Pietro Arkan: La bestia llegada de Moldavia

           
Ficha policial de Pietro Arkan

En julio de 2003 el moldavo Pietro Arkan fue condenado a setenta y cinco años de cárcel después de que el juez considerara probada su culpabilidad en los delitos de asesinato, asesinato en grado de tentativa, homicidio en grado de tentativa en concurso ideal con delito de atentado por disparar contra un policía, agresión sexual, lesiones, tenencia ilícita de armas y allanamiento de morada como medio para cometer un robo con violencia e intimidación. Y todo ello en un único caso.

Hay que remontarse hasta la noche del 19 al 20 de junio de 2001 en Pozuelo de Alarcón. En aquel momento, esta localidad madrileña contaba con un importante número de urbanizaciones separadas por una amplia distancia. En un chalet de dicha población residía el abogado Arturo Castillo junto a su mujer y sus dos hijas. Hacia las 3:45 de la madrugada, Pietro Arkan llegó a la vivienda del abogado con la intención de cometer un robo. Dos españoles, Julio Rodríguez y Manuel España, le acercaron a la casa y quedaron en recogerle cuando el moldavo acabara su trabajo. A partir de ese momento daría comienzo una espiral de violencia que haría que Pietro Arkan se ganara el apodo de La Bestia.


Arkan saltó la valla del chalet de Castillo y accedió al interior de la vivienda por la terraza del ático. Su objetivo es llevarse todo el dinero y las joyas. A priori iba a ser un golpe que le iba a permitir vivir un tiempo sin necesidad de cometer los robos de teléfonos móviles por los que ha sido detenido en infinidad de ocasiones. Pequeños hurtos de los que había podido salir indemne ya que cada vez que era detenido facilitaba un nombre y una dirección falsos y quedaba en libertad. Sin embargo, en esta ocasión su ambición no tenia límites y, además, las cosas no salieron como esperaba.

Tras acceder a la vivienda, Arkan entra en el dormitorio en el que estaban durmiendo de forma plácida Arturo Castillo y su esposa Ángeles. El abogado se despierta tras escuchar un ruido y puede ver al moldavo en la penumbra. En un acto reflejo, Arturo levanta su mano izquierda. De forma inmediata, Arkan dispara su revólver Colt King Cobra y la bala atraviesa la palma de la mano de Arturo y penetra en su tórax por un lugar un poco más abajo del corazón, hasta quedar alojada en la celda renal derecha. Otros dos disparos impactan en el abdomen de Ángeles, que queda malherida. Arkan se acerca a Arturo y ve que éste todavía vive. No se lo piensa dos veces y, con una frialdad absoluta, le golpea con la culata de la pistola. Le da tan fuerte que le hunde el hueso occipital. Insatisfecho, Arkan saca un machete y apuñala a Castillo en el pecho en dos ocasiones. Tras acabar con la vida de Arturo y pensando que Ángeles también ha fallecido, el moldavo abandona el dormitorio del matrimonio y se dirige a la habitación de las hijas. Allí, golpea también a las dos chicas, de diecisiete y quince años respectivamente. Les pregunta por el dinero de su padre, pero las dos jóvenes desconocen donde lo guarda y le dan 19.000 pesetas que tenían ahorradas y que guardaban en un armario. Arkan las golpea de nuevo, viola a la menor y las encierra en el armario. Mientras tanto, Ángeles ha llamado al 112. En tres ocasiones.

El botín de 19.000 pesetas no satisface al moldavo quien, antes de irse de la casa, se lleva un teléfono móvil y varias joyas. Al salir se topa con una patrulla de la policía con la que intercambia disparos. Logra huir y llama a sus cómplices para que le acudan a buscar a una gasolinera cercana. Sin embargo, cuando llega al lugar de la cita, es la policía la que está esperando a Arkan. Sin escapatoria, el moldavo se rinde y es detenido.


Durante el juicio, Arkan negó su implicación en los hechos y no mostró ni un ápice de arrepentimiento. Mientras está en prisión se van conociendo más detalles de su vida. Como que llegó a Madrid en 1994 y que en 1999 fue detenido por primera vez. Desde ese momento su carrera criminal es meteórica y acumula hasta seis detenciones en un año por diversos robos en Coslada y Guadalajara. Algo menos de cuatro meses antes del crimen de Pozuelo es arrestado en Brihuega (Guadalajara) y las autoridades intentan aplicarle la entonces reciente Ley de Extranjería para expulsarlo del país, pero el juez de Coslada, con el que sigue teniendo una causa pendiente, se niega a expulsarlo del país sin saldar cuentas, así que el del caso de Brihuega lo pone en la calle.
Sus problemas con la justicia no se dan sólo en España. Dos meses antes del asesinato de Castillo la Interpol lanza una orden de busca y captura contra Arkan por asesinato, robo y allanamiento. Al parecer, durante la noche del día de Navidad del año 2000, Arkan y un cómplice entraron en la casa de Gheorghe Marius y lo mataron a golpes, unos 30, con una estaca. La esposa del fallecido y los padres de la mujer quedaron malheridos. Se llevaron más de 7.000 dólares, 2.000 marcos alemanes y 100.000 forintos, aunque el motivo del crimen no fue el robo. En esta ocasión se trataba de un ajuste de cuentas ya que Gheorge Marius tenía un negocio de venta de pasaportes de países de la Unión Europea y vendió unos a un mafioso llamado Ovidiu. Sin embargo, eran de baja calidad y Ovidiu acabó entre rejas, donde conoció a ArKan y comenzó a preparar su venganza.

Tras el crimen de Pozuelo, Arkan es juzgado y condenado a 75 años de prisión   por asesinato, asesinato en grado de tentativa, homicidio en grado de tentativa en concurso ideal con delito de atentado por disparar contra un policía, agresión sexual, lesiones, tenencia ilícita de armas y allanamiento de morada como medio para cometer un robo con violencia e intimidación. Todos ellos cometidos por la Bestia moldava con una asombrosa frialdad que quedó reflejada en el informe del forense:


“Algunos rasgos de su personalidad afloran en el discurso pero más que en lo que dice, en cómo lo dice. Así, por ejemplo, toda la entrevista es una demostración de egocentrismo, carencia de aflicción ante unos sucesos que no reconoce y de los que niega toda participación; actos de los cuales refiere tener conocimiento y asume que son bárbaros, pero ese reconocimiento no conlleva connotación emocional alguna, los intelectualiza racionalmente, fríamente. Es decir, el sujeto afirma que se encuentra en prisión por unos hechos de los que niega toda participación, sin embargo resulta llamativa la incongruencia afectiva y el distanciamiento emocional. La entrevista con el procesado impresiona por su frialdad, por su inquebrantable ausencia de connotaciones emocionales (ni siquiera mínimas) del contenido del discurso que desgrana. Dice lo que se espera que una persona normal diga frente a unos hechos deleznables, asume que son bárbaros, pero eso no quiere decir que los sienta. Imita los sentimientos pero no los tiene”.

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