Mary Bell: una Shirley Temple baila sobre tu tumba

Por Antonio García Sancho

 


Uno no comprende, o se le hace muy difícil, cómo puede la crueldad anidar en el alma de un niño, de una criatura que apenas está descubriendo el mundo. Tiende, ingenuamente a veces, o por incapacidad para asimilar esta realidad de otra forma, a creer que las maldades que comete el niño o las acciones reprobables que, en un adulto, serían señales inequívocas de un mal funcionamiento moral o de integración social (como prefieran verlo), son simples travesuras; y uno se lamenta de que la consecuencia de un acto inconsciente e impulsivo de un niño tenga, a veces (pocas, por fortuna), consecuencias nefastas. Pero ¿qué decir y cómo racionalizarlo cuando la mala conducta del niño es tan abrumadoramente consciente? ¿Qué pensar cuando el mal es perseguido voluntariamente,, cuando puede leerse en los ojos de una niña de once años, con la misma cara angelical de Shirley Temple y cuando las consecuencias que resultan suponen el más terrible hecho criminal?¿Cómo aceptar que esa niña puede desear el daño de otro niño de apenas tres años?. Mary Bell tenía el aspecto de la criatura más angelical que podríamos imaginar. Una nueva Shirley Temple sin tirabuzones. Pero no olvidemos que Satanás también es un ángel.

O, tal vez, el mal que corroía a Mary sí puede explicarse.

 

Los sucesos que ocurrieron en Scotswood (Newcastel upon Tyle, Inglaterrra), en el verano del 68, son, a todas luces, de un interés excepcional para la criminología. Quienes sigan las teorías psicológicas declararán que la psicopatía de la niña es la causa de su conducta. Por su parte,  los partidarios de las teorías del aprendizaje social tratarán de explicar cómo Mary Bell se puede aprender la crueldad demostrada por con tan sólo once años aludiendo a que la madre de Mary nunca la quiso. Betty tuvo a su hija con diecisiete años, sin que nadie supiera quién era el padre y nada más la parió, su primer comentario fue “¡Quítame esa cosa!”. Desde entonces, Mary sufrió abandono por parte de su madre e incluso, según algunos parientes, intentó acabar con la niña en varias ocasiones, porque Mary siempre estaba cayendo de los muros accidentalmente o ingiriendo accidentalmente medicamentos.

 

 

Un juego que deja sin aliento

Y así, Mary fue sobreviviendo hasta que cumplió once años. Por entonces, Mary tenía una amiga, Norma Bell. A pesar de su apellido no tenía ninguna relación de parentesco con ella, pero ambas se entendían muy bien. A los pocos días de conocerse Norma apareció con un gatito que le habían regalado: “¿es bonito, verdad?”, le dijo a Mary. Pero ésta reaccionó llamándola blandengue, le dijo el gato la abandonaría en cuanto pudiese y que si se disgustaba le iba a arañar. Norma se defendió y negó que fuera que una blandengue y, entonces, Mary le dijo que matara al gato. Norma se negó. Entonces, su amiga le arrebató el animal, le pasó una cuerda por la garganta y colgó a la mascota de un árbol. “Así se mata”, concluyó. Tampoco sus compañeros de clase se libraban de la crueldad de Mary, en solitario o con la complicidad de Norma. Mary había “inventado” un juego que consistía en aguantar lo más posible un “masaje”, como ella le llamaba, que “había inventado”. El masaje no era otro que apretar el cuello del compañero lo más posible hasta que éste se rendía por no poder aguantar más sin respirar.

Pero todo lo anterior es sólo el preludio de un turbio capítulo de la historia del crimen.

El 11 de mayo, Mary y Norma jugaban con un niño de tres años en la parte superior de un refugio antiaéreo. Mary empujó al niño, que cayó y quedó gravemente herido. El niño sobrevivió y todos creyeron que se había tratado de un desgraciado accidente. Pero Mary no debió quedar satisfecha.

 

Martin Brown

              Mi primo Martin

El 25 de mayo de 1968, Mary estaba jugando con un primo suyo, Martin Brown, de cuatro años de edad. Martin fue visto sobre las 15:15 horas en una tienda por el propietario, William Dixon y una clienta. Sería poquísimo tiempo después de ese momento cuando Mary empujó a su primo desde la cornisa. Mary fue a buscar a Norma y le dijo “he matado a Martin” y quiso llevarla al lugar donde el niño había caído. Para entonces, tres chicos que andaban buscando algo de madera se acercaron al refugio y descubrieron el cuerpo de Martin. Entonces, uno de ellos vio a las niñas queriendo entrar y las echaron de allí. Ellas fueron a contarle a la tía de Martin que había habido un accidente y que creían que había sido el niño. No escatimaron detalles morbosos: “había sangre por todas partes”, dijeron. Tampoco quisieron ceder protagonismo a nadie: “Te enseñaré dónde está”. Entretanto, los chicos se lo contaban a un grupo de obreros que intentaron reanimar sin éxito al niño y llamaron a una ambulancia. El registro oficial de esa llamada se recibió a las 15:35. De nuevo nadie sospechó de Mary. La policía no encontró signos de violencia ni de estrangulamiento y todo quedó, de nuevo, como otro suceso fortuito.

 

Entre uno y otro episodio pasaron más cosas. Al día siguiente del primer “accidente”, las madres de tres compañeras de Mary denunciaron que ésta había intentado asfixiar a sus hijas. Norma declaró que Mary había preguntado: “¿qué pasa si asfixias a alguien?¿se muere?” y entonces se había ido hacia una de las niñas para comprobarlo. Una de las niñas también declaró que Mary le había puesto las manos en el cuello y había apretado fuerte. Luego, le quitó las manos –siguió diciendo-, se fue hacia otra niña, Susan, e hizo lo mismo. Un  informe oficial de 15 de mayo recoge el hecho y concluye que “las niñas Bell han sido advertidas de su futura conducta.

Un día después de la muerte de Martin, el domingo 26 de mayo, el padre de Norma encontró a Mary estrangulando a Norma. Sin duda se trataba, en realidad, de su macabro juego. El padre de Norma abofeteó a Mary y la envió a su casa. Esa noche, las dos amigas entraron en la guardería de Woodlands Crescent, al final de Whitehouse Road.

A la mañana siguiente, cuando entraron los profesores a la guardería al día siguiente, la encontraron completamente saqueada. El material por los suelos, los productos de limpieza vertidos por todos los pasillos y, lo más inquietante, cuatro notas manuscritas, garabateadas cuatro papeles y que decían lo siguiente:

 

“Yo he matado

Así que eso

Puede volver a pasar”

 

“fuch de

nosotras asesinamos.

Cuidado

Fanny

Y Faggot”

 

“Nosotras

asesinamos

a Martin

Brown

Jódete

Bastardo”

 

“Tú eres un marica

y porque nosotras

asesinamos

a Martin, Ir

Brown tú mejor

Mira allí

Por FANNYAND

Y el viejo Faggot

Vosotros jodéis”

 

Las notas están escritas en slang, en argot de delincuentes y de gente de los barrios bajos y muestran algunas faltas de ortografía por lo que algunos son difíciles de traducir. Así, Faggot puede ser el mote de alguien o referirse al término “maricón” en slang.

La policía archivó las notas tomándolas por una broma pesada y Mary reconocería después que lo hicieron “por divertirse”.

En sus actividades escolares, al día siguiente, el mismo día en que la escuela instalaba un sistema de alarma, Mary tuvo que hacer una redacción. En su cuaderno dibujó un niño en la misma posición en la que se encontró a Martin, con un hombre cerca y, a su lado, escribió: “El sábado estaba en casa y mi madre me envió a preguntarle a Norma si podía subir conmigo. Subimos y bajamos en Magrets Road y había mucha gente al lado de una vieja casa. Pregunté qué pasaba. Había un niño que se había acostado y había muerto. La anotación pasó como una más para la profesora, aunque ningún otro niño escribió sobre Martin.

Cuatro días después de la muerte de Martin, Mary y Norma llamaron a la casa de la madre del niño. Preguntaron por él. Su madre les dijo: “No podéis verle. Martin está muerto”. Entonces, Mary le aclaró que lo que querían era verle en su ataúd.

Los comportamientos de crueldad de Mary se acentuaron desde entonces. Un día sus compañeros vieron a la niña arañar la cara de Norma y darle una patada en el ojo mientras gritaba “soy una asesina”; y, mientras señalaba a la casa donde encontraron el cuerpo de su primo, aseguraba “En esa casa es donde asesiné”. Sin embargo, una vez más, para todos, se trataba de cosas de críos, de la fanfarrona de Mary Bell con otra de sus fatuas demostraciones de orgullo.

En esto pasaron los días hasta que llegó el final de julio. Por no se sabe qué extraño motivo, Mary acudió a la casa de otro niño, Brian Howe. Allí les dijo a sus padres que conocía un secreto sobre su amiga Norma que haría que la encerraran enseguida. Entonces, aseguró que Norma había estrangulado a Martin. Mary simulaba con sus propias manos en su cuello y su gesto el momento de la asfixia. Luego se marchó. Era el preludio de lo peor.

 


 

 

Brian Howe

Con tres años y cuatro meses, Brian Howe solía jugar siempre cerca de su casa. Nunca se alejaba. Pero ese último día no estaba en sus lugares preferidos. Su hermana, Pat, andaba buscándole y empezaba a preocuparse cuando encontró a Mary, que estaba jugando con Norma. “¿buscas a tu Brian?”, le preguntó Mary. “Sí”, le respondió Pat. Las dos niñas se ofrecieron a ayudarle a buscarlo y la fueron guiando por los rincones de la ciudad. Cruzaron las vías del tren. Los niños, le dijeron a Pat, solían hacerlo para jugar en la zona industrial. La angustia de Pat iba en aumento mientras a su mente acudía el recuerdo de otro niño, Martin Brown,  que había sido encontrado muerto en uno de esos edificios abandonados.

Las niñas se detuvieron junto a unos bloques de hormigón y le indicaron a Pat que Brian podría estar por allí. Pero la chica lo negó: “nunca viene hasta aquí”. Pat pensó que se habían alejado demasiado y que estaban perdiendo el tiempo. Así que regresó a su casa sin reparar en el rostro contrariado de las niñas que la acompañaban y dieron parte a la policía. Sería, precisamente, un agente el que encontraría el cuerpo de Brian, a las 23:10 de ese mismo día, justo entre los bloques de hormigón que había señalado Mary.

El cuerpo de Brian yacía entre dos bloques de concreto, cubierto a la vista por la hierba y las matas que crecían en torno a aquél lugar y que estaban teñidas de púrpura. Estaba muerto. Presentaba marcas de arañazos en su nariz y rastros de espuma mezclada con sangre en su boca. Sus labios estaban azules y había marcas de presión y arañazos a ambos lados de su cuello. Muy cerca, en el suelo, se encontraron unas tijeras con una de sus láminas rota. El ruido de la calle despertó a Mary, que ya estaba en casa. Bajó las escaleras y encontró a su padre, Billy, que ya hacía algún tiempo estaba con ellas, mirando desde la puerta hacia el exterior. “¿Qué ha pasado?” preguntó: “han encontrado a Brian”, respondió su padre.

El patólogo, el doctor Bernard Tomlinson, concluyó en su informe que Brian había sido estrangulado y que no se requería mucha fuerza física para matar a un crío de tres años de esa manera. Descartó que el agresor hubiera sido un adulto porque éstos suelen ejercer mucha mayor presión. Brian había muerto entre las 13:30 y las 17:30, con más probabilidad en mitad de ese margen de tiempo, entre las 15:30 y las 16:30, precisó. En el vientre de Brian apareció luego otro corte. Parecía que alguien había dibujado, arañando la piel con un objeto cortante, una letra “N” y, más tarde, había completado una “M”.

Se interrogó a 1200 niños entre 3 y 15 años de edad. Entre ellos estaba Norma Bell, que por entonces tenía 13. Cuando el agente-detective Kerr la interrogó, Norma dijo que vio a Brian por última vez ese mismo día a la una menos cuarto de la tarde cuando el niño estaba jugando con su hermano y dos niñas pequeñas. Norma estuvo jugando entre las 13:00 y las 17:00 horas con su hermano y otras dos amigas. En la libreta de notas del inspector, junto a esta declaración, consta una palabra escrita por el policía: “verificado”.

Kerr fue luego a ver a Mary Bell, que repitió lo mismo que Norma: le había visto jugar con su hermano y dos niñas pequeñas a eso de las 12:30 cerca las vías. Kerr volvió a visitar a Norma a las 19:30 horas. Quizás no le convenció la declaración de Mary, tal vez sospechó de que ella siempre mirara a su madre en busca de aprobación antes de cada contestación al policía. El caso es que preguntó a Norma por su amiga. Ésta contestó:

 

“Vi a Mary Flora Bell en el camino de mi casa sobre las 11:30 de la mañana. Fuimos a jugar a su jardín de atrás y estuvimos allí hasta que me fui por mi merienda a las 13:30. A las 14:30 llamé a Mary Flora Bell y fuimos a la tiemda de Davy, al final de Margaret’s Roadl Luego regresamos a casa, Mary Flora Bell entró en la casa durante unos 10 minutos y yo seguí mi propio camino. A las 15:15 tomé camino de vuelta y encontré a Mary Flora Bell. Cruzamos el jardín de atrás, fuimos a Whitehouse Road y jugamos en la calle hasta las 17:00”.

 

Norma le había dado a Mary una coartada.

Sin embargo, el Sargento Detectivo Docherty fue a ver a Mary porque creyó advertir ciertas incoherencias en sus repuestas. Mary le dijo que el día que murió Brian le había visto con otro niño, al que llamaremos, por conveniencia, X., con el que Brian jugaba mucho. Vio que este niño golpeaba a Brian sin ningún motivo aparente. Mary debió notar el interés del detective en su declaración y, entonces, le perdió su orgullo. Añadió que había visto a X jugando con unas tijeras.

La policía no había revelado la existencia de las tijeras.

 

El 7 de agosto se enterró a Brian. El inspector jefe Dobson estaba allí y observó a Mary Bell, de pie, frente a la casa de los Howe. A Dobson le recorrió un escalofrío cuando vio que Mary sonreía. Dobson pensó que si no actuaba pronto, volvería a ocurrir.

El propio Dobson interrogó entonces a interrogar a Norma. Ésta confesó. Le dijo que Mary había matado a Brian. Ella misma se lo contó explicándole cómo había apretado su garganta y le había subido los pulmones. “Así es como se mata”, repitió Mary Bell. Norma contó también que Mary le había dicho que los labios del niño estaban morados y que a su amiga le gustó.

Dobson mandó recoger a Mary Bell y llevarla a la comisaría a las 12:15 de esa noche. Con ojos llorosos, pero alerta y sin llanto, Mary se sintió como en el centro de una película de policías y ladrones.

 

- Tengo razones para creer que cuando estabas cerca de la manzana donde apareció Brian había un hombre por allí que les gritó a unos niños que se acercaban y éstos echaron a correr. Este hombre probablemente os reconozca.

            - Tendría que tener muy buena vista –respondió Mary.

            - ¿Por qué necesitaría tener buena vista?

            - Porque él… -Mary dudó entonces y pareció percatarse de que se estaba metiendo en una encerrona – porque tendría que tenerla para verme cuando yo no estaba allí – concluyó. Me voy a ir a casa porque me están lavando el cerebro. ¿Hay micrófonos en esta sala?.

 

Dobson no la iba a dejar irse, por supuesto, pero entonces Mary cambió de táctica y acusó a Norma: “Norma es una mentirosa y siempre me está metiendo en problemas”.

Finalmente, a las 3:30 de la madrugada, dejaron marchar a Mary. Dobson llegó a dudar de su propia intuición, pero decidió no abandonar esa vía. Volvió a llamar a Mary al día siguiente. Y, entonces, todo dio un nuevo giro.

 

Brian Howe

 

 

La Declaración de Mary Flora Bell

Lo que sigue es la declaración oficial de Mary Bell.

 

“Brian estaba en su calle principal y Norma y yo caminábamos hacia él. Pasamos junto a él y Norma entonces dice: "¿Vienes a la tienda, Brian?" [se refiere a la tienda de Davy, que ya ha mencionado antes Norma en una declaración] y yo digo: "Norma, no tienes dinero, ¿cómo puedes ir a la tienda? "¿De dónde lo sacas?" Ella dice, "Nebby"(1). El pequeño Brian me siguió y Norma dijo: "Camina hacia el frente". Yo quería que Brian se fuera a casa, pero Norma seguía tosiendo para que Brian no nos oyera.

 

Bajamos por Crosshill Road con Brian todavía delante de nosotros. Había un chico de color y Norma intentó iniciar una pelea con él. Ella dijo: 'Darkie (2), encalado, es hora de que te laves'. El hermano mayor salió y la golpeó. Ella gritó: 'Howay, levanta los puños'. El muchacho se alejó y la miró como si fuera tonta.

Fuimos a la tienda de Dixon y nos subimos a la barandilla, es decir, a través de un agujero y por encima de la vía férrea. Entonces dije, 'Norma, ¿a dónde vas?' y Norma dijo, '¿Conoces esa pequeña piscina donde están los renacuajos?' Cuando llegamos allí, había un tanque grande y largo con un gran agujero redondo con pequeños agujeros alrededor. Norma le dijo a Brian: "¿Vienes aquí porque una señora viene en el número 82 y trae cajas de dulces y eso?”

Todos entramos, entonces Brian empezó a llorar y Norma le preguntó si le dolía la garganta. Ella empezó a apretarle la garganta y él empezó a llorar. Ella dijo: 'Aquí no es donde viene la señora, es por allí, por esos grandes bloques'. Fuimos a los bloques y ella dijo, 'Ar--tendrás que acostarte' y él se acostó al lado de los bloques donde lo encontraron. Norma dice, 'Levanta el cuello' y lo hizo. Entonces ella le agarró el cuello y le dijo 'Bájalo'. Empezó a sentir su cuello arriba y abajo. Lo apretó con fuerza, se notaba que era difícil porque las puntas de sus dedos se ponían blancas. Brian estaba luchando, y yo estaba tirando de sus hombros pero ella se volvió loca. Yo le subía la barbilla pero ella me gritaba.

Para entonces ella había golpeado la cabeza de Brian en alguna madera o esquina de madera y Brian estaba tirado sin conocimiento. Su cara estaba toda blanca y azulada, y sus ojos estaban abiertos. Sus labios estaban morados y parecía un esclavo, se convirtió en algo así como una pelusa. Norma lo cubrió y le dije: "Norma, no tengo nada que ver con esto, debería delatarte, pero no lo haré". El pequeño Lassie estaba allí y estaba llorando y me dijo: "No empieces o te haré lo mismo". Todavía lloraba y ella fue a agarrar su garganta pero le gruñó. Ella dijo: "No te precipites".

Fuimos a casa y me llevé al pequeño Lassie a casa y todo. Norma se comportaba de forma extraña y ponía caras de nerviosismo y extendía los dedos. Dijo: "Este es el primero, pero no será el último". Entonces me asusté. Llevé a Lassie y la bajé sobre el ferrocarril y subimos por Crosswood Road. Norma entró en la casa, cogió unas tijeras y se las metió en los pantalones. Me dijo: "Ve a buscar un bolígrafo". Yo dije: 'No, para qué'. Me dijo: "Para escribirle una nota en el estómago", y yo no quise coger el bolígrafo. Tenía una hoja de afeitar de Gillette. Tenía una Gillette. Volvimos a los bloques y Norma le cortó el pelo. Intentó cortarle la pierna y la oreja con la cuchilla. Trató de mostrarme que estaba afilado: tomó la parte de arriba de su vestido donde estaba raída y lo cortó, hizo un corte. Un hombre bajó por la orilla del ferrocarril con una niña de pelo largo y rubio, llevaba una camisa de cuadros rojos y unos vaqueros de mezclilla. Me alejé. Escondió la hoja de afeitar bajo un gran bloque cuadrado de hormigón. Dejó las tijeras a su lado. Salió antes que yo por la hierba hacia Scotswood Road. No podía correr por la hierba porque llevaba puestas mis zapatillas negras. Cuando nos alejamos bien, me dijo: "Mary, no deberías haber hecho nada porque te meterás en problemas". No podría matar un pájaro por el cuello o la garganta ni nada, es horrible. Subimos las escaleras y nos fuimos a casa, casi lloré. Dije, si Pat se entera te matará, no importa matar a Brian porque Pat es más como una marimacho. Siempre está subiendo a los edificios antiguos y eso.

Más tarde estaba ayudando a buscar a Brian y trataba de decirle a Pat que sabía dónde estaba en los bloques, pero Norma dijo: "No estará allí, nunca va allí", y convenció a Pat de que allí no estaba. Me gritaron a las siete y media [la llamó su padre] y me quedé en casa. Me desperté a las once y media y nos quedamos en la puerta cuando encontraron a Brian: El otro día Norma quería que la metieran en un hogar. Me dijo si te escaparías con nosotros y yo le dije que no. Dice que si te meten en un hogar y alimentas a los pequeños y los matas, entonces debes huir de nuevo.

He leído la declaración anterior y me han dicho que puedo corregir, alterar o añadir lo que quiera. Esta declaración es cierta. La he hecho por mi propia voluntad.

 

Mary Flora Bell (firmado a las 6:55 pm)

 

Juicio y condena

La declaración de Mary tenía grandes dosis de verdad. Contaba detalles que eran precisos y daba datos reales de qué le sucedió al niño. Sin embargo, mentía en la base de los hechos. No había sido Norma, sino ella la que había estrangulado a Brian.

El 5 de diciembre de 1968 se celebró el proceso contra Mary y Norma. Durante nueve días, en una sala de juicios abarrotada por la prensa, la acusación trató de demostrar que aquellas dos aparentemente angelicales niñas habían matado a sangre fría a otros dos niños, mientras que la defensa trataría de probar que Mary Bell no era sino una pobre niña enferma que no podía comprender la magnitud de sus actos por su debilidad psicológica. Tal como explicó el juez Cusack al jurado, en 1957 el Parlamento había aprobado una ley por la que no podría condenarse a nadie, por la muerte de otra persona o personas, si sufría de una “anormalidad mental” -ya fuera ésta derivada de una condición de desarrollo mental detenido o retardado, o por cualquier causa inherente, o bien inducida por una enfermedad o lesión- que disminuyera sustancialmente su responsabilidad por los hechos. Era cuestión, pues, para la defensa, de probar que Mary Bell tenía “Responsabilidad disminuida”, como se conocía técnicamente a esta eximente.

El juicio también tendría que delimitar la implicación de Norma en los hechos.

Lo que no estaba en cuestión era que ambas habían matado al niño. Una evidencia, por la que se le preguntaó a Mary en el juicio y a la que no supo responder, era cómo conocía ella que Brian había sido estrangulado, porque este dato se mantuvo como confidencial en todo momento por parte de la policía y no trascendió a la prensa. También incriminaba claramente a las niñas otro dato que aportó el forense: el hallazgo de fibras del vestido de Mary en los cuerpos de las dos víctimas. También se encontraron fibras del vestido de Norma, en este caso, en los zapatos de Brian, lo que probaba la participación de la otra niña, aunque no parecía poder dilucidarse hasta qué punto.

Tras las declaraciones de las niñas, la defensa llamó a los psiquiatras que habían examinado a Mary. Uno de ellos, el Dr. Robert Orton, testificó que la niña “debe ser considerada como sufriendo de una personalidad psicopática", demostrada por "una falta de calidad de sentimiento hacia otros humanos", y "una responsabilidad de actuar por impulso y sin premeditación".

En el momento de los alegatos finales, la acusación presentó a Mary Bell como una malévola manipuladora que había seducido a Norma y la había forzado a ser su cómplice, mientras que ella era poco menos que la mismísima semilla del mal. El fiscal Lyons la comparó con el ficticio Svengali (3) y afirmó que "En Norma tienen una simple chica atrasada, de inteligencia por debajo de lo normal. En Mary tienen una niña anormal, agresiva, viciosa, cruel, incapaz de remordimiento, una niña poseída, además, por una personalidad dominante, con una inteligencia algo inusual y un grado de astucia casi aterrador".

Tratando de contener el embate del fiscal, el defensor, por su parte, trató de buscar justificación a los actos de Mary Bell y pidió al jurado que se preguntara por qué había podido suceder aquello, qué motivos habían impulsado a Mary a comportarse así o si había podido considerar que había habido alguna provocación por parte de las víctimas “"Es... muy fácil insultar a una niña, compararla con Svengali sin detenerse un momento a pensar cómo se ha producido toda esta lamentable situación. . .".

El jurado, compuesto por cinco mujeres y siete hombres, creyó los argumentos de la defensa. ¿Cómo imaginar que una niña tan parecida a Shirley Temple, podía ser un engendro del mal? En menos de cuatro horas, el jurado ya tenía decidido su veredicto: Norma fue declarada “no culpable” de homicidio en ambos cargos y se le aplicó la libertad condicional por el allanamiento de la guardería de Woodlands Crescent; además, se decretó que debía ser puesta bajo supervisión psiquiátrica.. Mary Bell fue encontrada "culpable de homicidio por responsabilidad disminuida" en la muerte de Martin y Brian. El Juez Cusack pronunció una sentencia: Mary Bell sería privada de libertad por tiempo indefinido.


Norma Bell

La sentencia contra Mary Bell supuso un inconveniente para las instituciones penitenciarias del país. Gran Bretaña no tenía hábito de detenciones de menores de tan corta edad y, por tanto, no había nada previsto para ellos. Se descartó desde el principio, por supuesto, la prisión porque no era el entorno adecuado para una niña de once años. Se pensó en un psiquiátrico, pero no estaban equipados para un caso como el de aquella niña y Mary Bell resultaba demasiado peligrosa para los internados e instituciones de niños con problemas. Eventualmente, acabó en una de ellas, pero todos temían que tal decisión no fuera la más adecuada conforme se acercara la pubertad y adolescencia de Mary Bell.

Y, sin embargo, para sorpresa de todos, Mary Bell pareció reformarse por completo y llegó a ser una trabajadora y madre responsable. Por eso, tal vez, es de gran interés seguir su trayectoria desde que fue internada en la Unidad Especial de Red Bank.

Esta institución era un reformatorio, una institución bien diseñada, cómoda, con personal de apoyo y que disponía de una parte de la misma destinada a área de alta seguridad. Allí estuvo Mary Bell entre 1969 y 1973. El personal de apoyo estaba encabezado por James Dixon un ex-marine conocido por su fuerte influencia moral. Dixon proporcionó estructura y disciplina a Mary, y ella llegó a respetarlo y quererlo, tal vez porque se convirtió en la figura que Mary Bell necesitaba: el padre disciplinario pero cariñoso que nunca tuvo, la persona que le fijara los límites y no le permitiera desvíos, la persona que era antagónica a la persona descuidada y débil que Mary Bell sentía que era su madre.

 

Construyendo a Mary Bell

En Mary Bell se dieron, desde su internamiento, dos conflictos que marcaron todo ese periodo y que costaron muchos sufrimientos a la niña hasta que logró gestionar todas las emociones que le producían. Uno de ellos fue el que mantuvo con su propia madre.

 

Betty Bell nació en Glasgow en 1940. Era una niña profundamente religiosa e incluso en su familia, "todos pensamos que iba a ser monja", llegó a decir su madre. Su hermana aseguraba en otra ocasión que "siempre dibujaba monjas, y altares y tumbas y cementerios.". Betty había cambiado mucho desde la muerte de su padre. De ser una niña modelo desde su nacimiento en 1940, con una gran religiosidad y, eso sí, un cierto atractivo extraño por la muerte y los cementerios, pasó a alejarse de la familia sin aparente motivo y a coquetear con las drogas. Su hermana, Isa, aseguró luego que a tras la muerte del padre “Betty estaba demente”. Incluso llegó a escenificar una sobredosis por drogas.

En 1957 dio a luz a Mary Flora Bell. El padre de Mary siempre fue un misterio.

También Mary ingresó un día con sobredosis por haberse tomado unas pastillas que su madre ocultaba en un gramófono, en un compartimento casi inalcanzable para una niña tan pequeña. Las pastillas tenían un gusto profundamente amargo y no parecía posible que a la niña le hubieran gustado tanto como para ingerirlas en esa cantidad. En otra ocasión, se le tuvo que practicar un lavado de estómago porque tragó píldoras de hierro de su madre; una amiga y la propia Mary dijeron que los “caramelos” se los había dado su madre. Con tres años, la sorprendieron junto con su hermano comiendo "pequeñas píldoras azules" confundidas entre los dulces que su tía Cath les había traído. Betty afirmó que debían haberlas sacado de su bolso, pero no debió ser muy convincente o debió levantar sospechas sobre la forma en que dejaba sus drogas al alcance de sus hijos, porque Cath se ofreció a adoptar a la niña. Betty se negó.  Siempre sucedía igual: Betty odiaba a Mary pero no la quería abandonar. La dejaba varios días con sus parientes con frecuencia, pero siempre regresaba por ella aunque sus familiares le pidieron repetidamente que la dejara con ellos. Betty también humillaba constantemente a su hija porque solía mojar la cama casi todas las noches.

 


 

 

Eso pareció cambiar cuando Mary contaba con apenas tres años. Betty la llevó a una agencia de adopción donde encontró a una mujer angustiada y deseosa de adoptar un bebé. A la mujer no le habían permitido hacerlo porque se estaba mudando a Australia. Betty le dijo "Traje a ésta para que la adoptaran. Ahí la tienes". La mujer se la llevó, pero lo que Betty no sabía era que su hermana Isa la había seguido y al verla sin la niña le preguntó qué había hecho con ella. Gracias a la insistencia de Isa logró recuperar a Mary cuando ya la mujer le había comprado ropa nueva.

Las atrocidades que Betty comete con su hija no acaban ahí. Betty utilizaba a Mary cuando se prostituía y la obligaba a cometer actos sexuales con sus clientes, de creer las declaraciones de la propia Mary Bell, ya más adulta. Todo a raíz que uno de ellos viera a la niña en el pasillo y le dijera a su madre: “tiene cara de ángel. Me gustaría estar con ella”. Betty realizó una convincente actuación de madre indignada, pero otro día, Betty entró en la habitación de Mary para presentarle a su cliente y le advirtió: “vas a ser una niña buena y a portarte bien”. Ningún otro miembro de la familia confirma estos abusos, pero podría deberse a la vergüenza.

Si su madre la maltrataba y no la quería, no mucho más cariño le demostraba un padre siempre ausente y que, para no perder un subsidio obligó desde pequeña a la niña a llamarle tío. Billy Bell, un exconvicto acusado de robo a mano armada, se casó con Betty algunos meses después de nacer la niña a la que dio su apellido.  Se había acostado varias veces con Betty y ésta le convenció de que Mary era hija suya, pero ni siquiera ella misma podía estar segura de eso. Al poco tiempo de casarse, Billy y un compinche intentaron robar en un almacén de instrumentos de precisión para armas de la Vickers-Armstrong Ltd., uno de los consorcios armamentísticos más importantes del Reino Unido. Creyendo que contaban con la complicidad del guarda, éste en realidad les traicionó y cuando entraron en la nave fueron detenidos por la policía, quedándose Betty, una vez más, sola con la niña.

Betty Bell era una mujer a la que le gustaba exhibir el drama de su vida. LE gustaba sentirse mártir y la atención de los otros que la desgracia le proporcionaba. Tal vez haya sufrido el "Síndrome de Munchausen por poderes" y ésa fuera la causa de los continuos “accidentes” de su hija. Este “dramatismo” llegó a un punto exacerbado en una ocasión en la que Betty le anunció a su hermana, con lágrimas en los ojos, que Mary había sido atropellada por un camión. Esto le granjeó inmediatamente una gran atención y condolencias y simpatía hacia ella. Al día siguiente, sin embargo, Betty tuvo que admitir que la historia era falsa. La ausencia de Mary en la casa se debía sólo a que falso; Mary estaba con amigos que la habían adoptado temporalmente.

Con todo esto, no es raro que, desde los dos años, Mary no mostrara afinidad ni interés por estar con más gente. Era una niña fría que no mostraba emoción alguna, no lloraba nunca y respondía agresivamente, como cuando le rompió la nariz a su “tío” al estrellarle en ella un juguete. Con tres años vio cómo un camión atropelló a su mejor amigo, con el que estaba jugando en la calle y miró la escena impasible, como si allí no hubiera habido nadie, sólo un camión que pasaba, como tantos, por la carretera. Una maestra vio una vez a Mary poniendo sus manos alrededor del cuello de otro niño. Cuando le riñeron y le dijeron que eso no se hacía, Mary preguntó: "¿Por qué? ¿Puede matarlo?" Mary era una “niña rara”, se sentía sola, y los otros niños se burlaban de ella, a lo que ella respondía peleándose, golpeando y pellizcando a los otros niños. Continuamente recurría a la mentira  para justificar sus acciones.

Esta fue la infancia de Mary Bell; la infancia de una asesina que, tal vez, se fue construyendo con pedacitos de una infancia desgraciada.

 

Betty, madre de Mary

 

 

Deconstruyendo a Mary Bell

Hemos dicho que Mary vivió dos conflictos, uno, con su madre, ayudó a construir la personalidad de una niña capaz de matar a otro niño. El segundo conflicto, que se hizo mucho más evidente tras la sentencia, era el que vivía consigo misma.

Mary no se quería a ella misma. Tal vez desde muy pequeña, por el rechazo de su madre. O tal vez por haber cometido esos asesinatos.

La filosofía educativa del internado de Red Bank, al que fue conducido, era centrarse en el presente, no anclarse en las experiencias del pasado, lo que casaba mal con la obligada reflexión que Mary debía hacerse sobre sus crímenes. Un psiquiatra diagnosticó que en su interior habitaba una gran energía que estaba bloqueando y disuadiendo con mucha intensidad cualquier intento de descubrir por qué mataba. Pero pocos psiquiatras llegaron a conocerla bien. Esa energía interior y ese conflicto que la forzaba a no admitirse a sí misma como asesina, le provocaba mucha tensión interior y rabia que, en muchos momentos, explotaba, afectando a sus compañeros de la institución a pelearse continuamente con los chicos.

La niña también llegó a asegurar haber tenido una hermana gemela, “Paula”, que la propia Mary, pasados los años, reconoció como un intento de inventar un alter-ego que cargara con la culpa de las cosas que, en realidad, había hecho ella.

Mary, incluso, informó a uno de sus terapeutas de que había sido agredida en el internado por uno de los celadores. Fue en 1970, pero no fue creída, al menos oficialmente, aunque la institución realizó muy poco después cambios en el personal. Si no fue verdad –lo cual es dudoso-, ¿pudo deberse la acusación a un sentimiento de culpa, a fabricarse para sí misma un castigo a la altura de sus crímenes? No es descabellado porque en varias ocasiones ingresó en la clínica con cortes autoinfligidos. ¿O tal vez era un mecanismo compensatorio para sentirse víctima en lugar de verdugo?

A los dieciséis años fue trasladada a la prisión de Styal, lo cual se convirtió en una experiencia traumática para la adolescente. Pasó de una institución donde predominaban, con mucho, los chicos, a una institución penitenciaria exclusivamente para mujeres. En la prisión se mostró rebelde y recibía continuos castigos que le hicieron cambiar de estrategia: de ser una alborotadora que se enfrentaba abiertamente al sistema pasó a otro tipo de manifestaciones antisistema más taimadas y astutas. Se convirtió en un “marimacho” y su madre se echó las manos a la cabeza: “¡Eres una asesina y ahora también lesbiana!”, le espetó. Uno de los psiquiatras de la institución penitenciaria pensaba que Mary estaba tratando de “convencer al mundo de que era masculina”, maquillándose incluso como si tuviera barba, colocándose medias enrolladas en los genitales y señalándoselas en clase. Llegó a pedir a un médico que le autorizara un cambio de sexo, pero el médico se negó. Ella volvió a admitir de adulta que todo “era con la idea de no ser yo”.

En 1977 volvió a ser trasladada. En este caso a una institución de menor seguridad.  Se escapó junto a un compañero y ambos fueron recogidos por

Después de ser transferida a una instalación menos segura en 1977, Mary se fugó, conoció a un hombre que la condujo a un motel y le dijo que le iba a demostrar que ella no era lesbiana. Hasta entonces, ella era virgen: "Era difícil para mí no pensar en el sexo como algo sucio", reflexionaba Mary con los años. Quedó embarazada. El padre era un hombre casado, de forma que Mary comprendió que no tenía más opción que abortar aunque eso le supuso una nueva crisis moral:  Cuando se enteró de que estaba embarazada, tuvo una especie de crisis moral: "pensar que casi lo primero que hice después de doce años en prisión por matar a dos bebés fue matar al bebé que había en mí...". El hombre con el que se acostó vendió más tarde su historia a los tabloides asegurando que se había escapado de la cárcel sólo para poder quedarse embarazada. Más carnaza para la prensa sensacionalista.

 
 

Mary Bell con 16 años

 

Mary, libre.

Mary Bell fue liberada el 14 de mayo de 1980 y se quedó en Suffolk. Consiguió trabajo en la guardería infantil local, pero los oficiales que vigilaban su libertad condicional consideraron que ese trabajo inapropiado para ella. Al fin y al cabo, había sido una asesina de niños: ¿cómo dejar que los padres de otros niños dejasen sus hijos a su cuidado? Así que, finalmente, fue encadenando una serie de trabajos de camarera y se matriculó en la universidad, pero no se encontraba motivada para acometer esos estudios. Como el dinero no daba, o tal vez por su tremenda dependencia de la madre, volvió a mudarse con Betty, conoció a un joven y volvió a quedar embarazada, dando a luz a su hijo en 1984. Pero esta vez, contra todo y contra todos, ya que a las autoridades les preocupaba lo que pudiera hacerle al niño, defendió su derecho a mantener a su hijo y a que no se lo arrebatasen.

 Después de mudarse de nuevo con su madre, conoció a un joven y quedó embarazada. Había una gran preocupación sobre si la mujer que había asesinado a dos niños debía ser capaz de convertirse en madre ella misma, pero luchó por el derecho a mantener a su hija, que nació en 1984. La Corte Suprema permitió que la niña se quedara con Mary pero ella siguió luchando por su custodia, que la Corte le concedió, finalmente, en 1992. Mary se enamoró luego de otro joven y, esta vez, él sí le correspondió. Se casaron y se instalaron en una pequeña ciudad. Mary llevaba viviendo con nombres falsos desde que salió de su pueblo natal, pero el agente de la condicional estaba obligado a comunicar el paradero a las autoridades locales y éstas debieron filtrarlo a sus ciudadanos porque no tardó en organizarse una manifestación entre los vecinos al grito de “¡Fuera, asesina!”.

Mary sufrió toda una metamorfosis según ella misma relata, una vez tuvo a su hija. Pasó de mostrar una personalidad antisocial a ser una madre amorosa. En 1998 decidió escribir su autobiografía junto con la escritora Gitta Sreny, que ya tenía un libro sobre el caso y el proceso de las niñas escrito en 1972(5). Allí explica que, a partir del nacimiento de su hija "Si había algo malo en mí cuando era una niña, no lo había ahora. Sentía que si me podían hacer rayos X dentro, podían ver que cualquier cosa rota había sido arreglada".

Hasta el momento de publicarse el libro, la hija de Mary Bell no conocía nada de la historia de su madre y, al principio, no podía creerlo. El dolor de Sara, la hija de Mary Bell era sólo uno de los que el libro causó. Por su participación en él, Mary había cobrado de la editorial 50.000 libras, que pensó que podrían ayudarle a darle un futuro mejor a su hija, entonces adolescente. Sin embargo, que una asesina se lucrara por contar su historia no era algo que algunos, como la madre de Martin, por ejemplo, June, Richardson, quisieran dejar pasar sin hacer nada. Sus protestas llegaron a la mismísima oficina del Primer Ministro, Tony Blair, que trató de impedir el cobro, sin éxito. June, por su parte, volvió a contratar a un detective privado –ya lo había hecho antes con el mismo fin-, para descubrir el paradero de Mary Bell y filtrarlo a la prensa. De nuevo, regresaron las protestas de sus vecinos que incluso apedrearon las ventanas de su casa.

Hasta tres veces tuvieron que mudarse Mary y su nueva familia por culpa de verse descubierta. Pero por esto también peleó y logró que en 2003 (4), los tribunales declararan, finalmente, el derecho a que ambas vivieran juntas y en anonimato. Hoy también es abuela, desde 2009 y el derecho a vivir en el anonimato se extiende tanto a su hija como a su nieto.

Mary Bell cumplirá en mayo de 2022 los 65 años. No ha vuelto a tener nunca ningún encontronazo con la ley.

 


 

 

Notas

1)                   “Nebby” Es una expr0esión que significa “no metas las narices donde no te llaman” o “métete en tus asuntos”.

2)                   “”Darkie” es una expresión ofensiva que significa “oscuro”, “negrito”.

3)                   Svengali es el protagonista de la película homónima, de 1931, guionizada por J. Grubb Alexander y George de Maurier y protagonizada por John Barrymore y Marian Marsh en la que un profesor de música controla a las mujeres de las que se encapricha utilizando sus artes de hipnotismo y telepatía. El nombre ha quedado en el mundo anglosajón como sinónimo de persona que, con mala intención, controla y domina a otra.

4)                   Ver http://news.bbc.co.uk/2/hi/uk_news/3045457.stm

5)                   SERENY, Gitta: The case of Mary Bell. A portrait of a child who murdered, Pimlico, 1972. En 1998 Gitta publicó Cries unhead. The Story of Mary Bell.

 

Bibliografía

VEYSEY, Nancy y BECK, Ryan: Mary Flora Bell, the horrific true story behind an innocent girl serial killer.

LÓPEZ HERRADOR, Marcos: Mary Bell, “la niña asesina”.

GUZMÁN, Alberto: “Cuando un niño mata. La historia de Mary Bell”, on-line en https://www.edenex.es/2018/03/20/cuando-un-nino-mata-la-historia-de-mary-bell/  [consultado por última vez el 30 de mayo de 2020]

SERENY, Gitta: The case of Mary Bell. A portrait of a child who murdered, Random House, 1995

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