Por: David GarrigaGuitart
Los
procesos de radicalización actualmente alcanzan a más personas que años atrás
debido a que la utilización de las redes sociales ha facilitado que se pueda acceder
a más individuos a los que antes no se llegaba. Esta vía ha permitido exponer
de manera intensiva y continua a los individuos a un conjunto de propaganda
terrorista.
Encontramos en este terrorismo de etiología
jihadista actual una variedad de perfiles que dificultan la clasificación y
detección. Realizar un perfil criminológico del jihadista,
agrupar unos rasgos definitorios para acotar la muestra donde focalizar las
diferentes políticas de prevención es complicado, aunque hemos observado que
aparecen algunos rasgos identificativos que se repiten en varios de los
componentes de estos grupos.
En un reciente estudio con diferentes países europeos
analizando a radicalizados y reclutadores investigados por delitos de
terrorismo hemos observado varias variables que van modificándose a medida que
pasa el tiempo. Mientras se mantienen características como la radicalización en
chicos y chicas de segunda y tercera generación, musulmanes no practicantes,
nivel de estudios básico, usuarios de las redes sociales e incremento de los
conversos, aparecen variaciones en los
últimos radicalizados de la muestra como la media de edad que disminuye, la
captación -que ya no solo es por redes sociales sino que aparecen los
video-juegos-, que la mayoría de chicos no viajan a Siria o Iraq como última
fase de radicalización y que aumentan los porcentajes de antecedentes de
delincuencia común.
Muchas veces solemos centrarnos
en el terrorista dejando de lado a la víctima pero el fenómeno del terrorismo
de Dáesh y al Qaeda aquí, en occidente, difícilmente puede explicarse y
comprenderse sin el análisis de las víctimas. No sólo lo son las personas que
desgraciadamente mueren en un atentado suicida perpetrado por estos asesinos y
sus familiares directos sino que también lo es la comunidad islámica en general
ya que cada vez que ocurre un atentado son los objetivos de las críticas mediáticas
y sociales que la hacen responsable de tales atrocidades. Seguimos relacionando
Islam con terrorismo, y esto solo beneficia a estos fanáticos que matan en
nombre de ese falso islam. Pero también son víctimas esos jóvenes, chicas y
chicos, que los reclutadores han seducido y convencido para que encuentren
atractivo el discurso que ofrecen dando su vida por una causa mientras nuestra
sociedad no ha hecho nada para evitar.
Es imprescindible, para impedir que estos
jóvenes no caigan en las redes de estos terroristas, aportarles desde la
sociedad unos recursos más atractivos que los que les ofrecen estos asesinos.
Y, sobretodo, sin formación, información ni medidas de prevención focalizadas a
estos grupos más sensibles de ser radicalizados, los terroristas seguirán
ganándonos la batalla.
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