La historia de vida de José Guedes comienza a ser
conocida. Lo cuenta, sobre todo, el diario O Sol, con informantes tan solventes
como Joel y Rosa, sus hijos.
José Guedes es hijo de una mujer que ejerce la
prostitución y, además, obraba como alcahueta para sus hijas, acompañándolas a
donde solían parar los camioneros y forzándolas a prostituirse también. Esta
mujer abandonó a una de sus hijas, que acabó siendo adoptada por una familia de
Lisboa. Uno de los hermanos de José Guedes, es toxicómano y el otro alcohólico,
al menos por entonces.
José contrae matrimonio con una mujer llamada
María Nazaré. Viven con los padres de ella hasta que pueden comprarse una casa
propia y hasta que los padres de Maria Nazaré los expulsan de su casa, porque
José Guedes golpea a su suegra haciéndola sangrar. Entonces se marchan, pero
dejan con los abuelos a su hija mayor, Rosa, para la que sus padres se
convierten en hermanos, ya que se acaba criando con los abuelos.
Por Rosa y Joel, también sabemos que José
maltrata a su mujer. Muchas veces se avisaba a la policía tras un episodio de
violencia doméstica, que siempre acababa en nada, porque María Nazaré retiraba
la denuncia.
Fue, tal vez, por ese motivo, por lo que José
Guedes comienza a ir a una psicóloga y ésta le recomienda que escriba un diario.
Son las libretas que guardan ese diario en las que vuelca José todos sus
secretos y habla de sus crímenes, aunque sólo acudiría a un par de sesiones con
la psicóloga. Y son, esos diarios, los que lee Joel con unos diez años,
enterándose entonces de que su padre es el Destripador de Lisboa.
Siempre según Joel, no fue el interés en entrar
en un show televisivo el que le motivó a revelar el secreto de su padre sino,
precisamente, el aumento de la cada vez mayor violencia física que éste
descarga contra su madre. Rosa, que no leyó nunca los diarios, cree muy posible
lo que cuenta su hermano. Ella cree a su padre capaz de haber cometido aquellos
crímenes y suma a su convicción lo que para ella es una prueba definitiva: ella
se casó un 31 de junio. Precisamente en la misma fecha en que el Destripador
cometía el primero de sus crímenes.
La periodista Felicia Cabrita en un programa de TV |
Al llegarle la denuncia de Joel, la periodista
del diario Sol, Felicia Cabrita, decidió contrastar la historia del joven. La
Policía de Seguridad Pública confirmó las denuncias por malos tratos de Maria
Nazaré y las sucesivas visitas de la policía en su domicilio cuando sufría esos
malos tratos. Pero la reportera quiso acudir, directamente, al propio José
Guedes y podemos imaginarnos su sorpresa cuando el hombre aseguró, sin
problemas, que efectivamente su hijo decía la verdad: él era el Destripador de
Lisboa. La periodista no se lo pensó dos veces y le realizó sucesivas
entrevistas, en las que José Guedes le fue contando su biografía y todos los
detalles de los asesinatos. Le contó que a la primera víctima la encontró
sentada en una roca a unos 300 metros del lugar al que ella le condujo. La hizo
arrodillarse para que le hiciera una felación y entonces la golpeó con la
rodilla en la cara y luego le siguió dando patadas y golpes. La estranguló y,
sólo entonces, la abrió. Dijo que empleó un cuchillo que había robado antes en
un bar; usó el cuchillo para abrirla y para herirla en el vientre, pero en
este, como en los otros casos, usaba un cuello de botella roto, un vidrio, para
arrancarles las vísceras, enganchándolas y tirando de ellas con la parte
cortante. Dijo, también, que no sabía que se llamaban todas María, que eso fue
casualidad, no fue buscado.
El presunto destripador aclaró que estas mujeres
le recordaban a su madre, quien le abandonó cuando era muy pequeño, dejándole
con su abuela, una mujer a la que parece admirar. Guedes aborrece a su madre
pero asegura que, aunque quisiera, no puede asesinarla a ella, porque el mal
viene, precisamente, de su útero. Está obsesionado con el hecho de que sus
víctimas, así como su madre, no se han casado nunca. Por eso busca su útero. Él
no tiene conocimientos de medicina y dice no saber dónde está el útero. Por eso
destripa a la prostituta, escudriña en su interior tratando de saber qué órgano
debe extirpar y, finalmente, va extrayendo cada vez más órganos, porque no sabe
qué debe arrancar. Para que no traigan más mal al mundo, esa es su motivación.
Un momento de la entrevista de Cabrita a José Guedes |
A su segunda víctima la encuentra en Entrecampos,
sola, a las tres y pico de la mañana, no en mitad de la calle, como sugiere la
periodista, sino debajo del puente, en una de las bases de cemento de uno de
los arcos del viaducto. En este caso, ya se había proveído de un bisturí, que
compró en una farmacia. La estranguló, la abrió, esta vez desde el mismo
cuello, una hendidura unos 30 centímetros más larga que a la primera, calcula
Guedes, y procedió de la misma manera que con la primera. Algunas vísceras
estaban sobre un pedazo de tejido blanco pero asegura que el paño estaba allí
ya, que no lo trajo él. Además, le arrancó un pezón, algo que supone una
contradicción con su testimonio, en el que asegura que arrancó ambos pechos.
La tercera fue “igual que la anterior”. Aseguró
haberse enterado que era amiga de la primera víctima porque ella lo comentó:
“mataron a una amiga mía hace cosa de un año”. Con María Joao estuvo y habló
durante más tiempo porque -afirma Guedes-, ésta quería pasar más tiempo para
ver si ganaba más dinero para comprarse droga. Él le prometió falsamente que le
daría el dinero que le faltaba, aunque, obviamente, nunca tuvo intención de
dárselo. Nunca hizo nada con ninguna: no quería hacerlo, asegura. Esta tercera
mujer le llevó a un barranco, donde había una obra de un astillero. Y allí
procedió de la misma manera.
La policía, en su perfil, concebía al asesino
como un hombre de pequeña estatura, ya que todas las prostitutas eran muy
bajitas. Presumía que, de esa manera, se aseguraba de poder controlarlas si
éstas se resistían. Guedes desmiente en las entrevistas que haya atacado a
prostitutas de baja estatura por ese motivo, él es un hombre de estatura media.
Reconoce que dejó una huella de una de sus manos en uno de los escenarios, el
tercero, porque perdió pie y se sujetó, también puso ropa encima de esta misma
víctima, no con intención de taparla, asegura, sino porque “me apeteció”.
Niega, sin embargo, que dejara una colilla dentro del estómago de ninguna de
ellas. Imagina que pudo acabar allí por casualidad, porque el escenario estaba
lleno de cosas o porque ellas mismas fumaban.
De la misma manera, confesó también un nuevo
crimen en Aveiro, en 2000 y otro ya en Alemania.
El crimen de Aveiro no fue menos brutal que los
tres de Lisboa, pero fue muy distinto. Filipa fue encontrada en enero de 2000
en una casa individual a la que fue conducida con el pretexto de pagarle a
cambio de sexo. El modus operandi era ligeramente distinto al de los
otros crímenes: la mujer fue golpeada con un objeto contundente y luego
estrangulada. Su cadáver apareció desnudo de cintura para abajo con los pies
cruzados y los brazos en cruz, como crucificada. A José Guedes también se le
atribuyó haber entrado, el 5 de julio de 2006, en el domicilio de un vecino
conocido como Rambo, ubicado en el barrio de Biquinha, en Matosinhos, después
de que la selección de Portugal perdiera un partido con la de Francia. Para
aliviar la consternación causada por esa derrota, Guedes entró a la fuerza en
casa del vecino y prendió fuego a periódicos y revistas. Los bomberos
estuvieron hora y media extinguiendo el incendio, que costó más de 10.000 euros
al erario público.
Estos dos crímenes no habían prescrito aún y la
Policía Judicial detuvo a Guedes, encontrando además, en el registro de su
vivienda, en la habitación de su hijo, Pedro, 252 balas, un gorro de montaña,
un cuchillo de cocina, un BI a nombre de Maria Moreira y varias tarjetas
bancarias con el nombre de José Novais. Ante estas evidencias, el fiscal
decidió enviar el certificado del proceso y lo envió al condado de Matosinhos
para que un tribunal determinara si hay razones para investigar la conducta del
hijo del destripador.
La orden de enjuiciamiento también confirmaba la
existencia del SMS en el que José Guedes prometía a la periodista de O Sol que
demostraría la veracidad de sus declaraciones matando a otra prostituta. Más
aún, Guedes, según este informe, guardaba en su casa recortes de noticias sobre
crímenes violentos y “un juego de cuchillos cuidadosamente colocados en un
cajón de muebles de la sala”; cuchillos que la familia tenía prohibido
utilizar.
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