huellas
dactilares, está presente de un modo u otro en El Alienista, a veces sólo
apuntado, a veces como un telón de fondo sensible en la trama y, otras,
formando parte de su esencia.
La
novela, además, construye la trama de manera racional y coherente, sin casualidades
o sobresaltos folletinescos tramposos para entretener al lector. Los amantes
del género policiaco, de la investigación criminal, de series como Mentes Criminales o, sencillamente, de
las novelas bien hechas disfrutarán, sin duda, de El Alienista.
Gracias por esta crítica. He recibido esta novela como regalo y tuve curiosidad por conocer más sobre la misma y sobre su autor. Desde ahora sé que la disfrutaré. Saludos desde Houston, Irina
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