Ars Moriendi 1: El caso Tchaikovsky, una muerte patética

Iniciamos con el que aquí presentamos una serie de pequeños artículos que compondrán un corolario anecdótico-criminológico a la historia de sus protagonistas. Recorreremos, en esta nueva sección, de la mano de Pedro Antonio Sillero, los casos reales de maestros en todas las artes que murieron en circunstancias extrañas, misteriosas o sospechosas, para repasar las conjeturas y soluciones que, a lo largo de los años posteriores, tratando de descifrar el misterio, propusieron y conjeturaron los más atrevidos investigadores y/o expertos. De algunos de ellos no se encontró nunca el cadáver. De otros se dijo que habían muerto asesinados.Alguna otra, sencillamente, desapareció de manera súbita y misteriosa cuando estaba rodeada de conocidos y amigos para aparecer su cadáver al cabo del tiempo, flotando en el mar. Es el "Arte de Morir" de quienes vivieron del arte.    

           


Por Pedro Antonio Sillero.-

El 28 de Octubre de 1893 (1) se estrenaba en San Petersburgo, con discreto éxito y bajo la dirección del propio compositor, la Sexta Sinfonía de Tchaikovsky.

El 6 de Noviembre, tras varios días de agonía, Tchaikovsky fallecía en esa misma ciudad.

Pese a la sorpresa inicial (y algunas reticencias de los medios de la época), durante años se asumió la versión oficial: el músico falleció de cólera. La imprudencia, o simplemente la fatalidad, hizo que  en plena epidemia de cólera, bebiera agua sin hervir (probablemente durante la cena del día 1 de noviembre  con su hermano, su sobrino y unos amigos en el restaurante Leiner de San Petersburgo), y se contagió. De hecho, dada la notoriedad del caso, los doctores Berteson, que lo asistieron los últimos días, publicaron un comunicado en el que manifestaban haber sido llamados por la familia, alarmada por la sintomatología que presentaba el músico, y aunque  identificaron rápidamente el diagnóstico de cólera, el músico no pudo superarlo a pesar de los cuidados prodigados que, dicho sea de paso, en esa época eran todavía muy poco eficaces (aunque ello no suponía, ni mucho menos, que todo paciente infectado de cólera acabara falleciendo),  lo cual provocó algunas críticas a la actuación de los citados doctores, aunque sin mayor trascendencia.

Y así, fue pasando el tiempo hasta que en las últimas décadas del siglo pasado, todo cambió: en un artículo publicado en 1981, la musicóloga rusa Alexandra Orlova afirmaba haber tenido acceso a archivos de la casa museo del compositor que demostraban que Tchaikovsky, en realidad, se habría suicidado por exigencia de un presunto “tribunal de honor” formado a instancias del duque Stenbock que no perdonaba al compositor que mantuviera relaciones sexuales con su sobrino, mucho más joven que el músico. Algo parecido, pues, a lo que, dos años después, hiciera el marqués de Queensberry con Oscar Wilde si bien, ni Rusia era Gran Bretaña, ni Tchaikovsky tenía el temperamento cínico y descarado de Oscar Wilde (que tanto daño le hizo a la postre, dicho sea de paso, como veremos en otro artículo), todo lo contrario en realidad.

Desde entonces, se ha formado un auténtico “caso Tchaikovsky” con estudiosos del músico lanzados a indagar todo tipo de variables posibles relacionados con su muerte, y que pueden sintetizarse en las siguientes opciones:

 

 

1.- Tchaikovsky simplemente falleció de cólera. La fatalidad quiso que se contagiara de forma algo absurda, cierto, pero tras ello no habría ningún misterio, sino  simple mala suerte o imprudencia (A fin de cuentas, muertes absurdas las encontramos a diario. En el mundo de la música  no podemos olvidar la de Scriabin, ese gran innovador  la música rusa, muerto a los 43 años  de una septicemia tras la picadura en el labio de una mosca carbuncosa mal curada; o la de Lully, quien, dos siglos antes, se clavó accidentalmente en el pie el bastón de hierro con el que marcaba el compás mientras dirigía; lo que acabó provocándole  gangrena y  su posterior muerte) 

Esta es la tesis que defiende entre otros el musicólogo Roland John Wiley.

Además, Tchaikovsky no tenía ningún motivo para suicidarse: estaba en la cima de su gloria artística, no tenía problemas económicos ni familiares, y el tema de la homosexualidad no era tan grave en Rusia como en otros países: a fin de cuentas la de un hermano (Serguei) del Zar era casi de domino público, y el  propio Modest, hermano del compositor, también era homosexual.

También destacan el error en que incurre la tesis de Orlova al confundir el título de Stenbock, que era conde y no duque, y no tendría la capacidad de influencia sugerida por aquélla.

 

2.- Tchaikovsky se suicidó. Y aquí surgen  dos posibilidades: 

2.1.- Bebió a sabiendas agua infectada y murió de cólera.

2.2.- Se suicidó con cianuro.

El motivo de los que defienden esta opción está en el temperamento depresivo del músico y en su preocupación por la trascendencia que habría tenido la exposición pública de su relación con el joven aristócrata, con el descrédito y escándalo que habría supuesto, por más que no necesariamente implicara cárcel ni condena penal de ningún tipo.

Hay otra posibilidad,  que también podría explicar la motivación del suicidio: Tchaikovsky estaba enamorado no del sobrino del conde Stembock, sino de Vladimir Davydov, sobrino del propio compositor. Este habría sido un amor imposible, no correspondido, y atormentante para Tchaikovsky. De hecho, su Sexta Sinfonía, tan extraña para su época, se explicaría como una obra programática, como un relato autobiográfico que anuncia el trágico e inevitable desenlace habido días después de su estreno, y que rondaba en la cabeza de músico durante toda su composición. No en balde la sinfonía estaba dedicada a su sobrino.

Recuerdan además el oscuro y tampoco resuelto episodio ocurrido en 1877, cuando Tchakovsky se habría intentado (probablemente) suicidar en el río Moscova después de la ruptura de su matrimonio con Antonia Miliukova.

Otro elemento a tener en cuenta es la reacción derrotista del compositor ante las dificultades de los médicos para revertir su grave estado: “me da lo mismo si no mejoro”, parece que les dijo.

 

3.- A Tchaikovsky lo suicidaron.

Esta es la tesis de Alexandra Orlova, posteriormente aceptada por otros estudiosos del caso.- Se apoya en lo explicado respecto a su supuesta relación con el sobrino del conde/duque Stenbock y el hipotético  “veredicto” del  tribunal de honor, formado por antiguos compañeros del propio compositor de la Escuela Imperial de Jurisprudencia. Estos se habrían reunido con Tchaikovsky el 31 de Octubre (víspera de la cena famosa) para tratar la acusación que el duque (en la versión de Orlova) estaba dispuesto a elevar al Zar contra Tchaikovsky, y habrían decidido que la única salida honorable pasaba por el suicidio del músico, que se disfrazaría de muerte accidental por cólera.

Un documental de la BBC emitido en 1993,  afinó aún más: en él, distintos estudiosos concluían que los síntomas conocidos de la agonía de Tchaikovsky encajaban perfectamente con el envenenamiento por arsénico, y se inclinaban por dar validez a la tesis de Orlova.

Hay una variante (como se ve, no tener certezas, permite extender hasta el infinito las especulaciones): la denuncia habría llegado al Zar, y habría sido él, y no el tribunal de honor, quien habría ordenado el suicidio.

 

¿Con cuál quedarse?

A mi juicio, las tres son plausibles, si bien la hipótesis del Tribunal de Honor resulta algo retorcida y novelesca.

No obstante, en mi opinión, y aunque un análisis detallado excedería de los límites de este artículo, la segunda de las opciones descritas es la que resulta no sólo más convincente, sino también, y sobre todo, más coherente con todos los datos que tenemos de lo sucedido en aquellos días, así como con lo que sabemos de la personalidad y el carácter de Tchaikovsky.

En principio, que estuviera en un buen momento tanto artístico como económico no la invalida en absoluto. Conocemos no pocos ejemplos de estrellas que en lo mejor de su carrera se hunden en una espiral autodestructiva.

Y valoro todo lo que he explicado en los párrafos anteriores, sobre todo un elemento  que me parece especialmente convincente, por más que reconozca que a primera vista no  parezca ni fiable ni objetivo, y desde luego no tendría valor en un proceso judicial.

Me refiero a su música.

En concreto a su Sexta Sinfonía.

Cada vez que escucho su último movimiento lo que me llega es  un lamento desgarrado, un estertor trágico que concluye con el silencio… de la muerte. No hay resquicio en él para la esperanza. Todo optimismo ha desparecido. De hecho ni siquiera incluye sus característicos temas melódicos, como sí en su primer movimiento,  que aunque sentimentales (en el sentido noble de la expresión) son de tal belleza que estremecen pero no provocan  congoja. Pero no. El cuarto movimiento, es puro pesimismo, desolación, abatimiento, muerte.

Habrá que esperar trece años, hasta el estreno de la 6ª sinfonía de Mahler (también la 6ª),  para volver a escuchar  un final tan austero y trágico.

Durante mucho tiempo tuve un problema con esta sinfonía. Me pasó con ella lo mismo que a gran parte del público y de la crítica que asistió a su estreno en San Petersburgo. Los cuatro movimientos los encontraba demasiado heterogéneos y como mal ordenados. ¿Y por qué acaba así, con un extraño andante lamentoso? ¿No habría sido más lógico haberlo colocado como tercer movimiento y haber concluido con un Allegro, aunque fuera un allegro ma non troppo, como en el primer movimiento?

 

La respuesta es obvia: no.

Yo estaba equivocado, como el público y la crítica.

Creo que, efectivamente, Tchaikovsky nos estaba hablando a corazón abierto, y que nos anunciaba su final.- La sinfonía no podía acabar de otro modo. Del modo en que acabó Piotr Illich Tchaikovsky el 6 de noviembre de 1893.

Su hermano Modest sugirió que el cólera lo pudo contraer en su domicilio durante un almuerzo el día 2 de noviembre, cuando de pronto se sirvió un vaso de agua sin hervir ante el desconcierto de los familiares. “Sólo él estaba indiferente, y nos dijo que no nos preocupáramos”.

Se conserva una carta dirigida precisamente a su sobrino Vladimir fechada en Febrero de 1893, durante su composición, en la que le confirmaba que era una sinfonía programática (2), “pero ese programa está lleno de sentimientos subjetivos y con frecuencia, mientras la componía, mis ojos se llenaban de lágrimas”.

Las mismas lágrimas que hacen derramar su música genial y trágica más de 100 años después de su estreno.

Cuando  la Sexta Sinfonía se reestrenó días después del fallecimiento de Tchaikovsky, el éxito fue atronador.

Hoy la conocemos por el sobrenombre que, premonitoriamente, eligió su hermano Modest días antes del estreno.” Patética”.

 

NOTAS

1.- Utilizo para las fechas el calendario occidental.

2.- La música programática  pretende representar musicalmente escenas, imágenes o estados de ánimo.

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