Crítica de Cine: Ciudadano X (Citizen X, 1995)

     Por Francisco Simarro
     
     Intento escribir ahora un buen comienzo de crítica, “Ciudadano X” se lo merece, y sin embargo lo único que me viene a la cabeza es que nos encontramos ante una película cojonuda. Desde luego está lejos de ser un buen comienzo, pero es cierto, es sencillo, es contundente. Igual que “Ciudadano X”. Verídica, sencilla, absolutamente contundente.
     
     Magnífico ejemplo de cuanto debe ser un film, siendo, en cambio, un telefilm. Curioso. Este es un producto televisivo de un canal que se ha erigido rey en muchísimas bocas: HBO. La creadora de series con tanto bombo y platillo como “Los Soprano”, “Sexo en Nueva York”, “The Wire”, “Deadwood”, y la más reciente “Juego de Tronos”. Ojo, no estoy diciendo que me gusten o dejen de gustar; aunque no puedo evitar reconocer que hay una de ellas que no soporto ni bajo el agua (se admiten apuestas). En HBO se han hecho famosos con sus series, pero también nos han dejado un buen puñado de buenas o buenísimas películas. Injusto que éstas no hayan obtenido igual fama. A destacar, “Wit” y “No conoces a Jack”. No obstante, “Ciudadano X” se lleva la palma y la palmada.
     Nos enfrentamos aquí nada menos que a la persecución incansable para atrapar a uno de los más terribles asesinos en serie que, desgraciadamente, existió. Andrei Chikatilo. 52 victimas. Nos hallamos en Rostov, la Unión Soviética, años 80.
     

     La particularísima situación es la pieza que hace única esta historia, por encima de todos los thrillers de este estilo, y que la hace única por encima de las investigaciones reales de otros criminales tristemente afamados. Para resumirlo utilizaré uno de los diálogos de “Ciudadano X”, la escena en la que nuestro protagonista, encargado del caso, se reúne con sus superiores:
     -Necesito más hombres. También necesito computadoras, para armar una base de datos del caso... Y también necesito comunicarme con el FBI, en Virginia, que tiene el mayor almacén de información sobre asesinos seriales en el mundo. Y para terminar, debemos hacerlo público. Primero para advertir a la gente del peligro. Segundo para llegar a identificar más cadáveres desconocidos. Y tercero para intentar encontrar algún testigo de los crímenes.
     Estas fueron sus peticiones. Cosas absolutamente lógicas que obtuvieron un no rotundo. ¿Por qué? El maravilloso personaje interpretado por Donald Sutherland se lo aclara en privado.
-La razón por la que ellos no aceptaron tus peticiones fue por pedir más hombres o computadoras, que es lo mismo. Eso sería admitir frente a nuestros superiores en Moscú que estamos sobrepasados. Lo que nunca harán. Pedir ayuda al FBI, sería admitir a Occidente que estamos atrasados tanto en las técnicas forenses como en el manejo de información. Lo que nunca harán. Y hacer público el caso es admitir que tales crímenes existen en la Unión Soviética; y antes que hacer eso ellos preferirían morir.
     Y así, en medio de semejante cuadro, un hombre persiguió durante años al que fue conocido como “El carnicero de Rostov”. Por lo tanto ésta no es la película que habla de un psicópata, sino del hombre que se empeñó en atraparlo en medio de semejante cuadro. Mejor dicho, los dos hombres.
     Pocas veces hemos asistido a la lenta unión de dos personajes tan bien forjados y templados en la tinta de un guión. Es una relación de detalles y miradas. ¿Por qué, generalmente, esto se suele dejar para los personajes que se enamoran? Típicos. Cursis. En el cine clásico la amistad tenía un poso e importancia bárbaras. Homéricas, parafraseando “El hombre tranquilo”. John Ford y Howard Hawks serían nuestros abanderados en cuestión de amistades míticas. Y eso se ha medio perdido o diluido en un mar de amigos insulsos creados con clichés. Por fortuna, en mitad de ese mar siempre aparecen algunas islas, como la amistad entre Ricardo Darín y Guillermo Francella en “El secreto de sus ojos”. O Rea y Sutherland aquí. Los nombro y aprovecho para destacar sus labores interpretativas. Sobrias, contenidas, matizadas, exquisitas. Por si fuera poco, se les suma uno de los mejores actores aún en activo: Max von Sydow. Un papel corto el suyo, apenas dos escenas. No se necesitan más para crear un personaje para el recuerdo. Los aciertos no se miden por minutos en la pantalla. Y a él se le otorga una de las dos grandes frases, brillantes, acertadísimas, del film. Mejor dicho, telefilm.
     -Ustedes dos, juntos, forman una persona maravillosa.
     La elección de actores resultó decisiva y su buen juicio abarcó la totalidad de la obra. Mención especial para Jeffrey DeMunn. Nuestro Chikatilo. Lo normal en el mundo del cine es que al malo lo interprete alguien que tenga la desgracia de que le pariesen con cara de malo. Y si no tiene cara de malo, pues que la ponga. Si es necesario sobreactuar, que lo haga. Que entorne los ojos y tuerza el gesto. Así se supone que debe ser un buen malo de película, tal y como nos mostraron en un capítulo de Los Simpson, donde un perro entornaba los ojos para dejarnos clara la política de malos made in Hollywood. Los de HBO (o Chris Gerolmo) pasaron de esa política y pusieron a un actor sin cara de malo, y no sólo eso, sino que eligieron a un buen actor. Aleluya, hermanos.
     Siempre suelo sacar fallos. Es mi especialidad. Soy así de mala gente y por eso entorno mucho los ojos. Pero los responsables de “Ciudadano X” han hecho su trabajo como debe ser, como Dios manda. Lo han hecho con ganas, siendo conscientes de su presupuesto limitado. Se han amoldado, han sido sencillos y escrupulosos con las escenas y la puesta en escena, no han rodado más de lo necesario, ningún personaje ha hablado de más, no han gastado más dinero en generar una iluminación tétrica, tal y como sucede en la inmensa mayoría de thillers modernos acerca de asesinos en serie. Tenían una gran y terrible historia real y fueron respetuosos, trabajaron con delicadeza, y por eso yo no encontré nada a resaltar por mucho que entorné los ojos.
     Los ojos. Ellos me llevan a una escena en particular, a un tema concreto. La mirada del protagonista, la devastación psicológica. Porque ésta es una historia construida a un profundo nivel psicológico, forense y criminológico. Esa escena en particular supone el centro emocional de cuanto es esta espléndida película, este modesto telefilm, que trata de la vida real y no de tipos duros cazando a tipos muy malos que entornan los ojos. Una escena donde el protagonista, el hombre que lleva años viendo cadáveres mutilados (mayoritariamente niños), que lleva años intentando atrapar al responsable, se desmorona frente a sus sorprendidos superiores. Entonces se produce la otra gran línea de diálogo:
     -¿Está llorando? ¿El hombre a quien hemos confiado la seguridad de nuestros hijos está llorando?

     Cuando llega la magia y oyes cosas como esta, a mí, como guionista, me entran ganas de ponerme un sombrero para así, simplemente, quitármelo.

     Ficha de la película:
   Director: Chris Gerolmo
    Guión: Chris Gerolmo (Libro: Robert Cullen)
    Director de fotografía: Robert Fraisse
    Música: Randy Edelman
    Reparto: Stephen Rea, Donald Sutherland, Max von Sydow,  Jeffrey DeMunn,  Joss Ackland, John Wood,  Radu Amzulescu, Imelda Staunton 

Comentarios