La violencia de género es aquella que hace referencia a todo acto de violencia física o psicológica
dirigida hacia una persona por razones de sexo o género y que produce un
menoscabo de la salud física y/o psicológica de la víctima, pudiendo afectar a
su vida social, laboral y/o familiar. La
violencia de género suele darse entre personas que comparten vínculos afectivos
o de parentesco (familiares, compañeros sexuales, amigos…), también entre personas que comparten un
vínculo laboral o profesional (compañeros de trabajo, clientes o pacientes,
jefes o figuras de autoridad, líderes religiosos…).
Este sigue siendo, lamentablemente, un tema de actualidad del que no
conseguimos escapar. A pesar de todas
las estrategias de prevención llevadas a cabo cada año, en el pasado 2014, 51
mujeres perdieron la vida a manos de sus parejas o ex parejas sentimentales y
un total de 126.742 mujeres presentaron una denuncia por malos tratos.
Pero, ¿en qué piensan estas personas cuando llevan a cabo tales conductas?,
¿existe un perfil psicológico del maltratador?, ¿podemos realizar una
clasificación de estas personas que causan el terror en sus seres queridos?
Según algunos expertos, los patrones
sociológicos no permiten realizar una adecuada
clasificación de los maltratadores, aunque algunos puedan suponer factores de
riesgo en determinadas circunstancias. Además, obtener un perfil psicológico
resulta complicado, dadas las dificultades que la mayoría de los estudios
presentan en su metodología, pues no debemos dejar de tener en cuenta que
hablamos de una ciencia que no es exacta. Por último, hay que tener en cuenta
que, especialmente en el caso de los
psicópatas, los maltratadores pueden ser auténticos expertos en ocultar su peligrosidad
a ojos de quienes les rodean, siendo sometidos a exhaustivos análisis de
personalidad por los profesionales especializados en violencia machista.
Sin embargo, a través del
análisis de numerosas muestras de maltratadores, algunos
autores han puesto de relieve la existencia de una serie de rasgos y
características psicológicas y psicopatológicas comunes en estas personas:
·
Sus habilidades de comunicación pueden
ser limitadas, siendo una persona reservada en lo que se refiere a sus
emociones.
·
Sin
embargo, en ocasiones tiene buenas
relaciones sociales con otras personas –contrastando totalmente su
comportamiento dentro y fuera de casa-, siendo muy frecuente que sus conocidos
le describan como una persona simpática, atenta y cariñosa y se sorprendan cuando
la víctima denuncia una agresión o es, en el peor de los casos, asesinada. Puede
ser muy eficiente y cumplidor en el trabajo y mostrándose en ocasiones
carismático y seductor. Además, puede tener una gran capacidad de persuasión a través de la manipulación afectiva,
mintiendo e induciendo sentimientos de lástima en la víctima – en ocasiones les
relatan a sus parejas un pasado difícil-.
·
Es
una persona con baja tolerancia a la
frustración, con una ausencia de las estrategias adecuadas para el afrontamiento
activo de los problemas. Ante los conflictos, la imposición de límites o
correcciones, reacciona con violencia, tratando de imponer su punto de vista y
confiriéndole gran importancia a cualquier tema que considere relevante y/o le
afecte personalmente. Suele ser una persona muy susceptible a las críticas, se preocupa mucho por la imagen que los
demás tienen sobre su persona y por mantener el control de la situación,
especialmente en lo concerniente a su pareja sentimental, a la que considera de
su propiedad. Por ello le preocupan especialmente sus obligaciones – estudios,
trabajo, etc.- y antepone sus metas a
las de su pareja.
- Es una persona muy impulsiva. En momentos de impulsividad
puede reaccionar con violencia para posteriormente actuar con normalidad,
como si el episodio no hubiera tenido lugar, pues no se responsabiliza del
mismo, minimizando su importancia. La impulsividad hace posible que estas
personas puedan tener antecedentes penales por exceso de velocidad o
agresión.
- Es probable que sea una persona sexista con creencias estereotipadas
sobre el hombre y la mujer, considerando inferior el colectivo al que
pertenece su pareja sentimental (para el caso de parejas heterosexuales) y
con la obligación de obedecerle. Estas
creencias son aprendidas desde años atrás, en muchos casos desde la
infancia, lo que hace más difícil abandonarlas. Por ello no consideran
estar haciendo “nada malo”. La pareja es vista como sumisa, ante sus
críticas, el agresor puede sentir que se cuestiona su autoridad y
masculinidad, actuando violentamente.
- En algunos casos sufre una grave celopatía. Se da una distorsión de
la realidad que provoca la creencia irracional de que la pareja
sentimental le está engañando o traicionando con una tercera persona, de
lo cual la acusa constantemente. La desconfianza en la pareja provoca que
realice constantes reproches y lleve a cabo conductas de vigilancia y
comprobación sobre la pareja y su rutina –cómo va vestida o maquillada, los
lugares a los que va, con quién habla o se ve, qué correo recibe, etc.-,
intentando probar la infidelidad de la pareja con engaños. Puede llegar a llamarla por teléfono
cuando está con otras personas para comprobar que no le ha mentido sobre
el sitio al que iba y con quién, a espiarla y esperarla junto a su coche o
incluso aparecer en una reunión en la que no se le espera, como resultado
de su impulsividad e impaciencia, de su necesidad de controlar lo que ella
está haciendo.
- En los casos en que el agresor
padece una drogadicción
(alcoholismo, marihuana, hachís, cocaína…), las distorsiones de la
realidad que presente pueden verse agravadas.
- Siente
que no consigue imponer el respeto en su pareja sentimental o en su familia. Es una
persona con baja autoestima,
presenta sentimientos de
inferioridad, insatisfacción
con respecto a su vida e inseguridad emocional crónica en su vida social.
- Presenta un locus de control predominantemente externo. Responsabiliza a otras personas,
especialmente a la pareja, de sus frustraciones e intenta canalizar el
estrés que le genera dicha frustración mediante el maltrato que inflige. Suele justificar sus actos por medio
de una serie de estrategias defensivas que le eximen de responsabilidad,
como pueden ser: negar el maltrato o fingir que no recuerdan que el mismo
tuviese lugar, normalizar el maltrato, minimizar las agresiones –restarle
importancia al mismo y/o a los enfados de la víctima-, culpar a la víctima
o a las circunstancias –desempleo, problemas con el alcohol u otras
sustancias aditivas, etc.-, desviar el problema –utilizando el sentido del
humor o argumentando que “está loca”, por ejemplo-, etc.
- Aunque a simple vista, una relación
de maltrato tenga la apariencia de una relación en la que la víctima
depende enteramente del agresor, en realidad suele darse una relación de codependencia. Así, el maltratador
es una persona que muestra gran
temor a la soledad y el abandono, no aceptando, en ningún caso, la pérdida
(que en ocasiones no es real). Su
dependencia de la víctima se justifica en su necesidad de sentir que
mantiene el control en algún área de su vida (la controla a ella), para compensar su baja autoestima.
- Suele ser una persona inmadura y egocéntrica que cree
firmemente tener el derecho a solicitar de su víctima todo aquello que
desee, en el momento y la forma en que lo desee y de aplicar castigos
sobre aquella en las ocasiones en que ésta no accede a lo solicitado.
Considera tener más conocimientos o experiencias sobre cualquier tema de
conversación y no admite ser interrumpido mientras habla, especialmente
por la pareja, dando más importancia a sus experiencias personales que a
las de la víctima.
- Presenta ausencia de remordimientos ante el maltrato infligido a la
víctima, distanciándose emocionalmente de ésta.
- Es una persona con gran labilidad emocional, es
decir, presenta respuestas o expresiones emocionales desproporcionadas. Es una persona caprichosa que muestra
conductas contradictorias entre sí, esperando que la pareja adivine
los cambios en los requerimientos o conductas que espera de ella.
- Puede tratarse de una persona con fuertes convicciones y cierta
dificultad para admitir el error y cambiar de opinión, con la posibilidad
de que tenga importantes prejuicios religiosos, raciales o sexuales,
incluso fanatistas.
- Los maltratos que inflige sobre su
víctima son conductas violentas que
ya ejerció en el pasado, sobre sus anteriores parejas sentimentales, pues
su conducta no se manifiesta en base a las características específicas de
la víctima, sino que es un patrón de conducta propio bien asentado y
normalizado.
- El maltratador no está considerado
enfermo mental. Sin embargo, es
posible que esta persona esté padeciendo un trastorno antisocial,
paranoide o narcisista de la personalidad, trastornos que no implican el
desconocimiento del ilícito penal por parte del delincuente. También
es posible que estos agresores padezcan un trastorno psicopático, algo que
ha apuntado Vicente Garrido en no pocas ocasiones.
·
Muchas de estas personas, en especial las que terminan
en asesinato y/o suicidio, sufren una depresión
encubierta que no ha sido tratada, pues por su narcisismo no consienten que
otra persona les ayude, considerándolo una subordinación por su parte.
Algunas circunstancias en la
biografía del maltratador también pueden suponer factores de riesgo de la
violencia o condiciones que aumentan la probabilidad de que se produzca. El
maltratador puede tener un pasado de
violencia, generalmente sufrido en la infancia por parte de sus progenitores o
tutores, lo que confiere gran
importancia al proceso de socialización del sujeto. Si un menor es testigo
y/o víctima de maltrato físico o psicológico en su infancia –padres
autoritarios y/o negligentes, educación basada en una disciplina muy estricta, violencia
de género entre los tutores…-, es muy posible que normalice la violencia de
género y/o familiar y el papel de la mujer como sumisa dentro de la relación de
afectividad y que vea dicho maltrato como un hecho necesario para su adecuada
educación.
José Sanmartín, director del Centro Reina
Sofía para el Estudio de la Violencia y
catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia de la Universidad de Valencia,
quien ha desarrollado un programa de obtención de datos sobre el maltrato y el
análisis de los perfiles de agresores y víctimas, afirmaba en 2015, en una
entrevista para ABC, que el maltratador se trata de un hombre en el 80% de los
casos, y en más de la mitad de estas situaciones está presente el consumo de
alcohol y otras drogas. Entre el 10 y el 15% han recibido maltrato severo en su
infancia, aunque no necesariamente físico. Según los asesinatos por malos tratos que se han producido en este año, la edad del agresor se sitúa entre los 31
y 35 años. En un 50% de los casos se
asesina con arma blanca y sin testigos.
La frustración que genera una
situación de desempleo o inestabilidad emocional puede suponer otro factor de
riesgo de la violencia de género. Sin embargo, según el autor y frente a lo que mucha gente piensa, el
maltratador doméstico suele tener trabajo y los hay en todos los niveles
educativos y sociales, incluso se va haciendo más sádico y refinado conforme
aumenta su formación. A pesar de que la violencia puede aparecer en
todas las clases sociales, algunos autores
han apuntado que es en los barrios
marginales y con elevadas tasas de delincuencia donde se da una mayor
proporción de casos.
Por
su parte, Santiago Redondo y Antonio
Andrés Pueyo, en su trabajo “Perfil y tratamiento del maltratador familiar”
(2004), presentaban una serie de características
que consideraban más comunes en los agresores domésticos (Aguilar et al.,
1995).
- Suele tratarse de los maridos o parejas de
las mujeres que son víctimas.
- Suelen tener un nivel cultural bajo. Ello se
asocia a valores y creencias sexistas.
· - Su nivel laboral es también precario. Muchos
están desempleados o pasan largas temporadas sin trabajo.
· - Muchos tienen problemas con el alcohol u
otras drogas, que suelen ser los desinhibidores que precipitan los episodios de
maltrato.
· - Un porcentaje significativo de agresores fueron
en su infancia testigos o víctimas de maltrato en su familia de origen.
En cuanto a las características psicopatológicas de los
agresores, estos autores enumeran las siguientes (Aguilar et al., 1995;
Browne, 1989; Echeburúa et al., 2001; O’Leary, 1988; Matud et al., 2002):
·
- Abuso de alcohol y otras drogas, que aparece
en el 50-60% de los episodios de maltrato.
- Trastornos de personalidad, especialmente el
Trastorno Antisocial de la Personalidad, el Trastorno Paranoide y el trastorno
Narcisista.
- Celos patológicos
- Alteraciones en el control de los impulsos
- “Analfabetismo emocional” y de la
comunicación, en el sentido de dificultades para experimentar y comprender
emociones cotidianas de la interacción humana, lo que incluye el dolor y
sufrimiento de las víctimas.
- Sensibilidad extrema ante las frustraciones y
contratiempos de la vida diaria
- Fuertes distorsiones cognitivas,
especialmente sobre las mujeres, así como autojustificaciones sobre el uso de
la violencia.
- Fuerte tendencia a externalizar la responsabilidad
de los problemas, culpabilizando de ellos a otras personas (a su pareja).
- Cambios bruscos de humor
- Baja autoestima
Además, dejan claro que,
a pesar de la frecuencia con la que se dan las características comentadas, éstas no se presentan en todos los casos ni
con la misma intensidad. Además dejan claro que la presencia de la presencia de estos problemas
psicopatológicos no justifica ni exculpa en absoluto el comportamiento violento
de los maltratadores, sino que suponen
el intento necesario de comprender científicamente los factores inmersos en
este problema, con finalidades de prevención y tratamiento.
Por último, estos
autores realizan una clasificación de los maltratadores familiares a partir de
las principales tipologías formuladas. Dividen
a los agresores en tres tipos principales en los que, según ellos, podrían
encuadrarse a la mayoría de los maltratadores y cuyas características y factores englobados no constituyen necesariamente elementos causales o
etiológicos del maltrato sino que más
bien parecen mantener una relación bidireccional con la violencia (Dutton,
1997; Echeburúa et al., 2001, resumiendo diversas tipologías; matud et al.,
2002):
1) Maltratadores impulsivos o centrados en la
mujer:
·
Representan entre el 17-45% del total
·
Serían emocionalmente inestables, con cierta tendencia a la depresión
·
Irascibles, pudiendo pasar del control al enfado extremo
·
Sujetos solitarios
·
Hipersensibles a los pequeños desprecios
·
Frecuente trastorno Límite de la personalidad, lo que comporta
inestabilidad e impulsividad
· Preponderancia en este tipo de maltrato psicológico, de menor violencia,
y circunscrito al hogar.
2)Maltratadores instrumentales o generalizados:
·
Representan en torno a un 25% del total.
·
Menores niveles de depresión y de ira
· Presencia de rasgos narcisistas y de posible manipulación psicopática:
agreden a su pareja si ésta no satisface sus demandas, como modo de control.
·
Consumo abusivo de alcohol u otras drogas
·
Preponderancia del maltrato físico
·
Conductas antisociales más generalizadas, no limitadas al contexto
familiar.
) 3) Maltratadores hipercontrolados:
·
Una pequeña proporción de los maltratadores
·
Sujetos pasivos, dependientes y obsesivos
·
Presentan mayores niveles de estrés psicológico
·
Son, en general, menos violentos
· Utilizan prioritariamente el maltrato psicológico, como reflejo de sus
carencias personales.
Por último, y aunque los
malos tratos son infligidos, en su mayoría, por hombres, me gustaría remarcar el hecho de que la violencia de género también
puede ser infligida por mujeres contra sus parejas varones. Considero que
es muy necesario seguir trabajando en campañas educativas donde se rompa la
falsa correlación entre la imagen del
hombre que denuncia y la del hombre “débil”, “femenino” o “poco hombre”, que produce
en el hombre un miedo a ser ridiculizado públicamente si denuncia el delito del
que está siendo víctima,
dadas las circunstancias
especiales en las que ésta se produce y sobre todo teniendo en cuenta la estigmatización social que una denuncia de este
tipo puede producir en el varón,
imposibilitando además que los profesionales de la criminalidad podamos seguir
analizando adecuadamente este tipo de violencia para poner en marcha las
estrategias de prevención necesarias en cada caso.
La violencia no entiende de edad, nivel de
estudios, profesión, estatus socioeconómico, identidad u orientación sexual,
nacionalidad, lugar de residencia, etc.
La violencia es una conducta aprendida por el agresor desde antes de conocer a
la víctima, que llega a
constituir una característica muy estable de su comportamiento
y que no cambia fácilmente por deseo de terceras personas, sino que requiere un gran esfuerzo voluntario por parte del agresor, siempre
orientado por especialistas que puedan ayudarle. Esto jamás constituye una
justificación de los actos de estas personas, sino una forma de prevención de
la criminalidad que persigue el objetivo final de proteger a posibles futuras
víctimas, dándoles a los agresores la oportunidad de reinsertarse en sociedad
de forma positiva, mediante la adquisición de estrategias que posibiliten
alternativas a las respuestas de violencia.
Muchas gracias por haberme dedicado tu
tiempo.
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