La Fotografía Forense en la Escena del Crimen

 

El fotógrafo forense tiene una gran responsabilidad sobre sus espaldas. Todo aquello que no quede registrado en sus imágenes de la escens del crimen o el procedimiento de extracción de pruebas de la misma  desaparecerá para siempre. La investigación empírica no puede fiar el resultado de la misma a la memoria de los agentes que procesaron el escenario ni puede confiarse en que éste vaya a estar indemne cada vez que los inspectores que conduzcan la investigación necesiten revisitarla.

 

Por Antonio García Sancho.-

 

Entendemos por fotografía forense, en una definición cercana a la propuesta por GÓMEZ GONZÁLEZ (2016), un instrumento de la investigación en procesos penales y civiles, que emplea un conjunto de conocimientos técnicos que permiten fijar de manera permanente imágenes latentes obtenidas en los lugares de actuación del investigador y que tengan la capacidad de señalar las particularidades en las que se encontró el investigador ese escenario o las personas relacionadas con un presunto hecho delictivo. RICO y DE ANDA (1991), la definen, a su vez, como “una técnica judicial que aplica la fotografía a la investigación de los delitos. Dicha investigación incluye desde imágenes del lugar de los hechos e indicios, hasta la reconstrucción de éstos mediante la fijación con gran realismo del escenario. Por su parte, GUZMÁN (2020), señala que la fotografía forense es una herramienta auxiliar de la criminalística que permite fijar de manera estática en el espacio y el tiempo algunos indicios. 

La fotografía permite que el escenario de un crimen, por ejemplo, pero también las lesiones de una víctima o el rostro de un presunto sospechoso o de un reo, queden fijados con precisión realista, de forma que puede reproducirse la observación del escenario -o de las lesiones, etc…-, repetidamente y una vez han desaparecido las condiciones que la mantenían de tal modo. Así, en el caso penal, es una ayuda inestimable para poder analizar un escenario por supervisores, analistas o nuevos agentes que se incorporen a la investigación o muchos años después de ocurrido el suceso.

El fotógrafo forense tiene como misión principal recoger todo lo relevante de ese escenario para plasmarlo de manera que pueda servir tanto como prueba ante una vista judicial como para que pueda servir de información, como decimos, a todos los implicados en la investigación. Proporciona una información objetiva, no sesgada por filtros psicológicos de ningún tipo. A esto se podría objetar que toda mirada, también la del fotógrafo forense, implica, de por sí, un cierto sesgo. Pero, a diferencia de la mirada del fotógrafo artista, que imprime su personalidad en el trabajo que realiza y escoge el punto de vista más adecuado para ello, el fotógrafo forense procurará reflejar la realidad de la manera más objetiva posible y captándola desde todos los ángulos precisos, para que este sesgo se minimice o desaparezca todo lo posible.

Así, la fotografía forense cumple con determinadas características que la hacen un instrumento muy valioso para la investigación:



·       Es inmediata: el fotógrafo registra el escenario o a las personas implicadas en el presunto acto delictivo en el momento en que son “encontradas” por el investigador, de manera que se registran, en las imágenes, todos los detalles previamente al procesamiento por los expertos en criminalística, sin ningún tipo de mediatización.

·       Es realista: ofrece una perspectiva real y detallada del escenario o las personas relacionadas. La cámara capta las cosas como son, no enmascara defectos, no miente en las proporciones ni introduce valoraciones. Si bien el uso de objetivos de cierto tipo (conocidos entre los fotógrafos como “angulares” y “teles”), puede, en efecto, deformar la realidad y falsear la profundidad de campo o agrandar objetos (los objetivos “macro”) el uso de estos objetivos queda registrado en la ficha de cada imagen o en los datos del archivo digital que la misma cámara inscribe en otro archivo “mochila” que acompaña al de la imagen (archivo con datos EXIF), de manera que tales características quedan avisadas y pueden ser corregidas debidamente o tenidas en cuenta por el investigador o el tribunal.

·       Es perpetua: La información obtenida y fijada mediante la fotografía permanece almacenada en los archivos (materiales o digitales) de manera que puede revisarse cuantas veces se desee, sin límite alguno y ofreciendo siempre los mismos datos, sin ausencias o matices nuevos como sí podría ocurrir en la repetición de entrevistas a un testimonio o en la anotación de algún dato en el cuaderno de un agente.

 

Por eso, es de vital importancia para la investigación en muchos ámbitos de la criminalística forense el uso de la fotografía: odontología forense, peritación caligráfica o grafológica, medicina forense y, por supuesto, en la documentación del escenario de un crimen.

Para nuestra aproximación, simplemente introductoria, a la fotografía forense, hemos querido limitar nuestra exposición precisamente a esta área: la de la fotografía en la escena del crimen, si bien no descartamos publicar futuros artículos sobre otros usos de la fotografía forense en otras áreas de la criminalística y la investigación judicial, pues su ámbito de actuación, como hemos dicho, es más amplio que el que trataremos aquí.

 


 

 

1.- Orígenes de la aplicación forense de la fotografía

La fotografía nace en el siglo XIX: un siglo de transformación en todo orden de cosas. La revolución industrial y el descubrimiento de la máquina de vapor permite un cambio global de la economía, los transportes, los métodos de trabajo, etc. Esta revolución también se acompañó de un éxodo masivo del campo a la ciudad que cambió, igualmente, la geografía de las ciudades, comenzando a nacer las grandes metrópolis masificadas que perduran hoy en día.

También fue el siglo XIX cuando se vivió un avance sin precedentes en el orden de la criminología y la investigación policial. En este siglo está el origen del descubrimiento de la clasificación de las huellas dactilares por el argentino de origen croata Juan Vucetich (a quien despreció Bertillon por las críticas que el argentino haría de su sistema, del que hablaremos más adelante), comenzó a renovarse lo que luego sería la psiquiatría y psicología forense, entre otros lugares en España con el Doctor José María Esquerdo y se crean los principales cuerpos de policía nacional.

En relación con esto último, se fundó, en París, en 1826, de la mano de Eugène-François Vidocq, el primer cuerpo de policía nacional tal y como lo conocemos hoy en día: La Sûretè Nationale, como resultado de los grandes éxitos obtenidos por la Brigada de Seguridad que Vidocq ya fundó en 1817. Posteriormente, otros cuerpos policiales seguirían su modelo, como fue el caso de Scotland Yard. La investigación policial fue enriqueciéndose con múltiples hallazgos como los de las huellas dactilares en el mismo siglo, pero, lo que nos interesa destacar, es que con el nacimiento de la criminalística, en ese siglo se planteó el primero de los problemas que un policía podía tener: identificar al delincuente.

El éxito de Vidocq (que ya en 1817 practicó 811 arrestos), se debía básicamente a tres puntales: por un lado, su conocimiento del hampa, a la que él mismo había pertenecido en el pasado; en segundo lugar, a su maestría con el disfraz, que le permitía camuflarse entre la gente de los bajos fondos y obtener confidencias o escuchar conversaciones que le proporcionaban pistas muy valiosas sobre los autores de los distintos delitos cometidos en la ciudad y, en tercer lugar, no menos importante, porque realizó una serie de fichas muy pormenorizadas con la descripción de los detenidos, con todos sus rasgos físicos y, especialmente, aquellos que no podían ocultar: color de ojos, cicatrices visibles, marcas como lunares, etc. De esta manera, se lograba identificar a los autores de los delitos y relacionarlos aunque hubieran variado su aspecto cambiando el peinado o dejándose o quitándose la barba.

Vidocq se vio obligado a utilizar fichas manuscritas para estas descripciones porque no fue hasta 1820 cuando la ciencia lograba fijar, por vez primera, a un soporte, una imagen obtenida a través de una cámara oscura. El descubridor del método fue Nicepore Niepce. Pero esta tecnología aún estaba en mantillas. Se tardó seis años más para poder fijar una imagen en una placa de peltre, utilizando una cámara diseñada por Charles Chevaler y el proceso tardó unas ocho horas en completarse. La fotografía había nacido, justamente el mismo año en que se fundó la Sûretè Nationale, pero aún era inviable aplicarla para realizar retratos de los detenidos.

En los años sucesivos la fotografía avanzó a pasos agigantados: Niepce desarrolló el daguerrotipo, llamado así en honor a su socio fallecido, Louis Jaques Mandé Daguerre, con quien había iniciado las investigaciones para fijar la imagen fotográfica y quien había presentado, en 1836, la que se considera la primera fotografía de la historia. También desarrolló un sistema de fijación de la imagen en positivo con vapores de mercurio, pero este procedimiento era peligroso y caro, siendo sustituido apenas en diez años por otro, llamado “calotipo”, ideado en 1940 por William Henry Fox Talbot y que viene a ser el primer negativo de la historia, al utilizar una mezcla de nitrato de plata y ácido gálico para revelar una imagen en negativo de la que podían obtenerse múltiples copias en positivo al aplicarle luz. Incluso se logró fijar imágenes con luz artificial; primero gracias a una lámpara común de aceite, por parte de los hermanos Naterer en Viena, en 1841, después gracias a hacer arder una mezcla de cal, magnesio y aluminio (lo que se conoce como luz oxhídrica o luz Drummond- y, a partir de 1864, con la combustión de magnesio, mucho más económico, gracias a los experimentos de Bunnseny Roscoe. En 1865 se llevó a cabo el primer flash de magnesio gracias a Traill y Taylor, aunque su escasa sensibilidad necesitó, para imponerse, del posterior descubrimiento de las placas de gelatina-bromuro para que el conjunto fuese realmente operativo.

Fue, en ese momento, corría ya 1866 y aún tardaría Eastman otros 22 años en fabricar y comercializar la primera cámara portátil del mercado, la Kodak, cuando el detective americano, Allan Pinkerton, considerado el primer detective privado de la historia, decidió emplear la fotografía para registrar los rostros de los detenidos. La fotografía permitía mucha mayor exactitud que las fichas de Vidocq y, sobre todo, mayor rapidez en la consulta, pues no había que leer una larga lista de descripciones detalladas de rostros, sino que, de un vistazo, podía encontrarse cierta familiaridad entre el rostro del fotografiado y el autor de un delito por parte del investigador o de un testigo.

Pinkerton fue, efectivamente, el primero que utilizó la fotografía para emplearla en el reconocimiento de delincuentes, pero contó con algunos antecedentes en los que basarse, ya que el Capitán Lees, en 1854, también en Estados Unidos, ya adoptó la costumbre de fotografiar a los delincuentes en California con ayuda de fotógrafos profesionales y, en México, en 1860, José Muñoz fotografió a los reos que eran llevados ante el juez en la prisión de la Acordada, en Ciudad de México. Con posterioridad al inicio de las prácticas de Pinkerton, el fotógrafo norteamericano Thomas F. Byrnes publicó, en 1988, una colección de fotografías titulada “Delincuentes”.

Sin embargo, las fotografías manejadas por los americanos, incluso las de Pinkerton, aunque en menor medida, todavía eran fotografías que, por ser de profesionales, aún buscaban un toque artístico. El paso más decisivo para el uso forense de la fotografía lo dio otro gran renovador de la ciencia criminalística: Alphonse Bertillon. Bertillon es conocido, sobre todo, por su sistema de identificación a través de las medidas corporales conocido como “antropometría” (conocido también como Bertillonage o Bertillonaje). Bertillon y su equipo, después de un buen puñado de éxitos, lograron imponer su sistema como el más seguro para identificar a posibles sospechosos. Medían, especialmente, las orejas del sujeto, la nariz y otros puntos del cuerpo y el rostro para obtener una ficha con todas las medidas precisas de ese sujeto, en la creencia de que no existían dos sujetos con un conjunto de medidas idénticas a las de otro. El sistema de Bertillon, sin embargo, a pesar de sus innumerables éxitos y de haberse extendido por Europa y Estados Unidos en las policías de todo el mundo, quedó como una pseudociencia y fue descartado cuando se produjo un estrepitoso fracaso en el que se condenó a un inocente que, como luego se comprobó al detener al auténtico culpable, tenía las mismas medidas que el autor de un delito. Como anécdota, este episodio fue la inspiración del argumento de la película Falso culpable, del maestro del suspense: Alfred Hitchcock.

El sistema antropométrico del investigador francés tal vez mereció mejor suerte, porque, a pesar de su fracaso, podríamos considerarlo como el precursor de los sistemas biométricos que hoy en día siguen utilizándose y se consideran totalmente válidos. Así, por ejemplo, se emplean técnicas de medición entre puntos concretos del rostro (como la distancia entre los ojos, por ejemplo) para determinar si un sujeto cuya imagen pueda haber sido recogido, pongamos, en una cámara de seguridad, puede ser el mismo que el que figura en una ficha policial.

Pero Bertillon no sólo desarrolló el sistema antropométrico, sino que le citamos aquí porque también podríamos considerarlo el padre de la fotografía forense.

 

Ficha y foto de Bertillon

 

En efecto, fue Bertillon el primero en usar la fotografía no sólo -como Pinkerton- para la identificación de los sospechosos, sino también para fijar la escena del crimen en lo que definió como “fotografía métrica”. Esta técnica busca obtener fotografías del lugar de un crimen para poder reconstruir las dimensiones de la escena y para reflejar la ubicación de los objetos allí encontrados. Fue este investigador el primero en indicar que el fotógrafo debería ser el primero en acceder al escenario para sacar las fotografías antes de que se produjese ningún tipo de alteración del mismo y que deberían colocarse, junto a cada evidencia, huinchas con las medidas impresas (lo que hoy conocemos como “testigo métrico” y que es imprescindible en el procesamiento científico de un escenario), para poder conocer el tamaño de cada elemento fotografiado en el lugar de los hechos. Apuntó, también, que el fotógrafo debería realizar tomas tanto de frente como laterales de los objetos (tal y como hoy se sigue haciendo). Bertillón también generalizó la obtención de dos fotografías de los detenidos: de frente y de perfil, buscando un rostro iluminado uniformemente, donde había desaparecido todo rastro de propósito artístico y sólo se buscaba reflejar el rostro de forma funcional, de la manera que fuera lo más reconocible posible. 

A partir de Bertillon, la fotografía en la escena del crimen se hizo cotidiana e imprescindible y, podríamos decir, lo que ha avanzado es sobre todo la técnica fotográfica y, apenas un poco, las consideraciones sobre cómo debe trabajar el fotógrafo en el escenario de un crimen.

Los avances tecnológicos en el campo de la fotografía continuarían llegando sin cesar y ya no sólo en la ligereza de las cámaras fabricadas por Eastman (como la Kodak) o por la marca Leica. James Clerk Maxwell en 1861, logra crear la primera fotografía en color, aunque en realidad es un “truco” de laboratorio, ya que lo que hizo fue superponer tres imágenes del mismo negativo en blanco y negro a los que les ha hecho pasar por un filtro de uno de los colores primarios a cada uno y proyectarlos en una pared, en la que se había colocado previamente un papel emulsionado. La fotografía aún puede verse en la Universidad de Cambridge. De esta manera, Maxwell logra tomar la primera fotografía en color mediante la técnica de la tricomía, una técnica por adición de colores, que luego dará origen al revelado moderno y que se empleará, salvando las distancias, en los sofisticados sensores de las cámaras digitales contemporáneas. Sin embargo, el color no llegará a generalizarse en la fotografía hasta mucho después. Primero, porque hasta 1870 no se obtuvieron emulsiones capaces de soportar todas las frecuencias de color y, segundo, porque las técnicas que podían patentarse eran complicadas, costosas y utilizaban, de nuevo, varios negativos. Tras un breve reinado de la placa ortocromática de colodión húmedo descubierta por Herman W. Vogel en 1873, que todavía no era sensible al verde y mejorada por Wratten y Wainwright en 1906 para que fuera realmente pancromática, la verdadera revolución del color llegó en 1935, cuando se consigue introducir en el mercado la primera película a color, en la que un solo disparo fijaba todos los colores en la película: la kodachrome, basada en tres emulsiones de color. Pronto fue superada por la tecnología de Agfa, que introdujo en 1936 la Agfacolor Neue. La guerra entre ambas marcas, a la que luego se sumó Polaroid en 1963 con la primera cámara que obtenía fotografías instantáneas en color, no se frenó hasta la llegada de las cámaras digitales y aún sigue hoy en medios altamente profesionales que prefieren seguir utilizando películas.

En lo que se refiere a la fotografía forense, sin embargo, pese a sus evidentes ventajas, el color no fue aplicado hasta 1971 en México, gracias al celo profesional del jefe del Laboratorio de Fotografía Tiburcio Cruz y del fotógrafo Rafael Moreno González. Las ventajas de aplicar el color en fotografía policial o forense son obvias: se captan los objetos de forma más contrastada con el entorno apreciándose detalles que en las tomas en blanco y negro podrían resultar invisibles; en fotografía de hematomas y heridas, la coloración de los mismos ayuda a la labor del médico forense; en las auditorías forenses de incendios y explosiones, el color de las llamas y el humo ofrece pistas sobre la composición de los elementos que están en combustión; en evaluación de obras de arte el color puede ser fundamental para detectar, por ejemplo, fraudes o imitaciones…

Con la llegada del mundo digital, la fotografía forense puede dar nuevos pasos adelante que bien pudieran ser pasos de gigante. La tecnología 3D permite que un objeto pueda ser examinado desde todos sus ángulos en una sola reproducción; la fotografía de 360º y la realidad aumentada pueden crear escenarios completos en los que el investigador pueda introducirse virtualmente y caminar por ellos sin afectar a la escena real pero con los condicionamientos suficientes como para investigarla como si estuviera “in situ”… En suma, mientras la tecnología avance, lo hará la ciencia forense y, en el caso que nos ocupa, las técnicas de captación de imágenes.

 


 

 

2.- Marco legal de la fotografía forense.

La fotografía en su uso forense, como hemos visto en el rápido repaso que hemos dado a su historia, es un instrumento más de la investigación penal. Esto implica que puede ser utilizada como medida probatoria en un juicio y, por tanto, como instrumento de la represión del Estado. Como tal herramienta, debe justificarse su uso legítimo dentro de ese marco.

Por ceñirnos al ámbito jurídico español, que es el de este autor, la justificación más general podemos buscarla en la Carta Magna, fuente de todo el resto de leyes españolas. En efecto, en su artículo 9 se lee:

 

Artículo 9

1. Los ciudadanos y los poderes públicos están sujetos a la Constitución y al resto del ordenamiento jurídico.

2. Corresponde a los poderes públicos promover las condiciones para que la libertad y la igualdad del individuo y de los grupos en que se integra sean reales y efectivas; remover los obstáculos que impidan o dificulten su plenitud y facilitar la participación de todos los ciudadanos en la vida política, económica, cultural y social.

3. La Constitución garantiza el principio de legalidad, la jerarquía normativa, la publicidad de las normas, la irretroactividad de las disposiciones sancionadoras no favorables o restrictivas de derechos individuales, la seguridad jurídica, la responsabilidad y la interdicción de la arbitrariedad de los poderes públicos.

 

En el punto 3 de este artículo nos encontramos, entre otros, con dos principios del derecho democrático que son ineludibles para entender correctamente un Estado de Derecho: el principio de legalidad y el principio de seguridad jurídica. A ese respecto, el último de ellos incide en la idea de que el ciudadano debe “saber a qué atenerse” (STC 108/1986), lo que atañe tanto a la claridad de la norma jurídica (STC 46/1990), como al hecho de que el ciudadano debe estar protegido en sus derechos, lo cual implica al resto de principios mencionados en el artículo 9.3 del texto constitucional.

Pero, principalmente el Principio de Legalidad, se formula de la siguiente manera: “Nullum crimen, nulla poena sine praevia lege (ningún delito ni pena sin ley previa). O, como se lee en el Código Penal español, de la manera siguiente:

 

Artículo 1:

1.     No será castigada ninguna acción ni omisión que no esté prevista como delito por ley anterior a su perpetración”.

 

En positivo: sólo pueden condenarse las acciones u omisiones de acciones que previamente estén explícitamente consideradas como ilícitas por el ordenamiento jurídico. A su vez, este principio lleva intrínseca la exigencia de que no pueda condenarse a ninguna persona que no haya cometido la acción imputable. Para ello, los poderes públicos deben garantizar la defensa de los ciudadanos ya que, en el espíritu de todo este principio y las conclusiones que de él se derivan, está el salvaguardar la seguridad jurídica del inocente.

En ese sentido, también la Constitución vuelve sobre este derecho en su artículo 25:

 

Artículo 25

1.- Nadie puede ser condenado o sancionado por acciones u omisiones que en el momento de producirse no constituyan delito, falta o infracción administrativa, según la legislación vigente en aquel momento.

2.- Las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción social y no podrán consistir en trabajos forzados. El condenado a pena de prisión que estuviere cumpliendo la misma gozará de los derechos fundamentales de este Capítulo, a excepción de los que se vean expresamente limitados por el contenido del fallo condenatorio, el sentido de la pena y la ley penitenciaria. En todo caso, tendrá derecho a un trabajo remunerado y a los beneficios correspondientes de la Seguridad Social, así como al acceso a la cultura y al desarrollo integral de su personalidad.

3.- La Administración civil no podrá imponer sanciones que, directa o subsidiariamente, impliquen privación de libertad.”

Como puede verse, el artículo 25.1 es una nueva formulación del Principio de Legalidad, que se complementa en el artículo 24 de la CE.

 

Artículo 24 

1.- Todas las personas tienen derecho a obtener la tutela efectiva de los jueces y tribunales en el ejercicio de sus derechos e intereses legítimos, sin que, en ningún caso, pueda producirse indefensión.

2.- Asimismo, todos tienen derecho al Juez ordinario predeterminado por la ley, a la defensa y a la asistencia de letrado, a ser informados de la acusación formulada contra ellos, a un proceso público sin dilaciones indebidas y con todas las garantías, a utilizar los medios de prueba pertinentes para su defensa, a no declarar contra sí mismos, a no confesarse culpables y a la presunción de inocencia. La ley regulará los casos en que, por razón de parentesco o de secreto profesional, no se estará obligado a declarar sobre hechos presuntamente delictivos.”

 

Este artículo interesa especialmente a nuestra disertación ya que se impone el derecho a “utilizar los medios de prueba pertinentes para su defensa”. En efecto, las condenas, en el marco de este principio del que hablamos, han de aplicarse sólo a quien comete el delito expresamente tipificado en la normativa jurídica y, por tanto, se ha de garantizar por todos los medios probatorios al abasto la culpabilidad o la inocencia del acusado en un proceso penal.

 

Los encargados de la investigación de los delitos son las fuerzas policiales, cuya carta de legitimidad la da también la CE en su artículo 104:

 

Artículo 104 

1.- Las Fuerzas y Cuerpos de seguridad, bajo la dependencia del Gobierno, tendrán como misión proteger el libre ejercicio de los derechos y libertades y garantizar la seguridad ciudadana.

2.- Una ley orgánica determinará las funciones, principios básicos de actuación y estatutos de las Fuerzas y Cuerpos de seguridad”.

 

Pues bien, en acuerdo con el artículo 104.2 de la CE, la Ley Orgánica 2/1986 de 13 de marzo, de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, regula la organización y funciones de estos cuerpos. Concretamente, en las atribuibles a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, es decir, Policía Nacional y Guardia Civil (LO 2/1986, art. 9), se establece en el artículo 11.1 que estas funciones son:

 

Artículo 11.1

Las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado tienen como misión proteger el libre ejercicio de los derechos y libertades y garantizar la seguridad ciudadana mediante el desempeño de las siguientes funciones:

a) Velar por el cumplimiento de las Leyes y disposiciones generales, ejecutando las órdenes que reciban de las Autoridades, en el ámbito de sus respectivas competencias.

b) Auxiliar y proteger a las personas y asegurar la conservación y custodia de los bienes que se encuentren en situación de peligro por cualquier causa.

c) Vigilar y proteger los edificios e instalaciones públicos que lo requieran.

d) Velar por la protección y seguridad de altas personalidades.

e) Mantener y restablecer, en su caso, el orden y la seguridad ciudadana.

f) Prevenir la comisión de actos delictivos.

g) Investigar los delitos para descubrir y detener a los presuntos culpables, asegurar los instrumentos, efectos y pruebas del delito, poniéndolos a disposición del Juez o Tribunal competente y elaborar los informes técnicos y periciales procedentes.

h) Captar, recibir y analizar cuantos datos tengan interés para el orden y la seguridad pública, y estudiar, planificar y ejecutar los métodos y técnicas de prevención de la delincuencia.

i) Colaborar con los servicios de protección civil en los casos de grave riesgo, catástrofe, o calamidad pública, en los términos que se establezcan en la legislación de protección civil.

 

Por tanto, son los cuerpos policiales los encargados, no sólo de velar por la garantía del cumplimiento de las libertades sino también del mantenimiento del orden y, como vemos en el apartado “g”, de “Investigar los delitos para descubrir y detener a los presuntos culpables”, para lo cual, como leemos en el preámbulo de esa ley orgánica, se habrán de emplear todos los medios efectivos y científicos a su alcance:

 

Los avances de la criminalidad moderna exigen que deba lucharse contra la misma con grandes medios y efectivos, utilizando las técnicas de la policía científica

(Preámbulo Ley Orgánica 2/1986)

 

La fotografía, como sabemos, tiene un importante componente científico ya que sus procesos pueden ser documentados y reproducidos bajo condiciones controladas en todo momento y, al mismo tiempo, nos proporciona una eficaz manera de registrar la realidad, sin distorsiones, del escenario del crimen, del aspecto de los detenidos o presuntos implicados e, incluso, de la reproducción exacta de las condiciones de luz del escenario del crimen en el momento del crimen si se realizan tomas del mismo a la misma hora en que supuestamente ocurrieron los hechos. Por todo esto, la fotografía es una herramienta de uso policial legítima y que, además, es eficaz en el cumplimiento de la función de registro de los datos pertinentes para la investigación, por lo que su empleo queda completamente justificado.

 


 

 

3.- Tipos y Funciones de la Fotografía Forense

Aunque aquí nos vayamos a ceñir a exponer una introducción a la fotografía forense en la escena del crimen, en realidad su ámbito de aplicación es más extenso. Así, enm algunos textos, se habla de tres tipos de fotografía forense:

 

-Fotografía judicial: es la empleada en los tribunales para dar cuenta la de prueba. La fotografía judicial se emplea en el informe pericial o en la exposición oral del perito o el investigador para mostrar al tribunal claramente un objeto, una persona o cualquier otro dato relevante para la comprensión de los hechos.

-Fotografía científica: es la que se realiza en el laboratorio de criminología para documentar tanto los objetos de prueba como las operaciones de procesamiento de esa prueba.

-Fotografía en el lugar de los hechos (o fotografía preliminar): es la obtenida por el fotógrafo en el escenario del presumible delito: sea la escena de un homicidio o sea un accidente de tráfico o el descubrimiento de un laboratorio ilícito de fabricación de drogas sintéticas, por ejemplo.

 

Sin embargo, a nuestro modo de ver, esos “tres tipos” de fotografía no lo son, en realidad. Así, una foto de un arma obtenida en la escena del crimen puede pasar a un informe pericial junto con otra del arma en el laboratorio y, ambas, acabar visionándose en la sala del tribunal. Por tanto, no podemos considerar tres “tipos” de fotografía a lo que puede ser la misma fotografía en tres momentos distintos del camino de descubrimiento del delincuente y su proceso judicial. Para nosotros, debería dividirse la tipología de la fotografía forense, más bien, según su función:

 

Fotografía de identificación.- Sería la fotografía empleada para identificar a los sujetos que intervienen en una investigación o el retrato del presunto delincuente cuando es detenido para crear una base de rostros identificables en posibles escenarios posteriores. También podría incluirse la fotografía de la víctima o su cadáver para intentar identificarla. Es decir, cualquier fotografía tomada con el objeto de poder dotar de identidad a una persona, sea víctima, testigo o victimario y esté viva o fallecida.

Fotografía de documentación.- Es la que se toma para registrar datos o procesos de la investigación. Así, por ejemplo, la fotografía de las lesiones recibidas por la víctima de una agresión o la que se toma mientras se procesa un automóvil para tratar de averiguar si hay droga oculta en su interior o manchas de sangre.

Fotografía en la escena del crimen.- Es, propiamente, la que se realiza en el escenario de un presunto delito con el objetivo claro de fijar la escena y los elementos que hay en ella tal y como han sido encontrados, de forma que se preserve tal y como está antes de ser alterado y pueda recuperarse después tantas veces como le sea necesario al investigador. A su vez, es la fotografía que muestra la relación de los objetos y pruebas encontradas en el escenario en relación unos con otros y en su ubicación en la escena y, finalmente, la que sirve para situar el escenario en su entorno, gracias a las tomas realizadas de los accesos o planos generales del lugar de los hechos.

 

De esta manera, un fotógrafo forense podría realizar varios tipos de fotografía en un mismo escenario o una misma sesión. Por ejemplo: el rescate de un cuerpo encontrado envuelto en una manta en un barranco. El fotógrafo hará tomas del lugar y sus accesos, bajará hasta donde se encuentre el cuerpo o se acercará lo más posible y fotografiará el cadáver. Son “fotografías en la escena del crimen”. Luego fotografiará todos los trabajos llevados a cabo para sacar el cuerpo del barranco y poder llevarlo al anatómico forense y una vez allí fotografiará el cuerpo, tanto envuelto en su manta como una vez retirada ésta. Son fotografías de documentación. Después, realizará unas fotografías del rostro del cadáver y, posiblemente, también de las marcas que sean visibles, como tatuajes, lunares… Se trata de “fotografías de identificación”.

 

4.- Cualidades de un buen fotógrafo forense

No existe, al menos en España, una especialidad como tal en fotografía forense. Más aún, las universidades que incorporan la fotografía en sus módulos de estudio apenas aluden a la fotografía forense o no lo hacen en absoluto en los programas formativos. En Estados Unidos y en algunos lugares de Latinoamérica conocemos cursos de formación específica en fotografía forense, especialmente orientados a policías, pero suelen consistir en cursos de escasa duración y, generalmente, sus contenidos, por lo que hemos podido saber, parten desde el supuesto de que el agente no conoce la materia de la fotografía en absoluto. Así, la mitad o más del contenido, se pierde en explicar las características de una cámara, las bases de una buena toma fotográfica (el triángulo de la exposición, la composición…) y las características de la luz natural y la luz artificial, el uso del flash de zapata y otros pormenores que incluso conoce bien el fotógrafo aficionado.

La complejidad que conlleva una buena ejecución de la fotografía forense en la escena del crimen requeriría, en realidad, una buena formación, de alto grado, tanto en criminalística como en fotografía. Es decir: un buen fotógrafo forense debe ser un criminalista avezado y un fotógrafo experto. A menudo, en los cuerpos policiales (aunque creemos que no es el caso de España), se prima una de las dos facetas sobre la otra. Por otra parte, estos cursos para policías, al partir desde la base, permiten creer que unos conocimientos básicos de fotografía son suficientes para trabajar sobre el terreno.

Pero esto no debería ser pensado así. Un fotógrafo forense puede encontrarse con dificultades que sólo un criminalista y profesional de la fotografía, con amplios conocimientos técnicos, especialmente en cuanto al manejo de las fuentes de iluminación y con un dominio impecable de la cámara y sus posibilidades, puede solventar con suficiencia. Así, la escena puede estar pobremente iluminada o ser de noche, los objetos que pueden ser probatorios pueden encontrarse en lugares con demasiada sombra, las manchas de fluidos como la sangre o el semen, pueden haber desaparecido o estar muy poco visibles, etc.

Por todo lo dicho, el fotógrafo debe manejar a la perfección técnicas de braketing (que permite realizar la misma fotografía con diferentes exposiciones correlativas entre sí para que todas las zonas queden adecuadamente iluminadas), conocer las posibilidades de la luz Infrarroja (IR) y de la luz ultravioleta (UV) que puede manejar dos frecuencias de onda diferenciadas. Debe conocer, asimismo, técnicas de “pintar con luz” (para escenas nocturnas, por ejemplo) o de larga exposición para fotografiar escenarios a los que se ha aplicado luminol, una sustancia química que reacciona con el hierro de la sangre y “revela” mediante una luz azulada, las manchas de sangre que ya están secas o han desaparecido. En suma, debe conocer y dominar técnicas que no suelen explicarse en un nivel básico de fotografía y que requieren seguridad en el manejo de los controles de la cámara, lo que sólo se logra con la experiencia.

Es cierto que la fotografía digital permite controlar al momento, en la pantalla de la cámara, si la toma realizada es válida o muestra alguna deficiencia, desde trepidación hasta deformaciones indeseables, oscuridad excesiva o zonas “quemadas” (es decir, zonas donde hay tanta luz que no pueden verse los detalles), falta de nitidez o enfoque deficiente, etc. Pero de nada sirve conocer que se debe repetir la toma si no se sabe cómo corregir la deficiencia.

 


 

Aparte de las características como fotógrafo, el forense debe tener también formación amplia en criminalística. Entre otras cosas, esta formación le ayudará, más allá del protocolo que siga en la obtención de fotografías, del que luego hablaremos, para tener en cuenta determinados aspectos que debe considerar prioritarios a la hora de enfrentarse al escenario. Por ejemplo, debe ser completamente consciente de que no puede alterar lo más mínimo ese escenario, por lo que no sólo no debe tocar o mover nada de lo que encuentre, sino que, además, debe entrar en él ataviado con su correspondiente mascarilla y traje forense, de forma que ningún cabello suyo, una huella o un estornudo imprevisto contamine la escena. Sus conocimientos en criminalística le pondrán, también, sobre aviso, de lo que puede ser interesante fotografiar y de lo que puede constituir una prueba que sirva a los investigadores para la resolución del caso. De la misma manera, conocer cuál será el procedimiento para procesar con posterioridad los objetos encontrados en la escena del crimen o el cadáver de la víctima contribuirá, también, a que sepa valorar la nitidez con la que debe enfocar cada objeto o si es preciso que quede bien marcado tal o cual detalle del escenario o si debe fotografiar esta o aquella sección del cadáver.

Finalmente, no cabe desestimar las cualidades psicológicas que el fotógrafo forense debe reunir para enfrentarse a lo que va a encontrar en la escena del crimen. Sin querer ser exhaustivos ni caer en el morbo, pero con el objetivo de que se comprenda bien lo que queremos decir, hemos de pensar que un fotógrafo, como veremos más abajo, es el primero que debe entrar en la escena del crimen, por lo que se la va a encontrar, en una investigación ideal, tal cual la dejó el homicida si se trata, pongamos, de este tipo de delitos. Esto quiere decir que puede ver escenas absolutamente desagradables para cualquier humano: rostros desencajados con la lengua fuera por la asfixia, charcos enormes de sangre o, incluso, si hubo un disparo a bocajarro, partes del cráneo y los sesos pueden haberse desprendido y estar en cualquier lugar de la habitación donde se encuentre el cadáver, además de que tal tipo de disparo provoca una amplia y aparatosa deformación del rostro de la víctima. No digamos nada si se trata de una explosión o de un incendio. El fotógrafo, téngase en cuenta, no sólo será de las primeras personas en ver la escena, sino que tendrá que permanecer un tiempo en ella y acercarse, con su objetivo, a los elementos más escabrosos y desagradables de la misma para captarlos con todo detalle. Un reto para cualquier estómago y para el equilibrio mental. De hecho, no son pocos los fotógrafos forenses que tienen una corta carrera o que necesitan apartarse en algún momento de la profesión. Un fuerte dominio de los nervios, un equilibrio mental a prueba de todo y una resiliencia emocional rápida y sólida son cualidades necesarias para este tipo de experto.

 

5.- Equipo del fotógrafo forense

El fotógrafo forense se encontrará, en su labor diaria, con muchos inconvenientes a la hora de desempeñar una buena labor documental en la escena del crimen. Nos referimos, especialmente, a condiciones que hacen difícil la obtención de buenas fotografías, con la nitidez y la claridad que exige la utilidad de las mismas. Así, encontrará escenas del crimen en las que todo esté a oscuras, bien por ser de noche bien por encontrarse la víctima en lugares sin ventanas o con las persianas bajadas y sin luz eléctrica, en un sótano, etc. Encontrará también, víctimas encarceladas en un vehículo, de manera que no puede accederse a todos los detalles o en las que los reflejos de los cristales del vehículo impidan una correcta visión desde algún ángulo de cámara que sería interesante fotografiar. Podría encontrar objetos verdaderamente diminutos de los que convenga obtener una fotografía, como, por ejemplo, una pequeña mancha en un dedo de la víctima, o una gota diminuta de sangre en una pared. En suma: situaciones para los que una cámara y un objetivo normal no son suficientes herramientas como para registrar todo con las necesarias calidades para que sirvan como prueba documental o instrumento de investigación. Por eso, es necesario que el fotógrafo forense se acompañe, en sus intervenciones, de un equipo mínimo de elementos fotográficos al que irá incorporando nuevos materiales según le dicte su experiencia.

 


 

Como equipo mínimo básico, podríamos nombrar lo siguiente:

 

- Una cámara réflex digital.- Hoy en día, la policía de todo el mundo ha abandonado el carrete de película. En un principio, no hace tanto, todavía podía leerse en los manuales al uso reticencias al uso de la fotografía digital, principalmente por dos motivos: la falta de calidad de las imágenes frente a las obtenidas con película, especialmente en las ampliaciones y el precio de las cámaras con mayor potencial de resolución (es decir, de capacidad para ofrecer fotos con enfoques muy nítidos). Era un reticencia muy oportuna. Las cámaras más profesionales apenas ofrecían una resolución máxima de 5 Megapíxeles (la unidad de resolución de las cámaras) y eran muy caras. Hoy, sin embargo, el mercado ofrece cámaras de 25 y hasta de 30 Megapíxeles por precios entre 2.000 y 3.500 euros más o menos (por ejemplo, la CANON EOS 5D Mark IV, de 30 Megapíxeles, puede encontrarse por alrededor de 3.100 euros)  y otras, de precios más modestos, pueden llegar a los 18 megapíxeles con facilidad o incluso más (por ejemplo, una CANON EOS 200D alcanza los 24,5 megapíxeles y cuesta en torno a los 500 euros e incluye un objetivo estándar). Una fotografía de 30 megapíxeles no pierde un ápice de claridad hasta que no se amplía por encima de un tamaño DIN-A 3, lo cual es suficientemente grande como para que cualquier investigador pueda examinar muy de cerca los detalles de la escena del crimen. Además, distintos programas informáticos de reproducción, edición o proyección sobre una pantalla pueden proporcionar tamaños aún más grandes con una muy buena calidad. Las cámaras de este tipo tienen objetivos desmontables que hay que adquirir aparte y que conviene que sean de buena calidad, ya que van a hacer el mayor trabajo. La posibilidad de utilizar objetivos intercambiables permite que, con la misma cámara, se obtengan fotografías de igual calidad tanto de toda la escena del crimen en general (con objetivos conocidos como “angulares”, que captan un ángulo amplio de imagen a partir de la posición de la cámara) como de pequeños detalles (con objetivos llamados ”macro”, que luego se explicarán). Como opción, el mercado ha desarrollado en los últimos años las cámaras mirrorless, cuya característica principal es que carece de prisma de espejos (el elemento, precisamente, básico en las Réflex, llamadas así precisamente porque la imagen se envía al sensor digital que la captura (o a la película en las réflex no digitales)  a través del “rebote” de la imagen en un espejo situado detrás del objetivo, que la refleja en un prisma que, a su vez, la refleja en el sensor o la película). Las cámaras Mirrorless son más ligeras, al carecer de prisma óptico y el desarrollo tecnológico las iguala hoy a las réflex a las que, probablemente, estén llamadas a sustituir. También son de objetivos intercambiables.

- Tarjetas de memoria.- Las tarjetas de memoria son el soporte que registra la información de la fotografía. Aunque las hay de varias calidades y capacidad, conviene no escatimar en ninguna de estas dos características. Una buena calidad ayudará a conservar durante más tiempo sin dañarse los archivos y, como en un escenario pueden tener que sacarse muchas tomas, es bueno que tengan una gran capacidad. Además, el investigador debería realizar tomas en formato RAW que, al contrario que los formatos comprimidos (como el conocido JPG), conservan toda la información y no pierden ningún dato pero, a cambio, ocupan más espacio en la memoria. Para una tarjeta de 8 Gigas de memoria, la capacidad suele ser de algo más de 400 fotografías RAW en formato completo. Convendrá, lógicamente, llevar más de una tarjeta, aunque en buen número de casos pueda bastarnos con una. Cada marca de cámaras demanda un tipo de tarjeta distinta, pero las cámaras profesionales y semi-profesionales suelen emplear principalmente dos: la SD y la Compact Flash, ambas muy resistentes. Debería utilizarse una tarjeta nueva cada vez que se vaya a iniciar un nuevo registro fotográfico de una nueva escena, aunque quedara espacio en la última tarjeta usada y hacer copias en discos duros externos o en unidades USB de cada sesión, para garantizar que pueden recuperarse si se daña el soporte donde se registraron en origen.

- Objetivos de diversas focales.- Como hemos visto, la cámara se compone de varios elementos que van incorporados al “cuerpo” de la misma: hemos mencionado un espejo, un prisma, un sensor y otros. El objetivo, sin embargo, puede ser independiente. Se trata de un “tubo” con diversas lentes que son, realmente, las que “ven” la imagen, es decir, donde la imagen se refleja. Esa imagen se lleva, gracias a ese conjunto de lentes, hasta el espejo de la cámara y, finalmente, al sensor. Esos objetivos son de diversas “focales” o tipos ya que están preparados para captar la imagen de distinta manera, dependiendo de las lentes que incorpore. Así, el fotógrafo forense necesita al menos uno de cada focal básica. Es imprescindible un “angular” o “gran angular” que es un objetivo que permite, como hemos dicho ya, captar una escena con mucha amplitud, lo cual permite obtener una visión general, por ejemplo, del lugar de los hechos: los accesos, etc. (por ejemplo, con un gran angular puede abarcarse sin alejarse mucho el fotógrafo, una casa abandonada en el campo donde se ha encontrado un cadáver y el entorno inmediato de la misma con parte de su camino de acceso); tal objetivo resuelve también la captación de la totalidad de un cuarto pequeño en el que se ha encontrado un cadáver, por ejemplo, aunque la lente provocará aquí una gran aberración en la imagen (una deformación, como si se estuviera viendo reflejada la imagen en una burbuja), por lo el fotógrafo deberá hacer constar en su ficha el objetivo utilizado para poder eliminar esa deformación luego por medios digitales. Imprescindible es, igualmente, un objetivo “macro”, que permite al fotógrafo realizar fotografías cercanas de objetos pequeños con detalle suficiente, ya que, generalmente, el resto de objetivos tienen su punto focal ubicado de forma que no pueden enfocar objetos muy cercanos (será básico para enfocar fibras, casquillos, cabellos o manchas pequeñas de fluidos), se trata de un objetivo que puede ser sustituido por otros elementos que un fotógrafo conoce bien, como “anillos de aproximación”, que se colocan en otros objetivos para asimilarlos al “macro”, pero ninguna otra técnica ofrece mejores resultados que un objetivo específico dedicado a esa función. El objetivo de 50mm (conocido como “normal”) permite una visión de la escena idéntica a la del ojo humano, sin dar la sensación de que los objetos están más cerca o más lejos de lo que en realidad están. No puede olvidar un “teleobjetivo”, conocido en el argot sencillamente como “tele”, que tiene la cualidad de poder captar imágenes lejanas acercándolas de manera que parezcan que están frente al fotógrafo.

 


 

- Trípode y monopié.- Se trata de estructuras metálicas más o menos pesadas, sobre las que se instala la cámara y puede dispararse con un disparador a distancia o mediante un cable disparador. La ventaja de disparar sobre un trípode es que no es necesario que el fotógrafo haga presión sobre el disparador, lo cual produce siempre una pequeña trepidación de la imagen (un ligero movimiento hacia abajo y hacia arriba), imperceptible en la mayoría de las ocasiones a simple vista pero sí visible en las ampliaciones de las fotografías y , por supuesto, mucho más notable en los disparos lentos, en los que la cámara se toma mucho tiempo para realizar el disparo, lo cual sucede en condiciones de luz escasa. El trípode también es útil para disparar a distancia si el fotógrafo debe desplazarse para sostener un flash, como veremos o para “pintar con luz” (como explicamos más abajo). Si bien el monopié elimina mucha trepidación, el trípode, por su mayor estabilidad, es el preferido habitual de los fotógrafos. Como sus patas son modulares, puede situarse la cámara más alta o más baja según se quiera. Los hay, incluso, con el eje en el que se engancha la cámara reversible, de forma que puede quedar ésta entre las patas del trípode, lo cual es muy útil para fotografiar determinadas pruebas encontradas en el suelo o, en laboratorio, para fotografía de documentoscopia y peritaje caligráfico.

- Filtros.- Se llaman así a unos pequeños cristales, generalmente tintados o con determinadas particularidades, que se colocan ante él en algún tipo de guía unida al objetivo o bien se enroscan a él. El fotógrafo debe incorporar a su equipo, necesariamente, un filtro infrarrojo, que permite descubrir a veces marcas o manchas que el ojo no ve a simple vista al eliminar la frecuencia del rojo en la imagen; también un filtro UV, que sirve para proteger el cristal externo del objetivo pero también para filtrar el exceso de rayos ultravioleta en imágenes tomadas con abundante luz solar; un filtro polarizador, que consiste en dos cristales montados en el mismo anillo, de manera que pueden girar uno sobre otro y que dejan pasar la luz como a través de una rejilla de tal manera que, si se colocan en perpendicular, las correspondientes rejillas no dejan pasar todo el espectro de la luz provocando varios efectos imposibles de reproducir en el laboratorio digital como son: incremento de los tonos azulados y el contraste con el cielo y las nubes, la saturación de los elementos vegetales y, el que propiamente interesa al uso forense, la eliminación de los reflejos en superficies no metálicas, tales como cristales, pudiendo fotografiar, por ejemplo, a alguien encarcelado en su vehículo a través de la luna del coche o de las ventanas laterales de las puertas del vehículo; finalmente, será bueno disponer de otros filtros como los “ND” o “de densidad neutra”, disponibles en varias intensidades, que eliminan parte de la luz de una escena para que no afecte la excesiva luz solar a una fotografía o los degradados, que permiten esa misma función pero en una zona parcial de la fotografía, pudiendo así fotografiar en la misma toma una zona clara y otra en sombras (por ejemplo, el capó de un vehículo que está iluminado por el sol de mediodía y la mancha de aceite que hay debajo de él sobre la carretera y que quedaba en sombra por el propio vehículo), ya que de otra manera una de las dos quedaría sin detalle. La experiencia del fotógrafo le dictará si debe llevar algún filtro más.

 


 

- Flashes, triggers y disparadores IR.- El flash puede definirse como una fuente de luz que produce un destello rápido e intenso en el momento del disparo de la fotografía. Los hay de muchos tamaños y potencias, desde los fuertes focos de estudio fotográfico a los que van montados de algún modo sobre la cámara. Éstos son los habituales del forense. Los flashes de “mano” o “de zapata”, se pueden montar sobre la cámara gracias a un pequeño raíl que incorporan las cámaras (la zapata), pero también pueden ser utilizados fuera de la cámara, en la mano del fotógrafo, bien unidos a la cámara a través de un cable o bien gracias al uso de un disparador de infrarrojos (“trigger”), que monta un dispositivo en la zapata y otro en el enganche del flash y que se comunican por frecuencia infrarroja. De esta manera, el fotógrafo puede colocar el flash en su mano para iluminar alguna zona difícil de llegar de otra manera mientras dispara a distancia la cámara que ha dejado sobre un trípode. Los flashes anulares, que se enroscan alrededor del objetivo, también han demostrado ser muy prácticos, en especial para iluminar manchas, pequeños objetos a fotografiar con una lente “macro” o lesiones en la víctima, porque proporcionan una luz envolvente y equilibrada en todos los puntos de interés de la fotografía.

- Linterna.- Un útil que no debe faltar en la mochila del fotógrafo es una buena linterna. La linterna no sólo le ayudará a orientarse en las escenas oscuras sino que también le servirá para “pintar con luz”, una técnica que consiste, literalmente, en eso: pasar la linterna por las zonas oscuras de un escenario como si fuera una brocha, mientras la cámara mantiene abierto el obturador (una especie de cortinilla que es la que deja pasar la luz al sensor o la película y que se cierra una vez terminada la toma, protegiéndolo de esa misma luz). De esta manera, es como si, sobre un mismo fotograma, diéramos varios fogonazos de flash a todo lo que queremos ver pero está demasiado oscuro. Esta técnica es muy útil, por ejemplo, para iluminar un escenario en mitad del campo por la noche, cuando no hay luz de otra naturaleza o bien el acceso, pongamos, a una casa abandonada donde se ha encontrado un cuerpo, porque, seguramente, los focos que haya podido colocar la policía científica estarán en el interior de la casa pero el paraje de alrededor seguirá oscuro y, como se verá, también es de interés fotografiarlo.

- Reflectores y difusores de luz.- Son, por lo general, telas reflectantes o traslúcidas y que se tensan gracias a venir montadas sobre una estructura metálica flexible y que permite llevarlas dobladas, que pueden servirle al fotógrafo para eliminar o suavizar las sombras que impiden ver correctamente detalles de una parte de la imagen (reflectores) o bien que ayudan a eliminar fuertes caídas de luz sobre objetos reflectantes (difusores) de forma que la luz sea más suave y no produzcan molestos reflejos que eliminen el detalle en la fotografía. Es, por lo demás, un elemento muy común en cualquier estudio de fotografía de la especialidad que sea.

- Tarjeta de grises.- Es una herramienta común para el fotógrafo de estudio. Consiste en una tarjeta de plástico u otro material, que tiene exactamente un tinte gris neutro (un gris al 18%). El kit suele incorporar también una tarjeta de blanco puro y otra de negro puro. Fotografiando una primera toma con estas tarjetas sostenidas por algún colaborador o simplemente abiertas sobre algún punto del escenario, iluminado con la misma luz con la que van a tomarse todas las fotografías, pueden obtenerse copias que muestren los objetos de la escena con la gama de colores exactos de estos objetos, ya que puede tomarse una muestra de la tarjeta de grises y aplicarla al resto de las fotografías gracias al procesamiento con el software digital. Es interesante conservar ese verismo del color en escenas en las que hay implicados vehículos, heridas o fluidos cuya coloración puedan ayudar al investigador a catalogarlos, etc.

- Marcadores de pruebas y reglas medidoras (escalas).- Además de las herramientas propiamente fotográficas, el fotógrafo debe llevar consigo marcadores de pruebas, numeradas del 1 al 50 o bien con las letras de la A a la Z. Sirven para atribuir un número a cada una de las pruebas encontradas en la escena del crimen y poder, luego, reconocerlas durante toda la investigación. Junto a los marcadores, diversos medidores o escalas, que no son sino cartulinas o reglas de metal mate marcadas con milímetros, centímetros y pulgadas, ajedrezados blancos y negros o círculos con dos diámetros perpendiculares paralelos, que suelen ser de diversas medidas y que, o bien son rectangulares, o bien acodadas, en forma “L”. Tales medidas sirven, como su nombre indica, para “medir” las pruebas. Deberá colocarse una de estas reglas al lado de cada prueba que se encuentre para poder fotografiarla y conocer, así, su color correcto (gracias al ajedrezado, que proporciona la muestra del “blanco puro” y el “negro puro” en un programa de edición), su orientación (gracias a los círculos) y su longitud y anchura gracias a las medidas marcadas. Así, por ejemplo, puede saberse qué longitud real tiene un casquillo fotografiado de cerca y que en una imagen ampliada puede ocupar, pongamos, 12 o 15 centímetros.

 

Los mencionados hasta aquí, junto con el traje forense y los guantes, por supuesto, son los materiales que no deben faltar en la mochila de un fotógrafo forense. Pero el equipo puede completarse con otros materiales que la experiencia sobre el terreno dictará a cada cual.

 


 

 

6.- Procedimiento en la escena del crimen

Entramos ya en la labor del fotógrafo forense propiamente dicha y en cómo procede una vez es llamado para fotografiar la escena en una investigación criminalística.

Esta labor puede dividirse en tres momentos:



a.     Captura fotográfica

b.    Procesamiento digital (revelado digital)

c.     Redacción del informe

 

Nos centraremos, en el presente artículo, sólo en la primera, si bien en daremos algunas pinceladas sobre las otras dos fases antes de cerrar con las conclusiones.

 

Lo primero que ha de saber el fotógrafo forense es que debe preservar la escena de toda manipulación. Por eso entrará debidamente ataviado con el traje forense, guantes y mascarilla.

 

La labor del fotógrafo forense en la escena del crimen comienza con una primera fotografía de una ficha o Tarjeta de Identificación, que señalará que ése es el inicio del trabajo. Es como una “claqueta” en el cine, que evitará que se mezclen fotos de varias investigaciones aunque debería usarse una tarjeta nueva para guardar las imágenes de cada caso. Esta ficha consiste, normalmente, en un folio debidamente impreso a modo de formulario, en cuyos espacios en blanco se pide que se consignen los siguientes datos:



·       Número de caso o expediente: Se prefiere al tipo de delito porque éste puede cambiar en el transcurso de la investigación. Un homicidio o un secuestro pueden pasar a ser asesinato. Un presunto suicidio acabar probándose también como asesinato o un accidente de tráfico acabar siendo un homicidio imprudente.

·       Fecha del inicio de las tomas: En ocasiones, un caso requerirá tomar fotografías en varios días. Por ejemplo, si se descubren nuevas evidencias o si se ha de fotografiar a algún herido que, de momento, no puede retratarse. La fecha indicará siempre el comienzo de la investigación.

·       Hora en que se inician las tomas: Es necesario también este dato para conocer las condiciones de luz por si hubiera que repetir alguna de las tomas o si hubiera que compararlas con otro tipo de prueba gráfica o audiovisual.

·       Lugar: Se consignará aquí el lugar exacto, dirección y/o coordenadas, en los que se ha realizado la investigación forense.

·       Agente forense: El nombre, apellidos y número de placa o de licencia del agente encargado de la obtención de las fotografías es vital para tener referencias de las tomas o la investigación si fuera necesario en el futuro.

·       Número de la tarjeta: Este dato sirve para identificar el orden en el que fueron tomadas las fotografías: la tarjeta 1 será la de las primeras tomas y, si no hubo bastante, se usará una nueva hoja identificativa y se consignará que es la primera toma de la tarjeta 2.

·       Modelo de cámara y objetivo(s): Cada cámara aporta una coloración distinta a las fotografías y procesa digitalmente de manera distinta las imágenes. Además, los diferentes objetivos tienen aberraciones y deformaciones propias del modelo, debido a las lentes que montan. Conocer estos detalles puede favorecer el poder eliminar esas imprecisiones en el procesado digital.

 

Cualquier cambio en los datos consignados (por ejemplo, una segunda jornada de tomas en otro escenario, por otro agente o con otra tarjeta), requiere fotografiar una nueva hoja de identificación al inicio de esa sesión. Coincidirá el número de caso, para poder asociar sin problemas un material probatorio con otro.

 

Además de esta hoja, el fotógrafo forense debe llevar consigo una ficha conocida como “Photo Memo Sheet” para anotar el número de fotografías realizadas, el número que la cámara ha dado a esa fotografía y los datos técnicos de la toma: diafragma utilizado, velocidad de obturación, focal del objetivo, si se usó luz natural, luz ambiente, linterna o flash y una breve descripción de lo que aparece en la fotografía. Por ejemplo: “huella de calzado junto a la ventana de la pieza donde se encuentra el objeto robado”.

Las cámaras digitales hacen hoy la mayor parte del trabajo y no es necesario consignar estos datos. Al disparar en RAW, la cámara escribe, junto a cada toma, un archivo con el mismo número o nombre que el archivo de la toma y con extensión .XMP que se conoce como “archivo mochila” y en el que constan todos esos datos (salvo el tipo de luz, a menos que se dispare con flash) y la descripción. El archivo es como una base de datos (en realidad, una plantilla de “metadatos”) que permite completar otros campos en los que puede añadirse el nombre del fotógrafo y la descripción. Además, el archivo XMP inscribe en él si se utiliza algún tipo de procesado digital a través de software, de forma que es muy útil para determinar si la foto pudo ser manipulada.

El uso de este archivo como sustitutivo de la Photo Memo Sheet es posible, pero en un tribunal, el forense debería acompañar declaración jurada que garantizara que se corresponde fielmente con las fotografías tomadas en la escena y que, de aparecer el uso de software de proceso digital, éste sólo ha servido para aclarar la nitidez o la luz (es decir, para la función de revelado, como antiguamente se hacía con las ampliadoras para el revelado de carretes) y no hay manipulación en cuanto a la fidelidad de reproducción del estado real del escenario del crimen.

 

El fotógrafo forense puede enfrentarse, a partir de aquí, a tres escenarios diferentes: abierto, cerrado o mixto.

El escenario abierto es aquél que está al aire libre o en un lugar no limitado por cuatro paredes, como puede ser el porche de una casa, unos soportales o una casa en ruinas a la que le falta algún muro. También se considera abierto un jardín o las calles e instalaciones comunes de una urbanización, por ejemplo.

El escenario cerrado es el que está limitado y cercado por todas partes, bien por paredes, bien por paneles o cualquier elemento natural o artificial que rodee el escenario por todos sus costados. Así, una habitación es el lugar más común, pero podemos entender por escenario cerrado también un garaje, un vehículo, una tienda de campaña, un pozo…

El escenario mixto es aquél que resulta de una combinación de ambos escenarios anteriores. Podríamos simplificar diciendo que se trata de un escenario cerrado pero no techado o un lugar privado, reducido y acotado pero con parte de él al aire libre. Así, podríamos considerar mixtos un patio de luces o el patio privado de una casa, una terraza, etc.

 

El fotógrafo, según el tipo de escenario que encuentre, debe adaptarse y proceder de una u otra manera, pero siempre sobre una pauta o patrón que es común a todos los escenarios. Así, es lógico considerar que si el escenario es un pozo, el fotógrafo no podrá tomar fotografías desde muchos ángulos diferentes, como sucedería en el caso de un escenario de otro tipo, incluso uno cerrado que fuera suficientemente amplio. Sin embargo, hará bien en realizar tomas cenitales (desde arriba) y, una vez retirado el cuerpo, podrá entrar en el pozo para tomar una fotografía de las paredes y la profundidad del mismo desde el fondo. No podemos ser exhaustivos en esto, pero iremos puntualizando algunas particularidades de cada escenario, sin ánimo de agotar las posibilidades, conforme vayamos avanzando.

Antes de pasar al detalle de las tomas que debe realizar el fotógrafo en el escenario del crimen, diremos que éste debe tomar varios tipos de planos en e desarrollo de su trabajo; incluso varios tipos de planos para el mismo objeto. Esto tal vez requiere de una explicación, siquiera breve, de qué es exactamente cada uno de los planos conocidos en fotografía (y también en cine y vídeo).

 


 

 

·       Plano general (PG).- Es la toma realizada a cierta distancia, de manera que pueda abarcar la totalidad del escenario o la mayor parte posible de él. Si imaginamos la fotografía de una casa de campo, de planta baja y un piso y tejado a dos aguas, en el PG aparecería toda ella, desde la base de la fachada al tejado completo y también se vería algo de “aire” a los lados de la construcción. En el caso de personas, la fotografía típica, en formación, de un equipo de fútbol es un plano general. Si fuera una sola, entenderíamos por plano general una foto de cuerpo entero y de pie. Existe una denominación para un plano en el que el motivo se ve muy lejano e inmerso en un paisaje mayor, abarcando pues, el encuadre, una gran cantidad de espacio que enmarca a nuestro motivo. A ese plano se le llama Gran Plano General (GPG), pero podemos entender uno y otro englobados en el PG.

·       Plano americano (PA).- Se aplica sólo a personas y se llama así por la amplia generalización que algunos directores americanos de westerns hicieron de él. Se trata del plano que muestra a una persona desde por encima de las rodillas hasta la cabeza entera.

·       Plano medio (PM).- Es el plano en el que puede verse el motivo fotografiado de manera bastante amplia pero muy cercano, de manera que no entra todo, sino generalmente sólo la parte de mayor interés, en el encuadre. En el ejemplo de nuestra casa, una fotografía de la fachada de la casa, con la puerta y el balcón del primer piso visibles pero donde no se vieran los límites laterales ni el tejado sería un PM. En personas suele entenderse como medio el plano en el que encuadramos al modelo de cintura para arriba, sin dejar apenas espacio (“aire”, le llaman los fotógrafos) sobre la cabeza.

·       Plano corto (PC).- Es el siguiente paso de acercamiento al objeto. Vemos el objeto llenando el encuadre e incluso recortado por el mismo. La fotografía de la puerta de nuestra casa o sólo del balcón, podría ser un plano corto. En personas, suele referirse al plano en el que captamos sólo el busto (hombros y cabeza) o el rostro.

·       Plano de detalle (Pd) o Primer Plano (PP).- Es el plano más cercano, en el que mostramos sólo la parte que más nos interesa del objeto o la persona ocupando todo el encuadre. Este plano descontextualiza el motivo y lo hace absoluto protagonista de la imagen. Así, en el ejemplo de la casa, la fotografía de parte de la puerta, donde no se viera más que la zona de la aldaba y del tirador y la cerradura o la mitad superior de la misma, sería un primer plano. En el caso de personas, un PP encuadra sólo el rostro, a veces llenando por completo el encuadre, sin límites visibles. En realidad, cabe aún un plano aún más cercano, éste sí merecedor de llamarse “plano de detalle” más propiamente, que también suele llamarse “primerísimo primer plano” (PPP). Sería un plano en el que un pequeño detalle ocupa absolutamente todo el encuadre, potenciando el efecto de protagonismo y descontextualización de los que hemos hablado. En el caso de la puerta, una foto de la aldaba o de una bisagra tomada muy de cerca sería un ejemplo. En el caso de personas, podemos obtener un PPP de un ojo, por ejemplo.

 

 El fotógrafo forense tomará, generalmente, varios planos de cada objeto de interés, indicio o prueba, de manera que se cubran todas las distancias posibles. Es evidente que, para la foto de un casquillo, no es necesario tomar un PG específico puesto que no se verá ese casquillo, pero el fotógrafo ya habrá tomado, para cuando llegue el turno de fotografiar ese casquillo, un PG del escenario en el que se verá claramente la posición del mismo. Por el contrario, en ese y otros casos -como puede ser la huella dactilar revelada sobre una copa- así como de las características que presente el cuerpo y que indiquen evidencias de cómo sucedieron los hechos (heridas, contusiones, orificios de bala…) deben tomarse un PM, un PP y un PD. Iremos indicando los planos más importantes en cada uno de los pasos de la fase de toma de fotografías que enumeramos a continuación.

 

Después de la ficha identificadora, la primera foto que debe registrar la cámara es un PG del lugar de los accesos al lugar de los hechos. Si, por ejemplo, es un escenario abierto, una calle, el fotógrafo debe tomar una vista general de esa calle desde varios metros antes de llegar al punto del escenario en los dos sentidos (o en los cuatro si se trata de un cruce) y otra desde la acera opuesta o, si está en el centro de la vía, desde los cuatro puntos cardinales.

Si se trata de una escena cerrada, como una habitación, por ejemplo, deberán tomarse fotografías desde la calle, para identificar y ubicar suficientemente el bloque de pisos o la casa en cuestión, el portal, desde el exterior y el interior del mismo, el ascensor y las escaleras, el descansillo, la puerta de la vivienda y el pasillo que conduce a la habitación del suceso. En suma, todo el camino que el homicida debió recorrer para llegar hasta su víctima y que usó para huir del escenario. Las tomas deben de ser realizadas de tal manera que cualquier investigador que nunca estuvo allí, pueda hacerse una idea cabal de cómo se accede a esa habitación. Para eso, además, debe darse una cierta “continuidad narrativa”, no podemos fotografiar el bloque de pisos y luego la puerta de entrada a la vivienda olvidándonos del portal. Sí es cierto que las fotografías pueden ordenarse después y no tomarse en orden, pero han de estar todas y, por eso, el Photo Memo Sheet es una gran ayuda, ya que puede consignarse en él el motivo que queremos fotografiar incluso antes de acudir al escenario (si sabemos que es una habitación de una casa, por supuesto) e ir marcando o anotando los datos conforme completemos la lista. El “memo” (de memoria), nos chivará de inmediato si hay alguna que no hemos realizado.

La “continuidad narrativa” nos obliga, al mismo tiempo, a ubicar correctamente la sucesión de fotos. Si realizamos tres fotos, por ejemplo, desde diversos ángulos pero más o menos la misma distancia de una casa de campo, debemos incluir en cada toma elementos que hayamos visto en la toma anterior, de manera que sepamos donde estamos en relación al resto de tomas.

 

Realizado el trabajo de los accesos, llegamos al lugar del crimen. Si es un espacio abierto, a la salida del portal de casa de la víctima, por ejemplo, el fotógrafo debe realizar una fotografía desde todas direcciones hacia el portal (o el punto del escenario). Es decir: tomando como punto central el escenario, el fotógrafo se moverá en círculo en torno a él y disparará desde el frente, desde la derecha, desde la izquierda e incluso, si lo considera relevante, desde distancias intermedias entre esos puntos. Así, si fuera un reloj, el escenario sería el eje en el que engarzan las manecillas y el fotógrafo se movería por el perímetro de la esfera y dispararía desde cada una de las horas o, al menos, desde las 3, las 6, las 9 y las 12, siempre que pueda. En el ejemplo propuesto, el fotógrafo debería también meterse en el portal para disparar desde dentro hacia afuera. Esta fotografía es imprescindible pues muestra, entre otras cosas, el campo de visión que tenía la víctima del exterior y si pudo o no ver a su agresor. Lógicamente, habrá casos en los que alguna de estas perspectivas o varias de ellas estén bloqueadas. Así, en el caso de encontrarse un cadáver pegado o apoyado contra un muro. Aquí sólo será posible disparar en la “mitad de la esfera” de nuestro reloj.

En el caso de interiores, si es una habitación el escenario, el fotógrafo debe realizar una toma desde cada esquina de la pieza, cubriendo, así, todos los ángulos. De nuevo encontraremos escenarios en los que no es posible hacer todas las fotografías, como el caso de encontrarse un cadáver un pozo, como ya hemos mencionado. La idea, en definitiva, es hacer tomas suficientes desde todas las perspectivas posibles.

La escena debería fotografiarse sin alterarla y, también, con los marcadores de pruebas ya en su lugar. Esta segunda toma da una idea aproximada de la distribución de los indicios encontrados.

 

Todas las fotos que vayan a tomarse ahora necesitan hacerse (al menos una de las tomas de cada plano que se dispare sobre cada motivo), con los calibres junto a las pruebas, para dar así una medida (como su propio nombre indica) del tamaño de cada prueba.

El cadáver debe fotografiarse también en PG, para que se vea clara su posición respecto al resto de elementos de la escena e incluso sería conveniente añadir un indicador de dirección para advertir sobre si la cabeza está situada al norte, al este o en la dirección que fuere, como ayuda a una reconstrucción más precisa, por ejemplo. Tras el PG, es recomendable hacer un PM y un PP del rostro, para continuar luego con varias tomas de detalle de las heridas, contusiones, orificios, tatuajes… El fotógrafo hará después un seguimiento del cadáver, fotografiándolo también en el anatómico para documentar el proceso de lavado y de autopsia aunque, generalmente, esto puede llevarlo a cabo también el propio médico forense.

Finalmente, cada uno de los indicios encontrados en la escena del crimen también debe fotografiarse primero en plano general, de forma que cada objeto se vea en relación con los demás, o con el cadáver, etc., de manera que pueda apreciarse su colocación exacta en la escena, tanto su ubicación como la dirección en la que reposa.

En suma, el fotógrafo seguirá un protocolo de fotografías que van de lo general a lo particular, al detalle, para cada uno de los objetos de la escena. Es evidente que las tomas generales del lugar servirán para todos los objetos, pero los planos de acercamiento y detalle deben ser específicos para cada objeto y, si es necesario, tomar cada objeto desde varias perspectivas.

Los indicios (ya sean manchas, fluidos, objetos…) han de ser captados a 45º con respecto al eje vertical marcado por el suelo. Esto es imprescindible. Sin embargo, nada impide que el fotógrafo tome también fotos desde otro tipo de perspectivas, como fotografías cenitales o frontales, si lo considera necesario.

 

El trabajo del fotógrafo forense continuará, si es necesario, con la toma de fotografías que documenten el procesamiento del escenario, rescate de víctimas, los trabajos realizados por los expertos de policía científica en laboratorio o detalles de los indicios antes y después del procesado.

 

Fotografía de 360º

 

 

7.- Algunas consideraciones sobre técnicas avanzadas

La fotografía, entiéndase, la fotografía digital, es un campo en el que se está avanzando continuamente a pasos agigantados. En apenas 10 años, las cámaras más usadas por los profesionales han pasado a disparar con una resolución del doble de píxeles; han pasado de usar el sistema réflex a aliviar enormemente su peso eliminando el espejo en las cámaras mirrorless; desde un móvil, podemos capturar una imagen con “cámara lenta”, frame a frame” o realizar multicapturas de 100 fotografías, para capturar un movimiento, por ejemplo, sólo con mantener apretado el disparador, a razón de una fotografía por cada medio segundo o menos; podemos trabajar digitalmente las fotografías en 3 D o realizar, lo que puede tener una aplicación de enorme trascendencia para la fotografía forense, una fotografía de 360º que capture toda la escena, de manera que podamos, después, en el ordenador, mirar hacia abajo, hacia arriba, a un lado o a otro como si estuviéramos dentro del escenario y verlo todo desde esa perspectiva, revisitándolo las veces que queramos.

Los drones, con su capacidad para tomar fotografías desde lo alto y llegar a lugares a los que es muy complicado que pueda acceder un fotógrafo (por ejemplo, una sima donde se ha arrojado un cadáver), pueden ser de inmensa ayuda en fotografía forense en escenarios abiertos.

En suma, los medios tecnológicos permitirán, sin duda, mejorar los métodos de captura y el peso que una fotografía del escenario de un crimen puede tener en la consideración de investigadores y jueces. Nuestro artículo no puede abordar todas esas posibilidades de aplicación de esta tecnología al material forense y, de momento, nadie lo ha hecho seriamente y por extenso. Apenas, de hecho, hemos encontrado alguna referencia aislada en algún “paper” como se les suele llamar ahora a las revistas científicas. No obstante, estamos seguros de que los profesionales forenses comenzarán pronto, si no lo han hecho ya, a aplicar estas tecnologías. Por mostrar sólo un pequeño catálogo de estas tecnologías y un brevísimo apunte de en qué consisten y las ventajas que puedan representar cada una de ellas, añadimos a este parágrafo este breve esquema:



  • Cámaras mirrorless.- Se trata de cámaras que han eliminado el espejo que daba nombre a las cámaras de sistema “Réflex”. Ya no hay prisma de espejos y, por tanto, el peso de la cámara es menor, pero no su resolución. En el mercado pueden encontrarse cámaras profesionales, full frame (es decir, los que recogen el encuadre más amplio) por alrededor de 1000 euros o algo más que obtienen fotografías a 24 o 30 megapíxeles. Las gamas más altas de las principales marcas consiguen llegar a 45 megapíxeles de resolución aunque pueden cuadruplicar el precio de las anteriores. Las principales ventajas que reportan este tipo de cámaras son, además del menor peso, la mayor rapidez de comunicación entre objetivo y sensor, lo que, a su vez, implica un mejor aprovechamiento de la luz y, por tanto, mayor luminosidad de las imágenes.
  • Drones.- En realidad el dron es un elemento externo sobre el que se monta una cámara. Estos artefactos se elevan en vuelo en vertical, tienen una capacidad muy alta de captura de tomas generales y, además, pueden llegar allí donde es muy difícil que pueda hacerlo una persona. El fotógrafo forense puede utilizarlo para tomas cenitales en escenarios abiertos, para explorar zonas escarpadas donde se ha encontrado un cadáver o para intentar localizar, desde el aire, otras pistas que hayan quedado alejadas del escenario principal y puedan pasar desapercibidas. Se nos ocurre, por ejemplo, que podría ser muy útil en ofrecer tomas generales en deflagraciones, incendios forestales provocados y otros casos en los que haya que intervenir en un área muy amplia.
  • Fotografía 360º.- Como su nombre indica, esta fotografía toma una visión esférica del escenario. Las cámaras espaciales diseñadas para la obtención de estas fotografías ahora son bastante más asequibles que hace unos años, pudiendo encontrarlas por menos de 400 euros, aunque las profesionales de más alta gama suelen superar los 5.000 o 6.000 euros. Son cámaras que permiten una representación del escenario completo y, por tanto una experiencia inmersiva, pudiendo luego “navegar” por el escenario, como si estuviéramos en el centro del mismo (o en el enclave donde se instale la cámara) y pudiendo, manejando el ratón, ver en la pantalla del ordenador lo mismo que veríamos si girásemos la cabeza y mirásemos a un lado o a otro, arriba o abajo. La ventaja de esta representación, ya muy utilizada en las presentaciones de algunos negocios en internet, como hoteles, restaurantes, etc., para mostrar las habitaciones o su local, es que no sólo permite una visión de la escena completa sino que, además, ubica al investigador en el interior de la misma, de manera que puede obtener deducciones de carácter espacial. No obstante, por la propia característica esférica de la toma, los objetos y las distancias aparecen deformados, por lo cual debería acompañarse siempre con la toma habitual de fotografía convencional. Esto supone una desventaja: se emplea más tiempo en procesar fotográficamente el escenario al tener que hacerlo por partida doble. Por otra parte, el forense debe contar con un temporizador porque debe estar fuera de la escena si no quiere que se le vea, lo cual no es, en absoluto, conveniente, claro.
  • Time Lapse.- Si bien es una técnica que parece resultar poco atractiva o nada relacionada con la fotografía forense, podrían valorarse algunos usos interesantes. La técnica suele usarse mucho en documentales de naturaleza. Se trata de reunir una serie de fotografías, tomadas siempre desde el mismo punto, con trípode, de un escenario, de manera que cada toma diste de la anterior apenas unos segundos o minutos de tiempo y se sigan tomando por un tiempo prolongado. Una vez montadas y pasadas a un ritmo rápido, estas imágenes parecerán una película, con algunos saltos, en los que podrá verse pasar de la noche al día, abrirse una flor o el proceso de una larva. En fotografía forense podría aplicarse a varios usos. Por ejemplo, podríamos ver la evolución de las luces y las sombras sobre un escenario concreto si es que esto tuviera alguna influencia en el crimen (por ejemplo, pongamos, sobre si pudo ocultarse o no el delincuente en algún rincón en sombra sin ser visto y durante cuánto tiempo. Más útil parece la filmación de los efectos de los necrófagos sobre muestras de cadáver para comprobar cómo pudo ser la evolución de descomposición del cuerpo de una víctima. En suma, la tecnología está ahí y es cuestión de intentar aprovecharla o reflexionar sobre si su uso puede ser interesante.
  • Vídeo.- Por supuesto, hoy es habitual registrar también el escenario en vídeo, que no es otra cosa que fotografía en movimiento; también se suele registrar en vídeo el interrogatorio de los sospechosos y, por último, un vídeo a alta velocidad puede realizar las mismas funciones que hemos comentado para el Time-Lapse. Pero tratar aquí de todo esto nos llevaría a tener que escribir otro artículo al menos tan extenso como el presente para comprender el procedimiento correcto, sus ventajas y los sistemas de registro. 

 

La tecnología avanza y a estos sistemas se sumarán otros. Sin embargo, la idea de base no habrá variado: se trata de reflejar lo más fielmente posible el escenario para fijar, sin atisbo de duda ni de posibilidad de error, el estado original en el que tal escenario fue hallado por los investigadores, fijar las evidencias y su posición en el escenario y registrar los posibles accesos y vías de huida por los que el victimario pudo acercarse, encontrar y alejarse de su víctima.

 


 

 

8.- Conclusiones

Como se ha visto, el trabajo del fotógrafo forense es vital para la investigación. La fotografía fija el escenario, permite reexaminarlo en su estado original cuantas veces deseen los investigadores, incluso pasados muchos años, lo cual puede ser vital para resolver el delito.

La fotografía, además, no traiciona. La memoria, sí. De forma que un investigador puede estar convencido de recordar que el casquillo se encontraba a la derecha del cadáver pero la fotografía muestra si realmente era así o no.

Los usos de la fotografía forense son variados. El de registrar el escenario del crimen es sólo el más llamativo. Pero también el fotógrafo forense debe registrar todas las heridas producidas en una víctima o un detenido durante una agresión o una reyerta, los detalles de un accidente de tráfico o el estado de un inmueble tras un incendio, documenta la investigación y fotografía también detalles de los indicios encontrados en el escenario para su cotejo forense o su exposición ante un tribunal.

La labor del forense en el escenario de un crimen debe ser extremadamente cuidadosa, procurando no alterar nada y tomando todas las medidas posibles para no olvidar reflejar nada importante. Además, junto a la planimetría forense, las fotografías deben dar una idea cabal, si no perfecta, de la ubicación del escenario, sus accesos, las vías de escape que pudo tener el delincuente y la ubicación y estado de los objetos encontrados en esa escena del crimen. Un fotógrafo forense que olvide realizar una toma de una prueba puede complicar y comprometer seriamente una investigación, porque podría invalidar la prueba ante el argumento jurídico de que no hay evidencia de que tal objeto se encontrara en el escenario. Los métodos para obtener una buena “radiografía” del lugar de los hechos hoy han evolucionado y podrían, incluso, realizarse reproducciones perfectas del escenario gracias a la informática forense y a la evolución de la fotografía de 360º.

El trabajo del fotógrafo forense no finaliza donde lo hemos dejado nosotros, con las fotografías del escenario y la investigación cargadas en su cámara. A partir de ahí, el fotógrafo forense deberá realizar un visionado de todas las fotografías obtenidas, realizar una selección de las que no están defectuosas (falta de nitidez o claridad, fotos trepidadas…) y proceder al revelado fotográfico de tales fotografías. Ese revelado digital debe hacerse de modo que no intervenga ningún tipo de factor “artístico” en él. Así, está aceptado dar más o menos luz a la imagen de manera total o parcial, 

incrementar su nitidez o su contraste y corregir, en la medida que lo permita el “negativo digital”, veladuras (luces excesivas que han hecho perder detalle) o empastados (sombras excesivas que no dejan apreciar el detalle en esa zona). Todos estos procesos deben documentarse debidamente para incorporar tales indicaciones al informe. No se permite, en cambio, añadir objetos o eliminarlos de la fotografía, utilizar filtros de color o que afecten a la nitidez u otros procesos aditivos o destructivos del material original. En definitiva, la fotografía debe reflejar lo más fielmente posible el escenario real.

En cuanto a las nuevas tecnologías que van incorporándose al universo de la fotografía, el entusiasmo por las mismas no debe superponerse al objetivo que se persigue y que anima la investigación científica: reflejar fielmente la realidad del escenario en el momento en que lo encuentra el investigador, como hemos repetido ya en varias ocasiones. Al contrario, como en toda la ciencia forense, el objetivo prima sobre la tecnología y condiciona la pertinencia del uso de esos avances o la manera en que se aplican, al mismo tiempo que no sólo no los rechaza, sino que les da la bienvenida siempre que puedan colaborar en mejorar la efectividad de la investigación. Esto último, la mejora de la efectividad, debe valorarse concienzudamente puesto que los nuevos sistemas y las tecnologías punteras suelen ser costosas y, en ocasiones, el desembolso merecerá la pena, pero en otras -al menos en los primeros pasos de esos avances tecnológicos-, tal vez el resultado no sea lo suficientemente superior, para el fin del que tratamos, como para que un departamento forense realice tal inversión.

El trabajo del fotógrafo forense apenas tiene repercusión en los medios de comunicación, los artículos de divulgación o los manuales de técnicas criminalísticas y forenses. Sin embargo, es de vital importancia para el primer paso en la resolución de un crimen: la fijación del escenario. Sin ese primer paso, todo el puzzle construido por los investigadores para llegar a la detención del culpable sería como un castillo de naipes al que se le arrebata una carta de la base.

 

Bibliografía consultada

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