En ocasiones nos cuesta relacionar la
imagen de un maltratador con la de esa persona por la que tenemos sentimientos
románticos, lo que hace que en ocasiones no seamos conscientes de que nos
encontramos inmersos en una relación de violencia. El objetivo de estas líneas es aprender a identificar fácilmente qué
tipo de conductas son totalmente inadecuadas por parte de nuestra pareja
sentimental y se consideran violencia de género. Por ello, a continuación
se describen más específicamente algunas de las características observables en
la conducta de las personas que ejercen maltrato.
Es importante tener en cuenta que, dentro
de la violencia de género, podemos
distinguir entre distintas formas de maltrato, las cuales pueden y suelen darse de forma conjunta. A continuación
se hace una clasificación de las principales formas que puede adoptar la
violencia, con algunos ejemplos de la misma:
• Física:
La violencia física comprende
cualquier acto no accidental, que provoque o pueda producir un daño en el
cuerpo de la víctima. Esta conducta se considera violencia aunque se haya
manifestado una sola vez y engloba actos tan variados como empujar, dar
patadas, pisar, coger del cuello o estrangular, lanzar objetos, tirar por las
escaleras, morder, quemar, apuñalar, disparar, ahogar, lanzar de un coche en
marcha, etc. Esta violencia puede ser también ejercida sobre los hijos de la
pareja o de ambos.
• Sexual:
La violencia sexual hace referencia a la obligación de la víctima a mantener
relaciones sexuales no deseadas por parte del agresor. Es importante dejar
claro que la relación sexual en la cual se produce una penetración no deseada
se considera violación, no suponiendo en ningún caso una justificación el hecho
de que el agresor sea compañero sentimental de la víctima, incluso aunque estén
casados. Las relaciones sexuales son un derecho de libre elección por parte de
cada persona, jamás una obligación y pueden y deben ser denunciadas cuando no
son consentidas. Los maltratadores apelan a la manipulación psicológica para
conseguir este tipo de relaciones, acusando a la víctima de ser anticuada,
“mojigata”, frígida, etc., culpando a sus creencias religiosas, argumentando
que no le quiere lo suficiente, haciéndole creer que no desear tener relaciones
en alguna ocasión forma parte de algún tipo de patología o avergonzándola al
compararla con otras mujeres y amenazando con “buscar en la calle lo que no
obtengo en casa”.
• Social: Cuando los malos tratos se
producen en presencia de otras personas – familiares, amigos o conocidos de la
pareja- hablamos de violencia social. El maltratador puede proferir insultos y
humillaciones a su pareja, descalificándola y ridiculizándola en público,
pidiéndole que se calle cuando ésta intente hablar, -argumentando que no sabe
nada del tema, que solo dice tonterías, que está “haciendo el ridículo” o que
le está poniendo en ridículo a él- etc. En otras ocasiones, el maltratador se
muestra descortés con las amistades o familia de la víctima -con desaires,
comentarios hirientes o provocaciones-, como parte de su estrategia de
aislamiento social (que se explicará más adelante).
• Ambiental: los maltratadores también
ejercen violencia sobre la víctima focalizándola sobre aquellas cosas o
animales que ella aprecia, ya sea haciendo daño a sus mascotas, rompiendo o
tirando objetos de valor para ella o amenazando con hacerlo, etc.
• Económica
y material: El maltratador tiende a
restarle a la víctima toda su autonomía y capacidad de decisión. Esto implica
que controle el dinero y los bienes materiales que son de ambos, impidiéndole
conocer el patrimonio familiar y decidiendo sobre la forma de administrarlo. En
ocasiones, impide a la víctima disponer de estos bienes, teniendo ella que
solicitar permiso para utilizarlos, en algunos casos incluso pone una
mensualidad a la pareja y le exige explicaciones sobre los gastos. Es posible
que, además, le impida a su pareja estudiar una profesión o tener un empleo
remunerado o que le obligue a abandonar el que ya tiene para quedarse cuidando
de la casa y/o los niños, lo que la pone en una situación de dependencia con
respecto a su pareja, dependencia que se acentúa en el caso de que ambos tengan
hijos en común.
• Psíquica:
Esta forma de maltrato suele comenzar con conductas de abuso psicológico,
más difíciles de identificar. Generalmente se dice que es una forma de
violencia invisible y oculta, porque es más difícil de percibir por la víctima,
pues el maltratador la justifica dándole una interpretación positiva, lo que la
lleva a pensar que su pareja “tiene un mal día” o “un carácter fuerte” pero que
“en realidad me quiere” o “sólo desea protegerme”.
Muchos maltratadores logran controlar eficazmente a sus víctimas en esta fase o
estadio, no pasando del mismo. Sin embargo, y según los testimonios de las
mismas víctimas, este tipo de violencia es la que más secuelas deja. Podríamos
diferenciar las conductas de control psíquico o psicológico en las siguientes:
Aislamiento: el maltratador
suele limitar en gran medida la vida social de la víctima, eligiendo
personalmente a las personas con las que le permite relacionarse, justificando
su conducta en ideas irracionales provenientes de sus celos o convenciéndola de
que sus amigos y familiares son una mala influencia para ella y que están
intentando dañar la relación de ambos porque tienen celos de la misma. En este sentido puede mostrarse protector
y paternal, afirmando que sólo él sabe lo que es mejor para ella. Lo que en realidad pretende es que la víctima
reciba la menor ayuda posible, escuchando una única verdad que es la suya y sin
que pueda contrastarla –pudiendo llegar incluso a prohibirle leer ciertos
libros o ver ciertos programas de radio o televisión-, y que así las posibilidades
de que le abandone sean menores. Es por ese motivo que la somete a un
interrogatorio cuando regresa a casa –dónde ha estado, con quién, durante
cuánto tiempo, cómo ha regresado, quiénes la han acompañado…-. El maltratador
desea controlar la vida de su pareja hasta llegar en ciertos casos al punto de
obligarla a enseñarle su correspondencia personal –cartas, emails, redes
sociales…-, su diario, a escuchar sus conversaciones telefónicas –obligándola a
poner el manos libres- o a contarle sus pensamientos más íntimos para
asegurarse de que no le guarda ningún “secreto”.
Desvalorización personal: las humillaciones y menosprecios causan
en la víctima una sensación de inseguridad personal e inutilidad, la sensación
de que sin esa persona no podrá valerse por sí misma. Dichos sentimientos de
inferioridad se traducen en una total dependencia emocional con respecto a la
pareja. Se produce una gran afectación de la autoestima, un proceso lento pero
firme, asentado sobre conductas de diversa índole tales como: ponerle apodos
despectivos a la víctima, recordarle constantemente que “no vale para nada” o
es “una inútil”, compararla con otras personas, decirle que está con ella por
lástima y/o que ninguna otra persona podría quererla, hacer hincapié en sus
defectos y no en sus virtudes, anularla como persona y no tenerla en cuenta
cuando se toman decisiones con respecto a la vida de ambos –no respondiendo sus
preguntas, imponiendo todo lo concerniente a la relación y sus planes de futuro
juntos, no compartiendo con ella sus deseos o pensamientos o simplemente
ignorándola, actuando con irresponsabilidad sin dar explicaciones (por ejemplo,
desaparecer durante días)-, etc.
Focalización de la atención: por medio de
demandas constantes -incluso durante sus horas de descanso o sueño-, el
maltratador acapara la atención de la víctima de forma que no tiene tiempo para
sus propios proyectos o aspiraciones.
Coacciones y amenazas: El maltratador intimida a la víctima por
medio de gritos, rompiendo objetos de la casa, amenazándola con hacerle daño,
matarla, suicidarse o ambas cosas, con abandonarla y dejarla sin dinero y sin
la casa, con quitarle a los hijos o hacerles daño, con hacer daño a las
mascotas de la casa o a otras personas,
con publicar fotos íntimas de la pareja, con hablar mal de ella a otras
personas que le importan o a sus compañeros de trabajo para desprestigiarla,
con denunciarla a la policía, etc. El pánico que generan éstas amenazas en la
víctima puede llevarla a retirar los cargos contra el agresor, en caso de
haberle denunciado. En otros casos, las víctimas son coaccionadas para
participar en actos delictivos en contra de su voluntad.
Culpar a la
pareja: Es frecuente
que el maltratador acuse a
la víctima de haber provocado el maltrato, argumentando que se lo merece, que
debe “aprender” y no pidiendo disculpas por ello. Esta culpa se generaliza de
forma que la víctima es responsable de cualquier imprevisto o cosa que salga
mal a ojos del maltratador, incluyendo un comportamiento indeseado en los
hijos. La constante victimización y los chantajes emocionales hacen que la
mujer dude sobre su propia versión de los hechos y paralice sus intentos de
abandono, lo que le genera confusión e impotencia.
Pequeñas
concesiones: A causa del aislamiento social que sufre, la víctima no cuenta con otras
fuentes de afecto que no sean las de la pareja. Así, los contados momentos de
cariño que ofrece el maltratador crean nuevamente una dependencia emocional en
la víctima.
Por último, es importante destacar
el hecho de que el maltrato que surge dentro de una
relación de pareja puede ser explicado mediante la división en varias etapas del mismo que facilitan su continuidad.
Así, la violencia es vista como un ciclo
o bucle de realimentación positiva que explica cómo se mantiene dicha conducta
desadaptativa en el tiempo:
- Fase de acumulación de tensión:
En esta fase, el maltratador se
muestra susceptible y reacciona negativamente ante cualquier conducta de la
pareja. Cuando la pareja intenta iniciar una conversación para
solucionar el problema, el maltratador se irrita aún más, pues interpreta
erróneamente dicha preocupación por parte de ella, quien decide interaccionar y
expresarse lo menos posible. Este hecho generará, de nuevo, frustración en el
maltratador, que piensa que ella le ignora o es una persona aburrida. Las
fuertes críticas por parte del mismo, llegan a hacer sentir culpable a la
víctima, que acaba dudando de sí misma y de su propia percepción de la
realidad, reforzando la conducta de su agresor mediante constantes disculpas,
en un intento por “no perderle”.
-
Fase de explosión violenta. El maltratador acaba por perder el control
y, en un ataque de ira, agrede verbal y/o físicamente a su pareja, haciéndola
sentir impotente una vez más y entrando en una situación de “indefensión
aprendida” forjada desde largo tiempo atrás. Piensa que no puede hacer nada por
cambiar su situación y deja de luchar, perdiendo toda esperanza en la
finalización de dicha violencia. En algunos casos, es en esta fase cuando la
víctima decide pedir ayuda o abandonar el hogar familiar. Esto puede producirse,
por ejemplo, cuando el maltratador también agrede a los hijos. La verdad es que
no hay un momento determinado para tomar la decisión de poner fin al maltrato,
aunque existan unas pautas generales en torno a las características de
personalidad de maltratador y víctima o a la forma en que se produce dicha
violencia. Cada caso es diferente y debe ser tratado como único por los
profesionales de la criminalidad que intervengan.
-
Fase de “Luna de Miel” o
conciliación. En esta
fase, la conducta del agresor cambia totalmente. Se muestra arrepentido (sobre
todo las primeras veces), le dice cuánto la quiere, le cura las heridas y
promete no volver a hacerle daño, abandonar sus adicciones, cambiar su
comportamiento, ser mejor novio, marido y/o padre. Le permite realizar ciertas
conductas que anteriormente le había prohibido, como salir con sus amistades,
colabora en casa, tiene detalles con ella, se muestra romántico y enamorado,
etc. Aunque el cambio se produce, tan sólo es temporal. Sin embargo, la mujer
desea fervientemente creer que es duradero y pone todas sus ilusiones en esta
posibilidad. Este cambio dura el tiempo necesario para que la víctima lo
perdone y el agresor tenga nuevamente una sensación de seguridad en su
relación, por lo que ya no ve necesario seguir actuando de una forma tan
amable. De repente un día, las cosas que antes eran prohibidas vuelven a serlo
y el ciclo vuelve a empezar. En la fase de luna de miel no es extraño que el
maltratador acceda a solicitar ayuda psicológica para superar sus adicciones y
sus problemas de control de la ira, puede que incluso sea él quien lo proponga.
Sin embargo, en la mayoría de los casos en que esta propuesta se lleva a cabo,
se produce un pronto abandono de la terapia. En los casos de personalidad
narcisista se hace especialmente difícil la reestructuración cognitiva, pues
dichos pacientes son muy reacios a escuchar aquello que no desean y a hacerse
responsables de sus propios actos, intentando reorientar la terapia
constantemente hacia su pareja, a quien consideran causante de todos sus
problemas.
Aunque cada relación lleva un
ritmo distinto y las fases suelen durar un tiempo más o menos determinado en
cada caso, las etapas suelen ser cada
vez más cortas, agravándose la situación de dependencia del agresor.
También hay que tener en cuenta que, aunque el ciclo de la violencia es un modelo
muy conocido para explicar la violencia de género, algunos expertos afirman que
no todas las mujeres experimentan la
violencia de esa forma, no presentándose la fase de “luna de miel”, sino
que aparece la violencia de repente, sin seguir un ritmo específico. Por ello, podríamos hablar de una escalada o espiral
de violencia, donde las agresiones van siendo cada vez más graves y las lunas
de miel más cortas. Así, la gravedad de dichas conductas pueden ir desde las presentes al inicio del maltrato (amenazas,
control, críticas, indiferencia, etc.) hasta
la moderada (empujar, romper objetos, manipular a los hijos, agarrar por el
brazo, etc.), grave (dar bofetadas,
golpear con puños o patadas, arrancar el pelo, provocar fracturas, morder,
causar un daño a las mascotas, etc.), muy
grave (agredir con objetos altamente peligrosos para la vida, quemar,
encerrar, ahogar, violar, etc.) y fatal
(cualquier medio que produzca la muerte de la víctima).
José Sanmartín, director del Centro Reina
Sofía para el Estudio de la Violencia y catedrático de Lógica y Filosofía de la
Ciencia de la Universidad de Valencia, quien ha desarrollado un programa de
obtención de datos sobre el maltrato y el análisis de los perfiles de agresores
y víctimas, afirmaba en
2015, en una entrevista para ABC, que hay
muchos tipos de maltratadores pero el predominante es el que denominamos
«cíclico». Se caracteriza porque maltrata a su mujer, luego se reconcilia con
ella y pasan por una fase de luna de miel, que se irá acortando con el tiempo,
para volver a maltratar psíquica o físicamente. Cuanto más tiempo se está dentro de este ciclo, mayor es el peligro que
corre la mujer.
La violencia de género
puede darse en cualquier momento de una relación sentimental aunque suele
surgir al inicio de la convivencia matrimonial o de pareja, pues el domicilio personal facilita la
ocultación de lo que está ocurriendo. Además, es más probable que se dé dicho maltrato en las horas en las que los miembros
de la familia están en casa interaccionando, como las horas de la comida,
las noches, los fines de semana y los días festivos.
Cualquiera
de las formas de violencia descritas constituye un delito en sí misma y no es
necesario que se den todas juntas para que la víctima pueda poner una denuncia. Encontrarse en una situación de violencia genera una gran confusión y temor. Si este es tu caso, puedes ampliar esta información consultando la “Guía para mujeres en situación de Violencia de Género”, de Nieves Álvarez, editada por la Consejería para la Igualdad y Bienestar Social de la Junta de Andalucía.
http://www.angelesalvarez.com/ /wp-content/photos/Guia-para- mujeres-maltratadas.pdf
Y recuerda también que tienes a tu disposición los servicios de la Policía Nacional en el 091 y el teléfono 016 del Ministerio de Sanidad, que cuenta con servicios especializados en violencia de género que ofrecen asesoramiento jurídico y atención a las víctimas. Además, cuenta con la ventaja de que no deja rastro en la factura del teléfono.
http://www.angelesalvarez.com/
Y recuerda también que tienes a tu disposición los servicios de la Policía Nacional en el 091 y el teléfono 016 del Ministerio de Sanidad, que cuenta con servicios especializados en violencia de género que ofrecen asesoramiento jurídico y atención a las víctimas. Además, cuenta con la ventaja de que no deja rastro en la factura del teléfono.
Si piensas que puedes estar en situación de maltrato, NO TE CALLES, DENUNCIA.
Muchas
gracias por haberme dedicado tu tiempo.
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