Ars Moriendi 7: EL caso Poe. Misterio en Baltimore

  Edgar Allan Poe fue un escritor adelantado a su tiempo. Con sus obras adelantó la ficción científica de Julio Verne y creó el género de detectives en el que el lector descubre al criminal al final del relato, cuando el brillante detective (en el caso de Poe, Auguste Dupin, antecesor de Sherlock Holmes o del Poirot de Agatha Christie), revela a todos cómo sucedió todo y cómo logró ser más audaz que el criminal. Su obra está teñida de sombras. Su vida también. Sus narraciones estuvieron llenas de misterios. Pero ninguno comparable a un episodio sucedido pocos días antes de su muerte. También Poe se adelantó a otra gran autora del género detectivesto, la gran Ágatha Christie. Si la creadora de Miss Marple desapareció 11 días en 1926, Poe lo hizo durante 4 días sin dejar rastro alguno de lo que pudo pasarle. La diferencia radica en que, si la autora apareció ilesa y feliz en un balneario de Harrogate, Poe apareció en un banco de Baltimore en estado de shock y sin apenas poder articular palabra. Las investigaciones sobre este episodio, lejos de aclarar ninguna duda, contribuyen a incrementar la oscuridad de este episodio que hoy nos narra, en esta nueva entrega de Ars Moriendi, nuestro colaborador Pedro Sillero.


Por: Pedro Antonio Sillero




PREFACIO:

Incluso para los que no le han leído, el nombre de Edgar Allan Poe está siempre asociado a sus Narraciones Extraordinarias, relatos de misterio que le han dado fama y prestigio, y de los que Roger Corman, gran director de películas de serie B, hizo allá por los años 60 un puñado de adaptaciones para la gran pantalla, con desigual fortuna, pero con un nivel medio bastante digno y, en general, muy recomendables, aunque sin llegar, ni de lejos, a la altura de los textos.- (1)

Sin embargo, siendo, en efecto, magistrales, y  habiendo en ellas hallazgos a veces no suficientemente valorados (2), quedarse sólo con las Narraciones Extraordinarias supone ignorar una buena parte  de la obra de  Poe porque, junto a dichos relatos escribió una novela imprescindible, La narración de Arthur Gordon Pynn, un gran número de ensayos y cartas, y una cantidad de poemas de tal calidad que permiten incluirlo, con justicia, entre los mejores poetas de lengua inglesa del XIX (Si alguien lo duda, lea  “El Cuervo” o “Eldorado”, o ese precioso “Annabel Lee” a quien Radio Futura puso música convirtiéndolo en una de sus mejores canciones).

Poe fue, por tanto, un escritor total, cuya obra, sea del género que sea, resulta además fácilmente identificable puesto que toda ella está atravesada por una inefable sensación de misterio, de nerviosismo, de morbidez, de una vaga irrealidad incluso cuando describe, como hace en la novela antes referida, escenas vívidas y de gran crudeza, o cuando compone un poema romántico como Anabel Lee. Flota siempre un aire turbio, a veces; tétrico, otras; inquietante, casi siempre. Más aún, leyendo a Poe se tiene la sensación de que, junto con su obsesión por la muerte, sentía la amenaza de una misteriosa fatalidad, de un miedo indescifrable que le provocaba un estado de inquietud permanente.

Pero, ¿era realmente así, o se trata de una impostura literaria?

 

EL PERSONAJE:

En mi opinión, no hay en su obra, ni en su vida,  la más mínima afectación.

Resulta significativo que en su biografía, en la que no faltan las desgracias de todo pelaje, ya desde su misma infancia, la muerte se le apareciera con machacona insistencia: primero su madre, después su primer amor de adolescencia (Mrs. Stanard), su madrastra (Poe tiene 20 años, y era tal el afecto que sentía por ella que se desmayó ante su tumba), dos años después, su hermano mayor, Henry, etc… Pero no sólo la muerte ajena. También la propia revoloteaba en su mente con unas tendencias suicidas que se agudizaron los últimos años, lo mismo que su alcoholismo.

 

Con todo, Poe pudo tener alguna oportunidad si su mujer (y prima), Virginia Eliza Clemm, a la que amaba profundamente, no hubiera fallecido (otra muerte en su biografía) en 1847. A partir de ahí, su vida es una alternancia entre momentos de depresión y caída a los infiernos (intenta suicidarse con láudano) con otros de esfuerzo por resucitar y recobrar su autoestima; y así estuvo girando en una especie de bucle hasta culminar en los extraños acontecimientos que rodearon su muerte el 7 de octubre de 1849, después de haber sido encontrado delirando y en un estado lamentable en una calle de Baltimore, 4 días antes.

Lo ocurrido allí, es un misterio digno de sus Narraciones.

 


 

EL MISTERIO

Poe estuvo cuatro días desaparecido, desde el 29 de Septiembre hasta el 3 de Octubre. Era el año 1849. Poe, que tenía 40 años, apareció en un banco, frente a una taberna, sin papeles ni dinero, sucio, desarrapado y aturdido, con dificultad para expresarse e incapaz de explicar lo que le había ocurrido. De hecho, en los cuatro días que transcurrieron hasta su muerte, no consiguió recuperar totalmente la lucidez. Lo más que pudo fue informar de su nombre a un tal Joseph Walker, un impresor de Baltimore que se hizo inicialmente cargo de él y que llamó en su ayuda a un conocido del escritor, el Dr. Snodgrass quien, tras comprobar el estado en el que se encontraba, decidió ingresarlo en el Hospital de la Universidad Washington, a cargo del Dr. Moran, y donde acabó falleciendo el 7 de Octubre.

A  pesar de los numerosos estudios e investigaciones realizadas, a fecha de hoy nadie sabe a ciencia cierta, qué hizo, con quién estuvo  ni, en definitiva, qué es lo que pasó en Baltimore. No se ha podido localizar ninguna pensión u hotel donde se alojara, ningún restaurante o mesón donde hubiera haber podido detenerse a comer o cenar, ninguna taberna en la que consumiera alcohol, ningún testigo que recordara haberlo visto o se hubiera cruzado con él; nada en absoluto. Es como si el día 29 de Septiembre se lo hubiera tragado un agujero negro o hubiera entrado en una dimensión oculta y no hubiera salido de ella hasta cuatro días después, ya moribundo.

El problema es que su estancia en el Hospital tampoco aporta mucha más información porque el Dr Moran, única persona con la que Poe tuvo un contacto diario, (se prohibieron las visitas al enfermo) cambió en varias ocasiones la versión de lo sucedido en aquellos días, mezclando y haciendo bailar las fechas, las horas y hasta las palabras del paciente, hasta el punto de que cuando se intenta reconstruir ese período final de la vida de Poe se tiene la sensación de estar manejando un puzle al que le falten piezas y tenga, además, mezcladas otras que no le pertenecen. Tan es así, que ni siquiera constan registros escritos del ingreso de Poe en el archivo del Hospital, ni aun el certificado oficial de defunción.

¿Cómo es posible?

Poe no era, ni mucho menos, una figura desconocida y, por eso, los días previos a su llegada a Baltimore sí han podido reconstruirse con bastante exactitud.

 

En realidad, en esos momentos nada hacía presagiar su trágico (y desconcertante) final.

Se encontraba por aquel entonces en uno de esos períodos de recuperación a los que antes me he referido. De hecho, llevaba unas semanas ilusionado y feliz ante la posibilidad de contraer nuevo matrimonio, esta vez con Sarah Elmira Royster, una antigua novia de su juventud que también había enviudado. Se reencontraron en Richmond ese verano de 1849 y tras unos titubeos iniciales, en Septiembre aceptó la propuesta de matrimonio de Poe, fijando la boda para el mes siguiente. Es cierto que cuesta imaginar a nuestro protagonista de nuevo enamorado de una antigua conocida, así, de pronto, y, habida cuenta de que tras la muerte de su mujer ya había cortejado sin éxito a otras dos mujeres de su entorno, lo que parece haber es, en realidad, una necesidad desesperada  por llenar el hueco que Virginia había dejado en su vida. En todo caso, la  impresión es que con Elmira, al menos, sí recuperó la ilusión.

Mientras tanto, los médicos le habían advertido que tenía que dejar totalmente la bebida: una nueva borrachera (a comienzos de ese verano tuvo más de una) podría tener fatales consecuencias. Poe se tomó en serio la amenaza. Se inscribió en una sociedad antialcohólica y a partir de ese momento no probó una gota de alcohol. En entonces cuando decide volver a su casa de Nueva York en busca de su todavía suegra, María Clemm, que además era su tía, y quizás la persona que más respeto le infundía, a fin de que asistiera a su boda.

Aparentemente, todo iba bien. Unos días antes había pronunciado una conferencia en Richmond a propósito de El Principio Estético, y en su última carta a su tía le informa de que “los periódicos me han elogiado (…), en todas partes se me recibe con entusiasmo”. Parece contento y tranquilo.

Entonces, el 27 de Septiembre, a las 4 de la madrugada, se embarca rumbo a Baltimore, adonde llega el 29.  Unas horas después tenía que tomar un tren hasta Filadelfia; pero a partir de su llegada a Baltimore se acaba la información. Ya no hay más datos. Ni  siquiera una pista fiable de lo que pudo ocurrir.




 

LAS HIPOTESIS

La versión que más éxito ha tenido desde los primeros momentos, es que durante las horas en  que Poe tuvo que esperar el tren hacia Filadelfia no pudo evitar caer en la tentación del alcohol y, ya borracho, fue de taberna en taberna hasta que unos desaprensivos lo utilizaron para una estafa electoral denominada “cooping”, que en aquélla época no era  infrecuente. En efecto, en época de elecciones agentes electorales de tal o cual partido empleaban a borrachos para hacerlos votar en varios lugares, llevándolos de un comicio a otro a cambio de más bebida, hasta que, cuando el votante ya no aguantaba en pie, lo dejaban abandonado a su suerte.- Esto le habría ocurrido al pobre Poe, se dice, puesto que efectivamente hubo elecciones en Baltimore esos primeros días de Octubre.

Julio Cortázar, uno de los mejores expertos en Poe, siguió dando por buena esta hipótesis.

Se habría cumplido así la advertencia que le hicieron los médicos en Richmond: una nueva borrachera sería la última.

Sin embargo, existen importantes objeciones: la primera es que el Dr. Moran, en uno de los pocos detalles que mantuvo firmemente sobre el ingreso de Poe el día 3 de Octubre, negó que oliera alcohol; ni él ni su ropa.

La segunda es que los conocidos que dejó en Richmond mostraron su extrañeza sobre tal posibilidad, habida cuenta del compromiso que estaba mostrando con la sociedad antialcohólica, “Hijos de la Templanza”, y de su estado optimista y sereno cuando abandonó dicha ciudad.

La tercera estriba en el propia popularidad de Poe. Si fue capaz de informar de su identidad al Sr. Walker el día 3 de Octubre, pese a su lamentable estado, cabe pensar que pudo haberlo hecho antes también en las mesas electorales o a los propios agentes que incurrían en la corruptela del cooping.

Y la cuarta es que tampoco se le  ha conseguido situar en ninguna taberna de Richmond ni en ninguna de sus mesas electorales de aquéllos días.

 

Así que se han planteado otras posibilidades.

Recordando su intento de suicidio con láudano un año antes, se afirma que pudo haber sido un intento de suicidio mal resuelto (tesis aceptada poéticamente por Baudelaire, otro entusiasta de Poe (3). Pero esta tesis, también encuentra dudas relevantes: como hemos visto, los últimos meses había recuperado la ilusión y consiguió permanecer sobrio; además, su promesa de matrimonio y sus éxitos sociales y literarios coincidieron con el momento de su viaje. Su última carta refuta cualquier posible sentimiento de depresión o angustia. En definitiva, no tenía motivos y su situación personal era muy diferente a la de 1848.

De hecho, en 2020 se hizo público un estudio informático basado en el análisis lingüístico de más de 400 de sus textos que descartaba patrones suicidas en el período final de su vida (4)

Otra tesis que no podía faltar es la del asesinato, y más concretamente la del envenenamiento. Se ha llegado incluso a señalar como posibles autores materiales o intelectuales a los hermanos de su prometida, Elmira, que era poseedora de una importante fortuna que sus hermanos no habrían querido de ninguna manera que acabara en manos de un personaje como Poe.

Pero, una vez más,  de esta tesis, aunque pueda funcionar como una trama de thriller, tampoco se ha ofrecido ninguna prueba, y por tanto no deja de ser una pura especulación. Por otro lado, el análisis en 2006 de unos cabellos de Poe refutó la posibilidad de un envenenamiento por mercurio o sustancia similar.

 


 


Finalmente, una nueva teoría que se ha ido abriendo paso y que, de hecho, cuenta con bastante predicamento es que a fin de cuentas Poe muriera como consecuencia de una enfermedad. Más concretamente cólera o rabia.

De cólera porque Poe estuvo en Filadelfia a principios de ese año, coincidiendo con una epidemia de cólera que asoló la ciudad. El propio Poe manifestó en una carta a su suegra su temor de haber contraído la enfermedad.

De rabia, porque fue la conclusión a la que llegó un estudio de 1996 de la University of Maryland Medical Center, realizado por el Dr. R. Michael Benítez, tras analizar su comportamiento desde el 3 de Octubre y los síntomas que presentaba en su ingreso hospitalario, particularmente el hecho de que se negara a tomar agua en el hospital (hidrofobia característica de la rabia), y confrontarlos con el hecho de que el escritor se quejara justo antes de salir de viaje (el 27 de Septiembre) de tener escalofríos y debilidad, síntomas característicos de los primeros días de la rabia; como la confusión, el delirio y las alucinaciones, que padecía cuando lo encontraron, lo son de un estado más avanzado de la enfermedad, que presenta y presentaba aún más entonces un altísimo índice de mortalidad.

Pero todo esto, al fin y al cabo, no son sino meras hipótesis. No hay nada seguro, no hay pruebas ni evidencias de nada; a lo sumo, pequeños indicios que se desvanecen y que no conducen a ninguna meta; y lo más probable es que ya nunca sepamos a ciencia cierta qué demonios ocurrió en Baltimore aquellos primeros días de Octubre.

 

FINAL

Si damos crédito a la versión del Dr. Moran, las últimas palabras de Poe justo antes de morir fueron “Señor, ayuda a mi pobre alma”. Unas horas antes, en un breve instante de lucidez, sabiéndose moribundo, le habría preguntado a la esposa del médico (única visita que se le permitía), si creía que había esperanza “para un miserable como yo más allá de esta vida”, lo que no hace sino confirmar el patetismo y la tragedia final de quien fue y es de los más grandes escritores de relatos de todos los tiempos, un alma atormentada, un romántico trasnochado y trasnochador, a quien la vida, ciertamente, trató con inmisericorde dureza, pero que no pudo evitar que su legado alcanzara la inmortalidad.



EPILOGO:

Cada 19 de enero durante siete décadas, entre la medianoche y las cinco de la mañana, un hombre con abrigo largo y un bastón de empuñadura dorada dejaba tres rosas y una botella de coñac a la mitad junto a la tumba de Edgar Allan Poe en Baltimore. Los pocos que lo vieron de lejos en ese cementerio de una antigua iglesia dicen que se tapaba la cara con un sombrero y una bufanda blanca.

Desapareció en 2009. Su rito coincidía con el día del nacimiento del escritor. Su nombre sigue siendo todavía un misterio. La única persona que dijo saber la identidad del visitante murió sin revelar el secreto.

Como debe ser.

 

(1)  La mayoría de ellas protagonizadas por Vincent Price, a quien Michael Jackson recuperó para  el video de su mítico “Thriller”.

(2)  Relatos como “Los crímenes de la Rue Morgue”, “El misterio de Marie Roget” o “La carta robada”, permiten considerarlo, con justicia, como el precursor de la novela policíaca o de detectives; siendo su August Dupin una especie de antecesor de Sherlock Holmes.

Por otro lado, con “La incomparable aventura de un tal Hans Pfaall”, se adelantó en varias décadas al viaje a la luna de Julio Verne.

(3)  “Esta muerte es casi un suicidio, un suicidio preparado desde hacía largo tiempo” (Introducción a la traducción de Historias Extraordinarias publicada por Baudelaire en 1856).

(4)  El estudio fue desarrollado por el psicólogo Ryan Boyd, de la Universidad de Lancaster (Reino Unido), y su colega Hannah Dean, de la Universidad de Texas en Austin (Estados Unidos), y está publicado en la revista Journal of Affective Disorders.

 

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