Prevención del crimen para espacios y personas


          Por: Carlota Barrios.-

No es sólo un espacio. Es un espacio habitado.
 La prevención criminal mediante el diseño ambiental (CPTED, por sus siglas en inglés) solo es una más de las múltiples formas de prevenir el crimen que existen, pero, de alguna manera, ha conseguido convertirse en una de las más populares. ¿Qué es lo que la hace tan especial? Probablemente existan tantas respuestas a esta pregunta como situaciones a las que se puede aplicar la CPTED, pero a mi me gusta destacar su versatilidad (lo cual no quiere decir que valga para todo).


Curiosamente, casi todo el mundo puede llegar a entender los principios de la CPTED, porque tienen mucho de sentido común, y este es uno de sus fuertes: su capacidad para llegar a la gente.  Dichos principios han ido ampliándose desde la aparición de la CPTED, allá por los años 60 y 70, pero la CPTED actual —de nueva generación— sigue sustentándose en los cuatro principios básicos de la denominada CPTED de primera generación o CPTED clásica:

·               Vigilancia natural: para facilitar la vigilancia informal de espacio. Se basa en los trabajos de Jane Jacobs, y se puede mejorar con la iluminación, la orientación de ventanas en edificios, el paisajismo...
·               Control de accesos natural: ayuda a definir un espacio como público, privado, semipúblico o semiprivado, y se puede establecer, por ejemplo, señalizando mejor las salidas y entradas de comunidades de vecinos.
·               Refuerzo terrirorial: ayuda a definir quiénes son los usuarios legítimos de un espacio concreto. Se basa en la teoría de la territorialidad (o espacio defendible) de Oscar Newman, y fomenta el sentido de pertenencia, propiedad y orgullo sobre un espacio.
·               Gestión y mantenimiento: indispensable para mantener todos los cambios que se hagan en un espacio, y para demostrar que se cuida porque a alguien le importa.

Algunos expertos consideran que este último principio pertenece a la CPTED de nueva generación, pero Jacobs y Newman ya hablaban de la necesidad de mantener, de alguna manera, las mejoras para no perder sus beneficios con el paso del tiempo. En cuanto a los principios que se han incorporado a la CPTED clásica, tenemos la accesibilidad (para hacer los espacios accesibles a todo el mundo) y la legibilidad (para ayudar a las personas a orientarse y evitar que se encuentren perdidas, lo que las hace más vulnerables).

A la mayoría de las personas le inquietan las palabras «prevención criminal». Muchas de ellas piensan en programas de vigilancia exhaustiva, mayor presencia policial, sanciones más duras, etc. Saben que esto les puede beneficiar —más o menos directamente— si algunos criminales son detenidos o si, simplemente, dejan de actuar, pero no les parece algo emocionante en lo que se deban o puedan implicar (es el trabajo de otros). Y esta mentalidad, en términos de CPTED, puede suponer un problema.
Si la sociedad —o una parte de la misma— no está dispuesta a participar, de alguna manera, en el proceso de crear entornos más seguros, creo que los criminólogos deberíamos indagar sobre el motivo. ¿Es porque que creen que no les corresponde? ¿Es porque se sienten deslegitimados para hacerlo? ¿Es porque prefieren delegar esa tarea en terceros? Lo curioso es que, al explicar lo que es la CPTED y que necesita de la participación ciudadana para funcionar, la idea de la gente acerca de la prevención criminal cambia.

Sabiendo que la CPTED llama la atención de las personas una vez la conocen, creo que merece la pena fomentar su uso porque, además, no solo puede reducir la criminalidad y el miedo, sino también mejorar la calidad de vida. Y estos beneficios se consiguen —en parte— a través del diseño adecuado y del uso efectivo del entorno físico. En otras palabras, cambiando ese entorno —a veces, mínimamente— se pueden reducir los comportamientos disruptivos y las oportunidades para delinquir.

Pero ¿cómo se puede usar el espacio para conseguir eso? Para empezar el diseño inicial juega un papel importante aunque no determinante (se puede cambiar y mejorar); por otro lado, los espacios se pueden usar de diferentes maneras y se pueden delimitar (incluso psicológicamente); también hay diferentes elementos que podemos situar en diferentes espacios (la ubicación es otro factor a tener en cuenta); y, por último, se pueden planificar actividades que apoyen el uso deseado de un espacio.
Dichas actividades juegan un papel fundamental en la CPTED porque son el secreto para conseguir la participación ciudadana, algo necesario para que estas medidas de prevención criminal sean sostenibles a lo largo del tiempo. Estas actividades pueden formar parte de programas vecinales o iniciativas sociales y pueden ser de cualquier tipo, siempre y cuando estén enfocadas a mejorar la calidad de vida, reducir las oportunidades para delinquir, reducir el miedo al crimen u ofrecer interacciones sociales positivas. Todo esto tiene por objetivo mejorar el entramado social y generar cohesión entre las personas que integran las diferentes comunidades que participen en proyectos de CPTED.

Pero, si la participación ciudadana es tan importante para la CPTED, ¿qué se puede hacer para fomentarla? En primer lugar, hay que «predicar con el ejemplo»: la gestión y mantenimiento es una forma muy evidente de demostrarle a la gente que el entorno en el que viven importa. Si los gestores formales lo tuvieran más en cuenta —o no lo descuidaran como, a veces, lo hacen— los ciudadanos estarían más dispuestos a colaborar; primero, porque quieren que perdure el buen estado de sus barrios, y segundo, porque se produce un «efecto llamada»: si el ayuntamiento coloca más o mejores papeleras, instintivamente, la gente quiere usarlas.

Aquí entra en juego la magia de la CPTED, y es que sus principios están interrelacionados: un mejor mantenimiento puede llevar a un mayor refuerzo territorial, lo cual puede llevar a una mejor vigilancia natural, etc. Las posibilidades son infinitas, y lo mejor de todo es que el proceso resulta muy emocionante porque cada comunidad recibe las medidas de una forma diferente. Por eso también es muy importante que todos los planes de CPTED se diseñen de forma personalizada y desde cero, teniendo siempre en cuenta el espacio y el público al que van dirigidos.

Otro de los aspectos más interesantes de la CPTED, desde el punto de vista de la ciudadanía, es que trata de reducir ciertas condiciones sociales que generan oportunidades para delinquir. Esto se puede hacer fomentando actividades a través del diseño, es decir, diseñando espacios para albergar determinadas actividades legítimas. Un truco para entender mejor esta idea es imaginar un espacio como un software en desarrollo: podemos programarlo para el uso que queramos. Aquí también entra en juego la cohesión social, que se puede mejorar generando oportunidades para que los vecinos de un barrio se conozcan y, a ser posible, resuelvan problemas juntos (asambleas vecinales, clubes de actividades, asociaciones, etc.).

Todo lo anterior es mucho más fácil de hacer cuando hay profesionales dispuestos a planificar y diseñar espacios con esas ideas en mente, y, en este aspecto, creo que los criminólogos estamos especialmente capacitados para promover la seguridad ciudadana a través de herramientas como la CPTED.

Aún así, al igual que otros tipos de prevención criminal, la CPTED tiene sus limitaciones, y suelen provenir de dos errores humanos:

·               Aplicaciones incompletas o erróneas
·               y aplicaciones para las que no está pensada.

La CPTED no puede usarse indiscriminadamente en todos los espacios y situaciones, porque, por ejemplo, no debe aplicarse a casos de conflictos o criminalidad muy graves, que pueden requerir otra clase de medidas.
Uno de los errores más típicos es aplicar los principios de la CPTED sin tener en cuenta el contexto completo de la zona objetivo, o hacerlo sin realizar un seguimiento que es necesario para averiguar si las medidas son efectivas o contraproducentes.

También se suele confundir la CPTED con la SCP (prevención situacional del crimen), por lo que se terminan usando demasiados elementos de blindaje, mayor vigilancia formal (vigilantes privados o policías)... a esto se le conoce en inglés como hardening (endurecimiento), y no solo no es el objetivo de la CPTED, sino que no suele gustar a los vecinos.
Esto está relacionado con otro de los errores típicos, que es hacer de la CPTED un proceso no inclusivo, dejando a la comunidad sin participar, o intentando que participe solo durante las etapas finales, con lo que se pierden oportunidades para generar concienciación, cohesión, refuerzo territorial… El empoderamiento ciudadano no es posible si solo se permite a la gente participar de  forma excesivamente controlada.

Enfocar la CPTED desde la criminología es ventajoso porque es una ciencia que combina conocimientos sobre seguridad, sociedad y criminalidad, y así es más fácil evitar otro error habitual, relacionado con lo anterior: hay programas de CPTED que se plantean desde un inicio como algo meramente técnico, olvidando el aspecto social. No se puede confiar plenamente en una modificación física del entorno, sino que hay que apostar, paralelamente, por estrategias sociales que lo apoyen. Los cambios deben ser físicos y sociales, porque un espacio urbano lo es porque está habitado por una comunidad; no son únicamente edificios, locales, calles y aceras.

La CPTED debe preocuparse, a partes iguales, por las estrategias de mejora a través del diseño y las estrategias de mejora a través de las personas, lo cual da pie a que diferentes profesionales trabajen conjuntamente, como equipos multidisciplinares. Esta herramienta de prevención criminal propone analizar y resolver los problemas desde un enfoque holístico, es muy versátil y puede ofrecer resultados sorprendentes, pero su éxito depende, en gran medida, de la cooperación, la colaboración y el compañerismo.

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