Clara estaba entusiasmada. A Manuel le parecía que hoy
no tenía otra conversación. Se había estado riendo de las veces en que había
practicado la Oui-ja con ellas. “No te lo creerás, pero siempre que estaba Iria
se movía el vasito”. Era muy divertido, aunque algo inquietante. Algunas de
ellas se ponían motes, nombres especiales para las sesiones. Ana María era
“Molly”, María del Carmen se hacía llamar “India”. Clara también le dijo a
Manuel que le preocupaba Raquel, porque tenía que repetir curso.
Así que Clara se fue a su casa y Manuel se marchó
preocupado cuando la dejó porque no le gustaban mucho sus amigas. Pensaba que
eran una mala influencia para Clara. Eran raras, todo el mundo lo decía.
Vestían siempre de negro, eran fanáticas del espiritismo y habían tallado en
sus pupitres del Instituto una tabla de Oui-ja.
A las 21:30, Clara llamó a Manuel (por el fijo.
Entonces no era tan común que todos los adolescentes tuvieran un móvil del que
estar pendientes –o depender- todo el tiempo) y le confirmó que salía hacia su
cita con sus antiguas amigas. Le dijo también que iban a ir a un descampado
conocido como “El Barrero”. Hacia allí iban Clara y Raquel cuando su amigo
Gorka las vio, con una litrona de cerveza y muy contentas, ir hacia el
encuentro de Iria, que las estaba esperando en el lugar de la cita.
El Barrero, desde 2007, es un parque vallado y ajardinado. |
Pasado el frenesí, respirando agitadamente, comprobando
que Clara había dejado de respirar, fueron a casa de Iria, donde se cambiaron
las ropas, empapadas de sangre, para salir a tomarse unas copas en la
Ladrillera, la zona de marcha de San Fernando. Una zona de moda por la que
también Manuel estaba divirtiéndose con unos amigos. Ambos grupos se
encontraron y Manuel se sorprendió de que Clara no estuviera con ellas. Raquel
e Iria improvisaron una coartada: “nos ha dejado plantadas”.
Fue, de nuevo, Manuel, quien se sorprendió a las tres
de la mañana, cuando fue despertado por la madre de Clara, que le decía que su
hija no había regresado a casa. A las siete de la mañana, la madre estaba
desesperada y volvió a llamarle. Ahora Manuel comenzó a preocuparse de verdad.
Así que decidió levantarse, asearse y, ya sobre las 9:30, acudir al descampado
de El Barrero. Fue Manuel quien la encontró. Fue él quien vio por última vez a
su novia, a Clara, sin vida, inerte, tendida sobre el descampado y cubierta de
sangre, a pocos metros de su bolso.
Las declaraciones de Manuel y Gorka llevaron a Iria y a
Raquel ante la justicia. Por el encuentro con Gorka, todo apuntaba a que la
última persona que vio con vida a Clara fue Raquel. De momento, ambas fueron
llamadas sólo como testigos. Pero las continuas contradicciones en las que fue
incurriendo Raquel, hizo sospechar a la policía. El inspector jefe de la
brigada de San Fernando no lo dudó y empleó la técnica de interrogatorio más
vieja del mundo: “¡Venga!, dinos la verdad. Ya la sabemos. Tu amiga nos lo ha
contado todo”. Raquel se derrumbó y confesó. Los policías harían lo mismo con
Iria, aunque esta vez era cierto porque ya contaban con la confesión de Raquel.
“tu amiga nos lo ha dicho todo”. Iria lo corroboró punto por punto.
Para la policía, las aficiones esotéricas de Iria y Raquel habían ido demasiado lejos. A las dos niñas (Iria tenía 17 años y Raquel 16) le encantaba lo esotérico. En las casas de ambas se descubrieron ibros como El Diablo, La Boca Satánica y otros delirios, Oui-Ja, contacto con el más allá, Memos, Posesión y Reino de Tinieblas, la última una novela de Dean Koonitz llevada al cine con el título de Asesinos del Más Allá. Iria decía ser la auténtica protegida del demonio e Hija de Satanás y se supo que ya habían intentado matar antes a otra mujer.
La sentencia y la resolución del recurso contra esa sentencia, considera probado que Iria y Raquel se apostaron en un cuarto de
baño del centro comercial Bahía Sur, en San Fernando, esperando durante una
hora a que entrara una mujer que considerasen suficientemente pequeña y débil
como para poder reducirla y matarla. Su conducta sospechosa alarmó a una de las
usuarias de los servicios que salió corriendo y avisó a seguridad, impidiendo
que ambas niñas consiguieran su objetivo. Corría entonces del 23 de mayo de
2000. Sólo tres días después, frustradas por su intento fallido, planearían
matar a Clara.
Se supo también que, aunque en ellas ya anidaba el
deseo de matar, ambas sentían una gran admiración por José Rabadán, el “Asesino
de la Katana”, que poco antes había matado a sus padres y a su hermana pequeña.
Se supo que se carteaban con él.
Iria y Raquel fueron condenadas por el tribunal a 8
años de internamiento en un centro psiquiátrico y cinco de libertad vigilada.
Sin embargo, ante la falta de centros especiales que cumplieran los requisitos
de la ley del menor, fueron puestas en libertad en 2005, viviendo hoy bajo
nombre falso en paradero desconocido.
Buenas, Raquel vive en el Reino Unido, dando clases a niños y niñas de corta edad. Ha sido descubierta y, obviamente, despedida. Lo publicó hace unos días un periódico....
ResponderEliminarGracias por su comentario. Siempre es gratificante poder ir actualizando los artículos
EliminarRaquel dando clases en Reino Unido a niños¿estamos locos? Después de lo que hicieron?deberían estar en la cárcel de por vida,sin disfrutar de la vida,la pobre clara tampoco pudo...
ResponderEliminarManda huevos que una de ellas ahora sea psicóloga....
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