Por Antonio García Sancho
Si leyéramos una novela inspirada en la vida de Albert Fish y no conociéramos al personaje real, probablemente no nos hubiera gustado. Habríamos acusado al autor de sensacionalista, al argumento de inverosímil y macabro y al personaje de irreal. No obstante, Albert Fish existió realmente. A este asesino se le condenó por la muerte premeditada de una niña de 10 años, Grace Budd, pero confesó también la de Billy Gaffney y la policía le cree también autor de, al menos, otras tres víctimas. Otros elevan el número de víctimas a 15 y otros a 50. Su ficha psiquiátrica parece más un manual de desviaciones que el historial de una sola persona, ya que reúne sadismo, masoquismo, castración, autocastración, exhibicionismo, voyeurismo, pedofilia, coprofagia, fetichismo, canibalismo e hiperhedonismo. Súmese a eso una homosexualidad mal asumida y tendrá el retrato del Vampiro de Brooklyn.
Grace Budd
A Grace le había hecho mucha ilusión que sus padres le hubieran dejado ir a ese cumpleaños. Le agradaba ese hombre, Frank, se llamaba. No sabía por qué. Tal vez fuera la forma de mirarla, como si ella le gustase mucho también. Además sus padres confiaban en él y le iba a dar trabajo a su hermano Edward. Ed había colocado un anuncio en el periódico del domingo del New York Word. Se lo había enseñado a sus papás y a ella misma. “Hombre joven, 18 años, desea posicionarse en el país. Edward Budd, 406 West 15th Street”. Él decía que seguro que encontraba pronto trabajo, porque el New York Word lo leían muchas personas. Y había tenido razón. Pasaron tres días sólo cuando vino este señor. Era un granjero de Nueva York, de Farmingdale. Grace no conocía Farmingdale, pero debía ser muy grande, se dijo, porque sabía que Nueva York era muy grande. El hombre mayor había vuelto hoy. No se iba a llevar a Edward todavía, pero le prometió que mandaría a alguien a recogerle en unos días. Fue entonces cuando Grace apareció y Frank dijo que iba a una fiesta de cumpleaños. Habría regalos, tarta y muchos niños para jugar. Convenció a sus padres, Albert Budd y Delia Flanagan, para que la dejaran ir con él.
A Grace le gustaba ese hombre, y le atraía el poder asistir a un cumpleaños
y jugar con nuevos amigos. Aunque estaba un poco extrañada. En esa casa no
parecía haber nadie más. Frank le había hecho esperar fuera y luego la llamó
por la ventana. ¿Querría darle una sorpresa arriba? Grace no se lo pensó más y
subió la escalera hasta los dormitorios. Fue la última vez que se vio a Grace
con vida.
El 5 de septiembre de 1930, la policía arrestó a Charles Edward Pope como
sospechoso del secuestro de Grace. Pope tenía 66 años de edad y era
superintendente de unos apartamentos. A Charles Pope le perdió la forma en que
había tratado a su esposa, una mujer alienada y sometida, que se rebeló contra
él y le acusó falsamente del rapto de Grace. Pope ingresó en prisión y pasó 108
días en prisión entre su arresto y el juicio celebrado el 22 de diciembre de
1930 y en el que, finalmente, se le encontró “No Culpable”.
No fue hasta cuatro años después cuando una nueva pista puso a la policía
en el buen camino para detener a quien se había hecho pasar por granjero y
había secuestrado a Grace. La pista, a su vez, era desesperanzadora: una carta
de puño y letra del asesino. La madre de Grace era analfabeta y no pudo leer la
carta, por lo que tuvo que enseñársela a su hijo Edward en la que confesaba que
había matado a Grace y había comido partes de su cuerpo. La carta decía lo
siguiente (advertimos que no es agradable de leer):
“Estimada Señora Budd. En 1894 un amigo mío fue enviado como asistente de
plataforma en el barco de vapor Tacoma, el Capitán John Davis. Viajaron de San
Francisco a Hong Kong China. Al llegar
ahí el y otros dos fueron a tierra y se embriagaron. Cuando regresaron el barco
se había marchado. En aquel tiempo había hambruna en China. La carne
de cualquier tipo costaba de 1-3 dólares por libra. Así tan grande era el
sufrimiento entre lo más pobres que todos los niños menores de 12 años eran
vendidos como alimentos en orden de mantener a los demás libres de morir de
hambre. Un chico o chica menores de catorce años no estaban seguros en las
calles. Usted podía entrar a cualquier tienda y pedir corte en filete o carne
de estofado. La parte del cuerpo desnudo de un chico o chica sería sacada y lo
que usted quisiera sería cortado de él. El trasero de un chico o chica la cual
es la parte más dulce del cuerpo era vendida como chuleta de ternera a un
precio muy alto. John permaneció ahí durante mucho tiempo adquiriendo gusto por
la carne humana. A su regreso a N.Y. robó a dos chicos uno de 7 y uno de 11
años de edad. Los llevó a su casa los despojó y desnudó y los ató a un armario.
Entonces quemó todo lo que ellos portaban. Varias veces cada día y cada noche
los azotó -los torturó - para hacer su carne buena
y tierna. Primero mató al chico de 11 años de edad porque tenía el trasero más
gordo y por supuesto una mayor cantidad de carne en él. Cada parte de su cuerpo
fue cocinado y comido excepto la cabeza, huesos e intestinos. Fue asado en el
horno (todo su trasero), hervido, asado, frito y estofado. El chico pequeño fue
el siguiente, fue de la misma manera. En aquel tiempo, yo vivía en la calle 409
E 100 cercana a la derecha. Él me decía frecuentemente cuan buena era la carne
humana, que decidí probarla.
El domingo 3 de junio de 1928, yo le visité en el 406
W calle 15. Le llevé un pote de queso -fresas. Almorzamos, Grace se sentó en mi
regazo y me besó. Decidí comerla. Con el pretexto de llevarla a una fiesta.
Usted dijo que sí, que ella podría ir. La llevé a una casa vacía en Westchester
que yo ya había escogido. Cuando llegamos, le dije que se quedara afuera. Ella
recogió flores, subí y me quite mis ropas. Yo sabía que si no lo hacía las
habría de manchar con su sangre. Cuando todo estuvo listo, me asomé a la
ventana y la llamé. Entonces me oculté en un armario hasta que ella estuvo en
la habitación. Cuando ella me vio completamente desnudo comenzó a llorar y a
tratar de correr escaleras abajo. La atrapé y me dijo que se lo diría a su
mamá. La desnudé. Pateó y me rasguñó. La estrangulé y entonces la corté en
pequeños pedazos para poder llevarme la carne a mis habitaciones. La cociné y
comí. Cuan dulce y tierno fue su trasero asado en el horno. Me llevó nueve días
comer su cuerpo entero estaba deliciosa, carnosa y jugosa. No la violé aunque
podría haberlo hecho si lo hubiera deseado. Murió virgen.
[El texto original en inglés, con las particularidades de la escritura de Fish, puede verse AQUÍ.]
Frank no se llamaba Frank, sino Albert, o mejor Hamilton Howard. Y ya había matado antes.
Frank no se llamaba Frank, sino Albert, o mejor Hamilton Howard. Y ya había matado antes.
Quién era
Albert Fish
A Hamilton Howard le llevó su madre allí con cinco años, en 1875, cuando su
padre, Randall, murió de un infarto. Su madre era aún joven, pero su padre, 43
años mayor que ella, había vivido ya una vida intensa. Había sido patrón de un
barco de río y, luego, ya para cuando Hamilton Howard nació, se ganaba la vida
en una fábrica de fertilizantes. No hay documentación al respecto, pero tal vez
fueran los vapores que respiraba en su trabajo los que acabaron con su vida. A
Hamilton Howard no le gustaba el orfanato. Y él no le gustaba a los demás niños
y no le gustaba a los celadores. Las autoridades del orfanato solían aplicarle
castigos físicos. Le azotaban, le golpeaban. Pronto, sin embargo, descubrió que
eso no le molestaba. Al contrario. A veces lo buscaba. No sabía por qué, pero
el castigo físico le producía un placer extremo mezclado con el dolor e incluso
llegaba a tener intensos orgasmos. Los otros niños, tal vez por ese rechazo
visceral que sienten los niños a lo que son diferentes, tal vez por miedo a esa
diferencia, se burlaban de él por ese motivo y, tomando su nombre como motivo,
le llamaban “Ham and Eggs” (Huevos con Jamón). Hamilton aborrecía ese apodo.
En 1879, cuatro años después, su madre logró un empleo y pudo cuidarle,
regresando por él y sacándolo del orfanato, pero ya era tarde para Hamilton.
Las experiencias vividas en aquél centro le marcarían de por vida.
Por de pronto, lo primero que hizo fue cambiarse el nombre. Albert fue el
elegido. Así conjuraría el apodo del orfanato. Ya no sería más “Ham and Eggs”
Hamilton.
Tampoco es que el resto de su vida fuera un paseo por el paraíso. En su
familia se registraron no pocos casos de enfermedad mental, alguno de ellos
relacionado con manía religiosa. Con 12 años tuvo su primera relación
homosexual. Fue con el hijo de un telegrafista, que le introdujo en la práctica
de la coprofagia (comer sus propias heces) y la urolagnia (beber su propia
orina). Albert comenzó también a frecuentar, los fines de semana, baños
públicos en donde podía ver a los chicos duchándose desnudos, convirtiéndose
esta afición en su principal pasatiempo de los fines de semana.
Las peores tendencias de Albert se manifestaron, de todas maneras, a partir de 1890. Albert se trasladó a Nueva York, convertido en chapero. No debían satisfacerle del todo este tipo de relaciones porque comenzó a violar a algunos muchachos jóvenes. No fue aquél un breve periodo. Pasaron ocho años así, hasta que su madre, viendo las tendencias de su hijo, le amañó un matrimonio con una mujer nueve años más joven que él y con quien tuvo seis hijos: Albert, Anna, Gertrude, Eugene, John y Henry. Pero siguió violando a varios chicos.
Durante 1898 encontró trabajo como pintor de casas. Esto, según él mismo
confesó luego, le dio la oportunidad de conocer a muchos niños. Dijo haber
abusado de más de un centenar, generalmente menores de 6 años de edad.
Curiosamente, le detienen años más tarde, en 1903, por malversación de fondos,
llevándole a la prisión de Sing Sing, donde mantiene relaciones homosexuales
con otros presos.
Ésta sólo fue la primera detención, a lo largo de su vida y hasta la
detención definitiva, muchos años después, a Albert le detienen otras siete
veces: por tentativa de estaba, por robo, por pago con cheques sin fondos y por
cartas obscenas a los anuncios de agencias matrimoniales de los
periódicos.
Aquí ya empiezan las fechas y los hechos a mezclarse y ser imprecisos.
Albert siguió violando, a la vez que visitaba a menudo ciertos burdeles donde
podía ser azotado y realizar prácticas masoquistas. Descubrió placer clavándose
agujas por todo el cuerpo, especialmente en los genitales, y descubrió su
pasión por la castración. Para explicar esto último, Albert Fish contaba que un
amante masculino lo llevó un día al museo de cera en donde Fish quedaría
fascinado al ver la reproducción de un pene diseccionado. Albert Fish intentó
pasar a la práctica y, en uno de sus ataques, a un hombre con deficiencia
mental, intentó castrarle, pero su víctima se asustó y pudo huir.
El coco
Llegó, así, el primer ataque. Era 1910 Se trataba de un niño llamado Thomas
Bedden, al que Fish atacó y acuchilló en Wilmington (Delaware).
Con este panorama, no es difícil ver
por qué su esposa le abandonó. Lo hizo por un amante, John Straube, que supo
ganarse el favor de la familia Fish y que, finalmente, se hizo con su recompensa,
a costa de la ira de Albert Fish, que a raíz de este episodio (o tal vez
coincidiendo con él), comenzó a escuchar voces en su cabeza, que le dictaban
acciones a veces extravagantes. Una vez, se envolvió en una alfombra porque “se
lo había dicho el Apóstol San Juan”. Fish se casaría otra vez, en 1930, aunque
se divorció una semana después.
En 1919, Fish volvió a acuchillar a otro niño, esta vez en Goergetown (Washington), siendo la víctima un joven con discapacidad mental.
Quien sí pudo salvar su vida fue Beatrice Kiell, una niña de 8 años de
edad, que se encontraba jugando sola en la granja de sus padres en Staten
Island el 11 de julio de 1924, cuando Fish acertó a pasar por allí. Fish le
ofreció dinero para que lo acompañara y le ayudase a buscar ruibarbo en
los campos vecinos. La niña, confiada, estuvo a punto de abandonar la granja
cuando su madre la vio y ahuyentó a Fish. Pero Fish no estaba dispuesto a dejar
a su presa y trató de dormir, por la noche, en el granero de la familia. Esta
vez, sin embargo, fue descubierto también, esta vez por Hans Kiell quien le
dijo que se marchara.
Fish buscó otra víctima. Tras la sentencia, cuando ya no tenía nada que
perder, Albert Fish confesó también el asesinato de Francis X. McDonnell de 8
años de edad, muerto en Staten Island, cuyo cuerpo, estrangulado con su propia
ropa interior, fue encontrado en los bosques cercanos a la casa del niño, en
Port Richmond, gracias a un vecino que vio al niño y a un anciano dirigirse
hacia allí. Fue el 15 de julio de 1924, cuatro días después de su intento
fallido con la niña de los Kiell. La madre del pequeño Francis recordó entonces
que había visto merodear a un anciano que apretaba los puños y miraba jugar al
chiquillo y a sus amigos.
Tres años más tarde, el 11 de febrero de 1927, Billy Gaffney jugaba en un
pasillo exterior con el que contaba el apartamento de su familia en Brooklyn. Con él
estaba su amigo, Billy Beaton. Ambos chicos desaparecieron, pero Beaton fue
encontrado, finalmente, en el tejado del edificio de apartamentos. Cuando se le
preguntó sobre qué había pasado con el chico de los Gaffney, Beaton dijo:
"se lo ha llevado el Coco". La investigación señaló primero a Peter
Kudzinowski, otro asesino en serie, que mató al menos a un adulto y dos niños y
que actuaba en la misma zona y en la misma época en que lo hizo Albert Fish. Sin
embargo, un conductor de tranvía de Brooklyn,
Joseph Meehan, vio una foto de Fish en los diarios y lo identificó como el
hombre que vio el 11 de febrero de 1927, tratando de calmar a un niño sentado a
su lado en el tranvía. Según contó Meehan, el chico no llevaba chaqueta y
lloraba por su madre. La situación estaba poniendo nervioso al hombre que le
acompañaba, así que arrastró al niño fuera del vehículo. La policía comparó la
descripción del niño con la de Billy y comprendió que se equivocaban de sospechoso
con Kudzinowski. El cuerpo de Gaffney nunca fue recuperado pero Albert Fish
confesó luego, a la madre de Billy, que lo visitó en la prisión de Sing Sing,
que lo había atado y lo había rajado con un cuchillo, sacándole los ojos, hasta
matarlo. Luego, lo había desmembrado y había cortado su nariz y algunos otros
trozos de carne para comérselos. El resto, lo había arrojado a las aguas
fangosas de un camino. visitó a Fish en
la correccional de Sing Sing para tratar de obtener más detalles de la muerte
de su hijo. La confesión completa de Albert Fish puede leerse AQUÍ.
Captura
Llegamos de nuevo a 1934. La carta enviada por Fish a la madre de Grace llegó en un sobre marcado con un símbolo hexagonal con las siglas N.Y.P.C.B.A., iniciales y emblema de la Mutua Privada de Chóferes de Nueva York. Siguiendo esta pista, la policía interrogó a los miembros de la compañía y sus trabajadores y dio con un portero que recordó que, cuando se mudó, había dejado olvidados algunos de esos sobres en una habitación que había alquilado en la calle 200 East 52nd. Street. Los agentes fueron al lugar y la propietaria de los apartamentos pudo corroborar que un tal Albert Fish se había alojado unos días antes. Fish vivía del dinero que le mandaba un hijo suyo. Y no debía fiarse demasiado de su padre porque en su último envío había pedido a la mujer que retuviera su siguiente cheque para él.
El responsable de la investigación era el agente William King. Guiado por
su instinto, no estuvo dispuesto a dejar a escapar al asesino y, viendo que no
se encontraba en su apartamento, esperó en la puerta del mismo, hasta que Fish
regresó. Éste accedió a acudir a la comisaría para responder a unas preguntas
pero, viéndose descubierto, en cuanto bajaron la escalera y llegaron al portal,
Fish sacó dos navajas de sus bolsillos y con una de ellas en cada mano amenazó
al policía. Éste no tuvo miedo. Se abalanzó sobre Fish y le desarmó,
conduciéndole a comisaría. Fish confesó sin necesidad de que le presionaran. Y
confesó también que la muerte de Grace fue incidental, porque la víctima que él
perseguía era su hermano, el muchacho de los Budd, Edward.
Ajusticiado
El juicio del pueblo contra Albert Fish comenzó el lunes 11 de marzo de
1935 en White Plains, New York. El abogado
fiscal de distrito Ellbert F. Gallagher, le acusaba de un solo crimen, el único
que realmente podían probar: el de Grace Budd. La estrategia del defensor de
Fish, James Dempsey, fue alegar locura. Durante diez días Fish juró haber escuchado voces de Dios ordenándole
matar a los niños y un nutrido número de psiquiatras forenses testificaron
tanto a favor como en contra de esa locura. Todos coincidían en enumerar las
múltiples desviaciones de Fish, su fetichismo sexual, la coprofagia, la urofilia,
la pedofilia, el masoquismo… Una radiografía de Fish tomada al cuerpo tras su
muerte mostró que tenía un total de 29 agujas clavadas alrededor de la zona
genital. Sin embargo, los especialistas no se ponían de acuerdo en cuál de
todas estas “desviaciones” podía convertir a Fish en un demente sin control de
sus actos. Así lo creía (o al menos así lo declaró) el jefe de los expertos de
la defensa, un psiquiatra especializado en desarrollo infantil llamado Fredric
Wertham, que realizaba exámenes en las cortes criminales de Nueva York. También
declaró para la defensa la hijastra de Fish, Mary Nicholas, con 17 años de
edad, que describió cómo su padrastro la involucraba a ella y a sus hermanos a
juegos sexuales que incluían el masoquismo y el abuso.
El jurado lo encontró cuerdo y culpable, y el magistrado, Frederick P.
Close ordenó su ejecución en la silla eléctrica.
Fish ingresó en el correccional de Sing Sing en marzo de 1935 y fue
ejecutado el 16 de enero de 1936. Entró a la cámara de ejecución a las 11:06 p.
m. Tres minutos después, el doctor certificaba su muerte. Fue sepultado en el
cementerio de Sing Sing. Se tiene por cierto que, ante la expectativa de sufrir
el mayor dolor conocido por la descarga eléctrica, comentó: “será la
experiencia suprema de mi vida".
El Vampiro de
Brooklyn
Aunque Albert Fish negó estar involucrado en más asesinatos y confesó sin
problemas los que ya hemos mencionado, el investigador que le detuvo, el
detective William King estuvo siempre convencido de que Fish podía haber sido
"el vampiro de Brooklyn", un violador y asesino cuyas víctimas eran
principalmente niños.
Si eso fuera así y King estaba en lo cierto, a la lista de víctimas de Fish
habría que añadir al menos tres más:
Yetta Abramowitz, de 12 años de edad. Estrangulada y golpeada el 14 de mayo
de 1927 en el tejado de un edificio de apartamentos de 5 niveles ubicado en
1013 Simpson Street, en el Bronx. Murió en el hospital minutos después de ser
hallada. El asesino escapó, pero 20 detectives y muchos policías uniformados
estuvieron buscando a un joven alto que había intentado atraer a varias
jovencitas hacia callejones oscuros.
Mary Ellen O'Connor, de 16 años de edad, que desapareció en Far Rockaway,
en Queens, el 15 de febrero de 1932. Su cuerpo se encontró, más tarde, en los
bosques cercanos a una casa que Fish había estado pintando. Su asesino la había
mutilado.
Benjamin Collings, de 17 años, asesinado en 1932.
Albert Fish también fue conocido como el "Hombre Lobo de Wysteria", "el anciano caníbal" o "El hombre gris"
Albert Fish también fue conocido como el "Hombre Lobo de Wysteria", "el anciano caníbal" o "El hombre gris"
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