Por David Garriga
El
discurso seductor que utiliza el grupo terrorista DAESH es algo diferente a lo
visto hasta ahora. Han sabido concentrar una fantasía y venderla como un
producto atrayente que se regenera al ritmo de una bola de nieve, cuanto más
logros consiguen estos terroristas, cuantas más armas o más territorio tienen,
más personas son atraídas. Y lo triste es que todo este marketing les está funcionado.
En
mi opinión son necesarias tres herramientas fundamentales para neutralizar esta
captación de jóvenes occidentales: por un lado facilitar una formación a nivel generalizado a toda
la población sobre signos de radicalización para una eficaz detección a tiempo
y así evitar la caza de brujas, por otro, una contra-narrativa seductora que contra-reste el discurso atrayente
de estos asesinos, pero no sólo desde las instituciones estatales y policiales
sino también desde espacios más próximos y seguros para el joven. Finalmente
unos programas de des-radicalización eficaces y
aplicables desde cualquier etapa del proceso de radicalización.
Uno de los espacios en donde los cambios que realiza el
joven son más observables es en la propia familia. Muchos han sido los casos de
madres y padres que después de perder a su hijo por culpa de los discursos
engañosos de estos grupos terroristas han explicado claramente como su hijo
entraba en un proceso de cambio. Primero confundidos, pensando que eso era ser
musulmán, luego dándose cuenta de que no tenía nada que ver y solo estaban
frente un proceso de radicalización de su hijo. Pero muchos de estos padres se preguntan qué hacer y donde acudir en una
situación así.
Los familiares, muchas veces, cuando son conscientes
de que su hijo está inmerso en un proceso de radicalización, ya es tarde. Cuesta
mucho denunciarlo a la policía hasta que no llega a ser un problema extremo
donde ya la violencia intrafamiliar está presente y se hace insoportable, o se
produce la desaparición del joven que ya anda engrosando las listas de
combatientes asesinados en Siria por una causa que ni es suya ni debería
serlo.
Foto 1: Karolina Dam |
No son pocos los padres de hijos occidentales que
después de perder a su heredero se han unido para formar parte de una
asociación desde donde pueden explicar su historia para que pueda ayudar a
otros padres que estén pasando por algo parecido, poder detectar a tiempo esta
radicalización y salvar la vida de sus hijos. Madres como la canadiense Christianne Boudreau que vio como su hijo cada vez más pasaba
largos ratos viendo videos de los terroristas hasta que se fue a combatir con
ellos, Karolina Dam desde
Copenhague, que se enteró de que su hijo estaba hecho pedazos a través de un
mensaje de Víber o Saliha Ben Ali que mientras se
encontraba en una conferencia sobre ayuda humanitaria recibió una llamada desde
un teléfono sirio en el que le comunicaban que su hijo de 19 años había muerto…
Padres y madres que engrosan el potencial humano de la asociación Mothers
for Life, una de estas
asociaciones internacionales que tiene como objetivo el de informar a través de
la experiencia vivida y de esta manera ayudar a otras familias a detectar los
primeros signos de extremismo y contra-restar a tiempo la radicalización de los
suyos.
Foto 2: Christianne Boudreau |
Es muy difícil pedir a las familias que denuncien al
mínimo cambio de radicalización si no hay, por un lado, una formación de cómo
detectar estos signos y síntomas de extremismo, y por otro, unos programas
sociales de ayuda. Programas, que muy lejos de castigar y a través de un equipo multidisciplinar en donde el criminólogo tiene un papel fundamental,
ofrezcan soluciones y herramientas preventivas tanto a la familia como al joven
para revertir este proceso de radicalización.
Fuentes:
Foto-1/ Foto-2
Logotipo Mothers forlife
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