Sylvia Likens |
Piensen en cualquier película de terror que hayan visto y
luego imaginen que no se trata de un film sino que es algo que está ocurriendo
en la vida real. ¿Les horroriza? Pues estoy convencido que ninguna de esas películas
que puedan imaginar supera a lo acontecido en el caso de Sylvia Likens “el caso
de abuso físico más terrible del estado de Indiana” según los médicos forenses.
La historia de nuestra triste protagonista arranca en
1949, cuando nació en el seno de una familia humilde formada por sus padres y
sus cuatro hermanos, Diana y Daniel, mellizos dos años mayores que ella y Jenny
y Benny, también mellizos pero un año menor. La familia vivía de forma humilde,
era disfuncional y sus padres, Bertha y Lester Likkens, tendían a discutir con
frecuencia, llegando a vivir largas temporadas separados. Precisamente uno de
esos momentos en los que la pareja se separó tuvo lugar en 1965, el año en el
que empezó la pesadilla de Sylvia. En aquella época Bertha Likkens se mudó a
Indianapolis junto a Sylvia y Jennifer y rápidamente entabló amistad con una
señora asmática que conoció en la iglesia, madre de seis hijos y que respondía al
nombre de Gertrude Baniszewski. La relación de amistad se afianzó rápidamente y
cuando Lester le ofreció a Bertha trabajar con él en una feria itinerante esta
propuso a Gertrude como la persona encargada del cuidado de Sylvia y Jennifer.
Tras conocer a la mujer y el entorno en el que vivía, Bertha y Lester acordaron
con Gertrude el pago de veinte dólares a la semana a cambio de que ella cuidara
de sus hijas mientras ellos estaban lejos de casa.
La llegada de Sylvia y Jennifer a la casa transcurrió con
normalidad durante los primeros días. Gertrude se mostró atenta y afable con
las chicas y ellas parecían tener una relación cordial con sus hijos. Sin
embargo, un retraso en el pago de los veinte dólares en la primera semana hizo
que la pesadilla de Sylvia comenzara.
Al no recibir el dinero, Gertrude
enloqueció y castigó a las chicas como forma de represalia por la demora del
cheque, a pesar que Sylvia intentó persuadirla diciendo que el dinero se habría
retrasado pero que llegaría. La señora Baniszewski no hizo caso a las demandas
de la chica y obligó a ambas a que se quitaran la falda y la ropa interior y se
inclinaran sobre una cama. Después les azotó en las nalgas con una pala de un
centímetro de grosor. Realmente sólo golpeó a Sylvia, ya que esta propuso a
Gertrude que la castigara a ella en lugar de a Jennifer ya que la menor de los
Likkens padecía poliomielitis y Baniszewski accedió a esa petición. Al día
siguiente, el cheque llegó a la casa de la señora Baniszewski. Se
había retrasado un día por un fallo en el servicio postal. Pocos días después de aquel
primer incidente Bertha y Lester, los padres de Sylvia y Jenny, acudieron a la
casa de Gertrude Baniszewski para ver a sus hijas. Ellas, lejos de lo esperado,
no contaron nada a sus padres sobre el castigo sufrido por Sylvia algunos días
antes y éstos se fueron de la casa convencidos que habían realizado una gran
elección para sus hijas. Sin embargo, a partir de aquí comenzó el verdadero
calvario de Sylvia Likens, a quién Gertrude consideraba una sucia y una
promiscua.
Gertrude Baniszewski |
La señora Baniszewski no dudaba en castigar de forma física
y psicológica a la joven ante cualquier acción de esta. Por ejemplo, uno de los
peores episodios que tuvo que soportar Sylvia se produjo un día en el que fue a
la tienda y tardó más de la cuenta en regresar a casa ya que encontró unas
botellas de soda y las fue a vender para sacar un poco de dinero extra.
Gertrude no creyó a la chica y la obligó a desnudarse delante de todos sus hijos
y de su hermana Jenny, después la forzó a meterse una botella de Coca-Cola por
la vagina, con tan mala suerte que la botella se rompió y le provocó el
desgarro de las paredes vaginales. Toda la familia Baniszewski rió ante los
desgarradores gritos de dolor de Sylvia. Su hermana Jenny simplemente miraba
con estupor lo que acontecía.
Los golpes que recibía Sylvia eran constantes y casi a
diario. Incluso, cuando Gertrude se cansaba, cedía los honores a su hija Paula, una joven de dieciocho años con un marcado
sobrepeso (cerca de 90 kilos). Ésta no dudaba en descargar toda su furia contra
la chica, de la que sentía envidia por su éxito con los chicos del barrio. Por
si ese castigo no fuera suficiente, frecuentemente la señora Baniszewski sentaba a Sylvia a la
mesa sin ponerle comida y la obligaba a permanecer sentada mientras el resto de
comensales se daban un buen festín. De vez en cuando su hermana robaba un
mendrugo de pan y se lo daba, aunque estas veces eran las menos ya que Jennifer
estaba aterrada ante la posible represalia que recibiría si era sorprendida
dando comida a su hermana.
La situación fue empeorando para Sylvia con el paso de
las semanas ya que más gente se fue uniendo al maltrato que recibía. Uno de los
‘nuevos’ fue Coy Hubbard, un adolescente de 15 años, dos metros de altura,
ochenta y cinco kilos y experto en judo. Era el novio de Stephanie, una de las
hijas de Gertrude. Y su primer acto consistió en lanzar a Sylvia por las
escaleras del sótano como castigo a la chica por haber utilizado un chándal de
Paula para poder dar la clase de Educación Física en el colegio. Aquel golpe
provocó que la muchacha permaneciera dos días inconsciente. Aunque no fue la
única vez que Coy actuó de forma cruel con la joven. De hecho, el muchacho gozaba
practicando con Sylvia sus técnicas de judo, aunque la muchacha solía aterrizar
en el suelo y no en el colchón preparado para esos ‘entrenamientos’. Por si
fuera poco, cada vez que Sylvia aterrizaba en el suelo los presentes se
burlaban y reían de la joven.
Paula Baniszewski |
En una ocasión, el reverendo Roy Julian visitó a los
Baniszewski y quedó preocupado por la situación en la que encontró a Gertrude,
por ello dio parte a los servicios sociales y provocó que una trabajadora
social llamara a la señora Baniszewski para preguntarle por la situación en
casa. Gertrude no dudó en aprovechar la oportunidad y le comentó que Sylvia era
una prostituta que estaba corrompiendo a sus hijo. La trabajadora social se
compadeció de la señora Baniszewski y nunca más volvió a llamar. Fue,
probablemente, la última posibilidad que tuvo Sylvia para haber salido del
infierno que era su vida en aquella casa en la que cada día recibía golpes en
todas las partes de su cuerpo. Incluida la vagina, objetivo de las patadas de
quienes le agredían y desencadenante de un Nuevo empeoramiento de la situación
de la adolescente en la casa. Una noche, fruto de esos golpes, la joven perdió
el control de su vejiga y se orinó en la cama algo que desató, una vez más, la
ira de Gertrude. La señora Baniszewski volvió a forzarla a que se introdujera
una botella de Coca-Cola por la vagina, la golpeó y después la reubicó en la
casa, ya que a partir de ese momento Sylvia pasó a dormir sobre un colchón en
el suelo del sótano. También cambió su menú de comidas ya que desde ese
instante apenas tenía un poco de agua y galletitas saladas para comer. Por si
fuera poco, la torturada muchacha fue obligada a comer su propio excremento. Huelga decir que acabó desnutrida y
deshidratada.
Gertrude empezó a decir por el vecindario que Sylvia era
una prostituta e incluso la obligó a redactar cartas contando escabrosos
encuentros sexuales y reconociendo que era prostituta. También afirmó que
Sylvia le había causado problemas desde que llegó y que por eso la había
mandado a un reformatorio de Indiana. Los vecinos creyeron a la señora
Baniszewski. O tal vez no. Nunca se sabrá. Lo único cierto es que reconocieron
haber escuchados gritos viniendo de la casa pero nunca hicieron nada al
respecto porque “era mejor no meterse en problemas”.
Mientras tanto, en la casa la situación de Sylvia era
cada vez peor. Los varones Baniszewski solían sumergirla en baños de agua
hirviendo que hacían que, al acabar, su piel estuviera muy irritada y roja por el
calor. Incluso en una ocasión la joven se desmayó en el baño y la sacaron del
agua tirando de su pelo. Ese fue el momento en el que la mediana de los Likens
decidió dejar de resistirse ante los abusos. Y esta decisión, como casi todas,
sólo empeoró las cosas ya que Gertrude Baniszewski decidió despojarla de la
blusa y los pantalones y dejarla desnuda en la casa durante el tiempo que la
adolescente estuviera viviendo allí. Esto no importó demasiado a una Sylvia
cada vez más demacrada por las palizas de todos los miembros de la familia,
incluido John Baniszewski, el joven de trece años que disfrutaba escuchando los
gritos de dolor de Sylvia cuando le pegaba patadas, puñetazos, la pisaba cuando
estaba en el suelo o le apagaba cigarros en su cuerpo.
Ricky Hobbs |
Aunque no sólo los Baniszewski abusaron de la chica.
Otros chicos y chicas del vecindario lo hicieron. Como el caso de Ricky Hobbs,
un muchacho que había intentado ser novio de Sylvia cuando ésta llegó a la ciudad
pero que había sido rechazado por la joven. Ese rechazo le había generado un
odio tremendo hacia la joven y, cuando tuvo oportunidad, se desquitó. Numerosas
veces acudió a la casa Baniszewski junto con Coy Hubbard para abusar de la
chica, a la que ataban a una viga de madera que había en el sótano y la golpeaban
hasta que acababan exhaustos. Era como un saco de boxeo. En una ocasión la
muchacha se desmayó y todo el mundo pensó que había muerto por la ferocidad de
los golpes de Ricky Hobbs. Aunque,
finalmente, la joven pudo recuperarse.
A esas alturas, la casa de los Baniszewski se había convertido
en la principal atracción para los chicos y chicas del barrio. Los jóvenes invitados
a los grotescos espectáculos observaron que Sylvia soportaba el abuso al que
era sometida y empezaron a participar en los actos. Primero comenzaron a
mofarse de ella y, poco a poco, empezaron a aplicarle castigos físicos. Los
chicos la mordían, la besaban, la acosaban, la intimidaban, la violaban, la
sodomizaban e incluso no dudaban en llevar a sus novias y a otros amigos a que
vieran el espectáculo. De hecho, no fueron pocas las ocasiones en las que estos
‘mirones’ y ‘mironas’ pasaban a la acción y participaban en el tortura que
sufría Sylvia. Alguien, en una muestra más de desprecio hacía la joven, hizo un
dibujo de la niña poniéndole cuerpo de mujer y una posición sexualmente
explícita. Este dibujo circula hoy día por
Internet.
Los abusos iban en aumento y el infierno de Sylvia parecía
no tener fin, del mismo modo que las maldades que pensaban sus abusadores iban
en aumento con el pasar de los días. Poco antes de su muerte, Gertrude tomó una
aguja al rojo vivo y en el abdomen de la chica escribió: “Soy una prostituta y
estoy orgullosa de serlo”. Sin embargo, cuando estaba por la mitad del trabajo
se cansó y cedió el mando a Ricky Hobbs, quién continuó el trabajo ayudado por
John Baniszewski, quién sujetaba los brazos a Sylvia mientras esta gritaba de
dolor. Hacía el final del texto, la aguja dejó de quemar la piel de la chica y
Hobbs acabó el trabajo haciéndole cortes. Al acabar, Gertrude Baniszewski
espetó a la chica: “Ahora ya no podrás mostrarte desnuda ante ningún hombre sin
que te vea la marca. Ahora ya nunca podrás casarte. ¿Qué vas a hacer?” Ese
mismo día, Coy Hubbard dejó inconsciente a Sylvia al golpearla con un palo de
escoba en la cabeza.
A pesar de haber bajado los brazos, la joven todavía tuvo
agallas para intentar escapar de la casa pocos días antes del fatal desenlace.
Sin embargo, fue descubierta en su intento y fue castigada. En esta ocasión fue
su hermana Jennifer la encargada de llevar a cabo el castigo, obligada por
Gertrude. La menor de los Likens tuvo que abofetear a Sylvia en la cara hasta
que su rostro quedó totalmente rojo. Tras aquel castigo, los golpes y los
abusos continuaron sin cesar.
El día anterior su muerte, Sylvia Likens tuvo que
soportar como Paula le echó sal en todas sus heridas. El 26 de octubre de 1965
la joven amaneció inconsciente y con delirios ya que hablaba sobre irse con sus
padres a la feria. Sus moratones, cortes, cicatrices y heridas le daban un
aspecto lamentable acompañado por un casi insoportable hedor fruto de la falta
de aseo. Gertrude, en un penúltimo acto sádico decidió mojar a la chica con una
manguera. Los asistantes al espectáculo no dudaron en reír mientras el agua
caía sobre el demacrado cuerpo de Sylvia. Fue la última vez. La joven dejó de
responder y el silencio llegó a la casa Baniszewski. Richard Hobbs decidió
llamar a la policía para, a través de una mentira, conseguir que estos le
practicaran los primeros auxilios y que los presentes quedaran como héroes ante
el vecindario. Pero nada más lejos de la realidad. Los oficiales y médicos solo
pudieron certificar la muerte de la joven y, además, declararon que el de Sylvia
Likens era el peor caso de abusos de la historia de Indiana. La joven murió por hemorragia cerebral,
shock y desnutrición.
Durante el juicio, los adolescentes del barrio aceptaron
su culpa y no dudaron en detallar los castigos a los que habían sometido a
Sylvia. Gertrude Baniszewski, por su parte, descargó la culpa en sus hijos y en
los adolescentes del barrio alegando que no sabía lo que ocurría en el sótano,
aunque todos los jóvenes declararon que era ella quién alentaba la tortura y
participaba en ella. Jennifer Likens, la hermana de Sylvia, declaró lo mismo
que los otros jóvenes.
Finalmente, Gertrude Baniszewski fue hallada culpable de
asesinato en primer grado y sentenciada a cadena perpetua. En 1985, tras veinte
años en prisión, consiguió la libertad condicional. Aunque no fue hasta poco
antes de su muerte, en 1990, cuando reconoció su culpa y achacó sus actos a
problemas personales y a unos medicamentos que consumía en el momento de los
hechos. Su hija Paula fue hallada culpable de asesinato en segundo grado y
sentenciada a cadena perpetua. Sin embargo, tras pasar siete años en prisión
obtuvo su libertad condicional en 1973. Coy Hubbard fue hallado culpable por
homicidio impremeditado y sentenciado a 21 años de prisión. Se convirtió en un
delincuente habitual y volvió a la cárcel con frecuencia. Richard Hobbs fue
hallado culpable por homicidio involuntario y sentenciado a 21 años de prisión.
Murió cuando tenia veinte años debido a un cáncer pulmonar. John Baniszewski,
que contaba con trece años en el momento de los hechos, fue también sentenciado a cumplir
21 años de cárcel convirtiéndose en el preso más joven del reformatorio de la
historia de ese estado. Posteriormente se convirtió en un pastor laico.
Finalmente, Stephanie Baniszewski fue hallada culpable por cómplice y fue
sentenciada a cumplir 12 años en prisión.
Tal ha sido el impacto de este caso que no son pocos los
libros y películas que tratan sobre el mismo. Por ejemplo, el libro The Girl Next Door de 1989 escrito por
Jack Ketchum tiene varias similitudes con este caso aunque los nombres y la sinopsis
cambian respecto a la vida real. Este libro dio lugar a la película La chica de al lado protagonizada por
Blythe Auffarth y Elisha Cuthbert. Aunque tal vez sea la película An American Crime, protagonizada por
Ellen Page, la que más se acerca a la realidad, a pesar que algunos hechos
reflejados en el film no encajan con lo acontecido en la vida real. Sea como
sea, en esta ocasión la realidad supera la ficción.
Hay una película de Manuel Summers que se llama "to er mundo e güeno".
ResponderEliminarNo. To er mundo e una puta mierda, la gente no es buena. Esto es un claro ejemplo de cómo cuando desaparecen las prohibiciones de conductas moralmente rechazables, entre un grupo de personas, ninguna de éstas se sienten ya atadas por esas reglas éticas, y son capaces de producir actos de una crueldad imposible de superar. Y estamos hablando de un amplio grupo de personas, niños, adolescentes, chicas... Todos y todas a una torturando, humillando a una niña durante meses. Luego nos sorprendemos del bullying. ¿Quiénes son capaces de esto? Para empezar, mucha gente, ahora, prefiere que los refugiados se mueran bajo las bombas antes que abrirles nuestras puertas. He ahí la respuesta de quién es capaz de esto.
Gracias por el comentario. Únicamente desearíamos que no se empleasen palabras malsonantes, aunque es muy comprensible la indignación.
Eliminardios quiera que esa gente al murir halla sufrido mucho y se retuerza en el infierno, los otros que salieron libres llevaran la marca de llevar sangre de asesinos en sus venas.
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