El delito en los tiempos del Coronavirus


Por Antonio García Sancho (07/04/2020)



Las medidas excepcionales adoptadas por el Gobierno Central y recogidas en el Real Decreto-ley 8/2020, de 17 de marzo, de medidas urgentes extraordinarias para hacer frente al impacto económico y social del COVID-19 van a suponer un importante impacto económico, sin duda pero, de manera más inmediata, y dejando de lado la complejidad de la crisis que se vive en el ámbito estrictamente sanitario, están suponiendo también un fundamental cambio en los hábitos sociales. El confinamiento modifica el paisaje de las calles y las plazas y altera sustancialmente la manera en que nos relacionamos. Nos vemos forzados a convivir más horas con nuestros familiares, a quedarnos en casa todas las horas y a consumir lo imprescindible. Todo ello, nadie pensaría lo contrario, afecta también a la dinámica y los patrones habituales de la delincuencia.



Será interesante observar, una vez concluya el estado de alarma decretado por el Gobierno, cómo se ha comportado la criminodinámica en los tiempos del confinamiento. Mientras tanto, las primeras observaciones y datos y el sentido común, nos permiten especular sobre algunas de sus consecuencias.




Para empezar, la criminalidad en las calles (carteristas, robo con fuerza…) debería disminuir drásticamente. Así, de hecho, parece confirmarlo un comunicado de la Agencia EFE, del 20 de marzo, en el que se recoge la caída del 50% de los delitos penales y el 60% de las detenciones tan sólo tres días después de la entrada en vigor del Real Decreto, según datos proporcionados por la Guardia Civil a esta agencia de noticias (AGENCIA EFE, 20 de marzo). La cifra ha ido en aumento conforme ha avanzado el confinamiento, al menos en algunos lugares, como Bilbao, donde han caído hasta el 90% (G. ALONSO, 2020). El Estado de Alerta implica una mayor presencia policial en las calles. Tanto policía nacional, como Guardia Civil y policía local de los diferentes municipios, contribuyen a la vigilancia permanente, 24 horas (NEWMAN, 1973, 1996), de las calles y plazas de todos los rincones de España. Si acudimos a las teorías del Modelo Criminológico del Control, esto supone más “ojos en la calle” (JASPERS, 1961), más posibilidad de controlar los movimientos de los delincuentes. Pero no sólo es eso: la movilidad ciudadana, en general, se ha reducido al mínimo. Esto significa que las calles están prácticamente desiertas por lo que hay apenas víctimas potenciales para los delincuentes comunes. Más aún: los ciudadanos que salen deben circunscribir su paseo a las tiendas y farmacias más cercanas, lo que no sólo multiplica exponencialmente la eficiencia de la labor de vigilancia policial, sino que reduce considerablemente las posibilidades de que, en su rutina habitual, los delincuentes se crucen con sus víctimas más propicias (FELSON y CLARKE, 1998).

De la misma manera, podemos considerar inexistente todos los delitos asociados a determinados hot spots (ECK, CHAINEY, CAMERON, LEITNER y WILSON, 2005), esto es, lugares generadores o atractores del delito, como pueden ser los encuentros de fútbol con hinchadas agresivas, los bares de horario nocturno, pubs o discotecas, que han cerrado sus puertas y que suelen generar la mayoría de los delitos relacionados con agresiones o trifulcas (BRANTHINGHAM y BRANTHINGHAM, 1981, 1993, 1995). Este cierre de este tipo de negocios tiene dos corolarios, uno de ellos positivo y el otro no. El positivo es que la posibilidad de cometer delitos contra la salud (como tráfico de droga, intoxicaciones…) y delitos de tráfico  relacionados con la ingesta de sustancias psicotrópicas o alcohol por encima de lo permitido caen en picado. Los primeros, porque las intoxicaciones asociadas al consumo de alimentos en mal estado en restaurantes no puede darse y porque, además, los principales focos de comercio de estupefacientes son, precisamente, algunos de estos tipos de negocios o bien sus inmediaciones. También es frecuente que se intente introducir a los jóvenes en el consumo de drogas en las inmediaciones de los centros escolares (ÁLVAREZ AMARO, 2005). Esta práctica, tengo la impresión (a falta de estudios científicos actualizados)de que se produce cada vez menos, por lo que cabe suponer que la presencia de policía local regulando la entrada y salida de los centros escolares hace tiempo que está dando sus frutos. Aun así, la cifra residual de delitos de tráfico de sustancias que pudiera quedar todavía, también habría desaparecido con el cierre de los centros educativos. No esperamos que los delitos concomitantes al consumo (los mencionados delitos viales o las agresiones provocadas por el consumo) desaparezcan por completo, ya que el consumo puede realizarse en los hogares, pero al evitar el concurso de circunstancias (consumo + conducción; consumo + ocio…), es seguro que disminuirán drásticamente.

La segunda derivada actúa, sin embargo, en sentido contrario. El hecho de que desaparezcan de manera brusca estas oportunidades de adquirir sustancias ilegales, sumado a las complicaciones psico-emocionales que puedan surgir del confinamiento (desde el aburrimiento a la sensación de ansiedad por no poder salir a la calle o conseguir droga), incita al consumo privado, pudiendo producirse varias circunstancias indeseables. Entre ellas, podríamos enumerar la mayor agresividad del sujeto adicto, que podría volcarla sobre los familiares con los que comparte el encierro o impulsar a la vulneración del mismo, poniendo en riesgo su salud y la de todos; el aumento de la violencia de género, amén de por otras razones igual de comunes, ante la frustración por no poder lograr la sustancia de la que se depende o bien por la sustitución de un tipo de droga por el consumo de otra legal, como el alcohol o los fármacos, de los que sí se tiene suministro al abasto; e incluso la intoxicación, precisamente por el uso indiscriminado de fármacos. No se crea, pese a lo dicho, que somos tan ingenuos como para pensar que no habrá picaresca para conseguir la droga de otras maneras: la habrá. De hecho, justo unos días antes de publicar estas líneas, la prensa ha difundido la detención de un falso repartidor de comida a domicilio que ocultaba droga en su mochila isotérmica. La detención fue casual, porque el chico habló por el teléfono móvil mientras conducía la motocicleta y los agentes le dieron el alto. Las mismas circunstancias se han repetido en otras ocasiones (EUROPA PRESS, 4 de abril) Igual de reciente tenemos el caso de una detención por organizar una fiesta en las zonas comunes de un bloque de viviendas habitadas por okupas en la que se repartía marihuana cultivada por uno de los participantes. O la detención, el jueves 26 de marzo, de los dos tripulantes búlgaros de un velero que navegaba con destino a Ibiza y que llamó la atención de la policía por su trayectoria errática, según publica El Periódico de Catalunya, y que transportaba una importante carga de hachís. Un caso similar se dio en la Ría de Arousa, donde la policía incautó 2,5 toneladas de cocaína (ABC, 28 de marzo).
Téngase en cuenta que las redes de narcotraficantes siguen operando, especialmente si proceden de países que aún no han decretado medidas de confinamiento o alarmas sanitarias restrictivas, como Marruecos. De hecho, los cargamentos siguen llegando con regularidad al Campo de Gibraltar procedente, precisamente, de ese país. Desde el inicio del confinamiento hasta el pasado día 1 de abril, la Guardia Civil ha realizado 28 actuaciones que han culminado con la detención de 58 personas y la aprehensión de 5,6 toneladas de hachís en ese territorio (LA RAZÓN, 1 de abril). Seguro que son sólo algunos ejemplos y que habrá más casos que no conozcamos, pero la intensa vigilancia policial y la limitación de movimientos, en suma, va a complicar mucho las cosas a los traficantes y a los camellos. De hecho, podría darse –y ya tenemos algún ejemplo-, el fenómeno contrario: una mayor eficacia en el combate contra las mafias por parte de la policía. Al encontrarse el mercado menos saturado de redes comerciales por el cierre de las fronteras y, de nuevo, el control de los movimientos de los ciudadanos, las comunicaciones que siguen operando pueden detectarse más fácilmente y descubrir corredores de droga que antes no se conocían. Así sucedía, otra vez, en el Estrecho, pocos días antes de la cuarentena, donde se detectó un cargamento de narcolanchas, el primero en la zona. Desde hacía tiempo, los agentes se temían que, si la velocidad de las lanchas rápidas empleadas por los traficantes de hachís les permitían atravesar el Estrecho y subir por el Guadalquivir en menos de una hora, los delincuentes decidieran dar el salto a un comercio aún más lucrativo como el de la cocaína. Este comercio, en efecto, se había iniciado ya, pero era invisible para la policía hasta inicios de marzo. Sospechamos que estos nuevos comercios podrían ahora detectarse mejor, aunque también es posible que, como consecuencia, se produzca un desplazamiento y se abran nuevas vías alternativas para evitar la vigilancia en las zonas habituales. Hemos de pensar que muchos de los que viven del tráfico de droga pertenecen a familias humildes sin más recursos que ese y van a verse confinados y sin ingresos en estos días, por lo que seguramente no podrán renunciar a delinquir.

Se le complica, también, al delincuente, la posibilidad de realizar delitos contra la propiedad en comercios. Estos delitos, si se realizan en comercios cerrados, suelen requerir la cooperación de un cómplice. Al estipular el Real Decreto, que se debe salir en solitario o con la compañía únicamente de una mascota, esto se hace prácticamente imposible. Se objetará que sería viable, para un solo delincuente, asaltar a mano armada una farmacia, pongamos, o una tienda de ultramarinos de barrio, y es cierto. Sin embargo, se ha de tener en cuenta que los delincuentes que cometen este tipo de delito suelen actuar normalmente a una considerable distancia de su residencia o punto de anclaje y no suelen hacerlo en su misma barriada, donde ahora están “condenados” a permanecer, por temor a ser reconocidos. Lógicamente, esto no debe entenderse de manera absoluta ya que puede haber variaciones según la edad, por ejemplo. Los delincuentes jóvenes "viajan" a menor distancia que los más adultos según diversos estudios (ONION, 2002; SNOOK, CULLEN, MOKROS y HARBORT, 2005; BERNACO y NIEUWBEERTA, 2005). Puede decirse lo mismo de los asaltos a domicilios. Este tipo de delitos se suelen cometer en grupo (WOLLINGER, QUERBACH, RÖHRIG, KÖNIG e ISENHART, 2018) y seleccionando el objetivo, lo que implica mantener una vigilancia continua al vecindario, también para escoger el momento oportuno en el que los propietarios no están en casa. Ahora que nadie sale de su vivienda y que cualquier vigilancia supondría desplazamientos susceptibles de ser detectados por la policía (tanto más si son en grupo) o por los vecinos, de nuevo el delincuente tropieza con muchas dificultades para cometer el robo.

Quizás, con la ciudad tomada por la policía, el delito se siga dando, si no es que se incremente, en las zonas rurales e industriales y en diseminados y zonas de segundas residencias. Aquí, el abandono de los hogares o de las naves de muchos negocios en zona industrial, es casi seguro (está prohibido desplazarse a la sierra, pongamos por caso, a pasar el fin de semana) y la vigilancia de caminos y terrenos es notablemente menor, al encontrarse la policía focalizada en hacer cumplir el decreto. No obstante, muchas de las dificultades mencionadas anteriormente seguirán rigiendo para estos casos: los delincuentes no pueden desplazarse de la ciudad a esas otras zonas con libertad de movimientos absoluta como sí ocurría en tiempos anteriores al confinamiento, por lo que estos delitos resultarían en un foco localizado, con delincuentes residentes, sin duda, en la misma área o áreas cercanas que deberían valorar primero el alto riesgo de sus acciones; riesgo que, a su vez, podría hacer disuadir de sus intenciones (WILLSON y HERRNSTEIN, 1985).

Como ya hemos apuntado, es imaginable que la violencia de género pueda aumentar (1). Es sabido que los periodos de fin de semana y los vacacionales suelen ser los de mayor concentración de este tipo de delitos (TRÍAS et. al., 2013, LUCENA et. al., 2008). Se reúnen, en estos periodos, varios factores que aumentan la vulnerabilidad de la víctima, tales como compartir un mayor tiempo con su agresor, incrementando así las oportunidades para la acción violenta, una proliferación mayor de conductas del agresor que pueden suponer un disparador de la violencia (aumento del consumo de alcohol o estupefacientes, por ejemplo, al disfrutar de más rato de ocio) u otras similares. El confinamiento hace permanente ese estado de convivencia forzosa y continuada en la que, además, según hemos escuchado en los medios estos días a diversos psicólogos, cosas a las que antes apenas dábamos importancia, emociones pasajeras y sin recorrido, ahora se magnifican, de forma que la casa puede ser un polvorín.

De la misma manera, ya estamos viendo que las medidas del Real Decreto están repercutiendo de forma muy significativa en las prisiones. En nuestro país está prohibido el vis a vis, que es la forma más sencilla en la que los presos conseguían la droga que consumían y que vendían, lo que podía suponerles, en algunos casos, un salvoconducto para la supervivencia. La carencia de esta sustancia provoca tensiones y agresividad. Por otra parte, como también ha ocurrido ya en uno de los módulos más conflictivos de la prisión de Villena, pueden sucederse las reyertas entre reclusos a causa de las consecuencias del coronavirus. En el caso referido, como aparece en el diario Información de Alicante del 28 de marzo, varios internos apalearon a otros dos debido a las deudas de las drogas. La situación se explica gracias al Coronavirus: los reclusos suelen mercadear con las drogas que consiguen colar intramuros de la prisión gracias a los vis a vis. Luego, la familia del que ha “comprado” la droga, realiza el pago a la familia del que la ha suministrado. Sin embargo, muchos de esos familiares trabajan en mercadillos (cuya celebración prohíbe el decreto), o bien se les paga en “negro” por distintos trabajos, cuando no viven directamente de la delincuencia y del dinero de la droga. Pero todas esas actividades son difíciles, cuando no imposibles de desempeñar con el Real Decreto en vigor. Así pues, las familias de los deudores no pueden pagar a las familias de los acreedores, provocando que la cuestión la “resuelvan”, finalmente, los internos.



Y lo que es seguro a todas luces es el incremento del delito informático. Hay que estar preparados, en estas semanas, para no dejarse sorprender por los cibertimadores. De hecho, ésta está siendo una de las principales preocupaciones de las fuerzas policiales ahora mismo. En apenas diez días de confinamiento, entre el 17 y el 27 de marzo, la policía detectaba casi 12.000 dominios y páginas web que tendrían por objetivo cometer fraude aprovechando la situación generada por la alarma sanitaria. Muchas de ellas, o bien utilizan argucias para hacerse con los datos de tarjetas bancarias, cuentas y contraseñas de los usuarios a través de la instalación de virus informáticos, o bien venden medicamentos falsos, “productos milagro” y falsas vacunas contra el COVID-19 u otros productos relacionados, como tests, trajes EPI, etc. (SÁNCHEZ, 2020). Otras aún carecen de contenidos, pero el hecho de que esos dominios se hayan registrado prácticamente al unísono y con los mismos proveedores, hace sospechar a la policía que su adquisición puede ser “un paso previo a su uso para actividades ilícitas”, como explicaba en rueda de prensa el comisario principal de la Policía Nacional José Ángel González (GARCÍA, 27 de abril).

Por otra parte, la Agencia EFE en la Comunidad Valenciana se hacía eco, también, el 26 de marzo, de un comunicado de la Guardia Civil de ese mismo día en el que señalaba que el Instituto Armado estaba investigando delitos cometidos a través de empresas fantasma que ofrecen estos test a personas vulnerables. El comunicado recomienda prudencia y llamar ante cualquier duda al teléfono 062.

Otro timo que se está difundiendo en relación con el Coronavirus es el de la oferta gratis de las plataformas de TV. El Facebook de la policía local de Finestrat advertía, el día 29 de marzo, de que se estaba llevando a cabo un delito de estas características. Corría por redes sociales una dirección en la que, de acceder, en lugar de lograr un bono para tener acceso a una de estas plataformas de pago gratuitamente, quien accedía abría, sin saberlo, su ordenador a los timadores, que podían obtener los datos personales y financieros que tuvieran almacenados.

Es, precisamente, la de la localidad alicantina de Finestrat, una de las policías locales más activas en advertir de los ciberdelitos en esta época de confinamiento es la policía local de Finestrat. En su página de Facebook hemos podido recoger multitud de advertencias sobre alguno de los timos más comunes que suelen alimentar los correos electrónicos y que ahora han sido adaptados a los tiempos del COVID-19. Entre ellos, un falso vale de la empresa Mercadona de 500 euros si se rellena una encuesta (que en realidad nos hace víctimas de suscripciones a grupos de SMS, spam o, lo que es más peligroso, de phishing), o un correo que se acompaña con una imagen del desinfectante Sanytol, y que promete toallitas de muestra gratis de esta marca si el usuario se registra con su e-mail y que en realidad persigue fines comerciales. De la misma manera, advierten de que se repiten, también, otros “timos clásicos”, como el del falso revisor, en el que, llamando a la puerta de la casa, el estafador se presenta como un falso revisor o instalador del gas u otro servicio y aprovecha la circunstancia para robar o para crear la ilusión de que se repara alguna avería detectada por el contador o por cualquier otro modo y cobrar un servicio que, en realidad, no se ha prestado, no vale, ni mucho menos, lo que se cobra, o tendría que ser hecha por un profesional autorizado.

Mucho más graves aún resultan los ataques informáticos. Justo al inicio del confinamiento, la policía detectó un intento de introducir un virus de tipo ransomware (secuestrador de datos), llamado “Netwalker”. Camuflado como archivos adjuntos de información sobre el COVID-19 en correos electrónicos, pretendía infiltrarse en los ordenadores de los hospitales o centros sanitarios para hacerse con los datos sanitarios de los pacientes o bloquear el sistema informático (ORTEGA, 23 de marzo de 2020). Estos virus suelen utilizarse por parte de hackers que, después, piden un rescate para liberar los datos.

Preocupante pueden ser, también, las consecuencias económicas complicadas de muchas familias en este periodo de tiempo. Como ya hemos señalado al hablar del tráfico de droga, muchas familias que se implican en el mundo de la delincuencia lo hacen por necesidad. Como apuntan las teorías de la Desorganización (CID Y LARRAURI, 2001) y del Aprendizaje Social (BURGUESS y AKERS, 1966; AKERS, 1973), la falta de oportunidades económicas, residir en un barrio o una zona conflictiva y deprimida, la ausencia de apoyo de otros sectores de la sociedad cuando intentan encontrar trabajo en otros lugares, la carencia de oportunidades de estudio y unas relaciones sociales cuyo ámbito se reduce, exclusiva o mayoritariamente, al mundo delincuencial acaban por condicionar por completo al sujeto (CID Y LARRAURI, 2001; SHAW & McKAY, 1942; SAMPSON AND GROVES, 1989), que repite los patrones aprendidos en ese ambiente

Por ir acabando, cabe señalar, brevemente, que otro tipo de delitos pueden seguir activos durante este tiempo de confinamiento e incluso aprovecharse de las peculiares circunstancias a las que está sometido el mercado laboral para continuar o cobrar mayor fuerza. Así, por ejemplo, podría suceder con los delitos contra la propiedad industrial, sea en su vertiente de espionaje cibernético para apoderarse de patentes o proyectos, dado el mayor flujo de datos en la red o en lo referente a la falsificación de prendas o calzado por parte de la industria textil o manufacturera, cuya actividad laboral puede incluso encubrirse en zonas disimuladas de fábricas textiles legales que sigan operativas. Estamos pensando, por ejemplo, en la falsificación de camisetas y zapatillas deportivas en las que se estampan, por medio de la técnica de transfer, logotipos de marcas caras o  escudos de equipos de la liga de fútbol para vender esos productos como si fueran auténticos. Estas fábricas podrían ocultarse, como decimos, tras fábricas textiles en activo o bien realizar estas labores en casa si se dispone de maquinaria y un espacio acondicionado para ello.

Lógicamente, ya por último, las sanciones que más abundarán durante esta época se impondrán, sin duda, a personas que no respeten el Decreto de confinamiento y, como derivada, estamos asistiendo también a un incremento de agresiones a los agentes de la ley cuando intentan advertir a los infractores o hacer que cumplan con la orden de quedarse en casa.




Evidentemente, lo que precede no es un intento exhaustivo de revisar todas las posibilidades y medidas en las que puede transformarse, adaptarse, limitarse o incrementarse el delito en estas fechas de confinamiento, sino sólo una primera reflexión al hilo de lo que ya viene produciéndose en esta primera quincena de alerta sanitaria en España y vamos conociendo gracias a los medios de comunicación. Nuestro objetivo ha sido sólo llamar la atención de que esta situación social también tiene repercusiones sobre el mundo del delito y deberíamos estar atentos por si esas transformaciones implican algún cambio permanente para calcular las consecuencias que ello puede suponer.



En definitiva, nuestra revisión nos ha llevado, siquiera conjeturalmente, a apreciar rápidamente que la actividad delictiva se ve condicionada, sin querer con ello excluir otras particularidades que no son, ahora, pertinentes, por varios factores relacionados con la movilidad y, por tanto, con el entorno físico, geográfico, medioambiental, tal y como nos advierten distintas  teorías de la rama conocida como Criminología Ambiental (VOZMEDIANO y SAN JUAN, 2015).  Esto divide, para lo que nos ocupa, en dos grupos la actividad delictiva, la que se ve perjudicada por el actual “ecosistema” delictual y el que puede adaptarse a él, como una especie animal a su entorno. Así, todos los delitos (la mayoría), que implican traslado de personas y mercancías (como el tráfico de drogas, armas, personas…), desplazamientos al lugar del delito (atracos, asaltos a viviendas…), proliferación de objetivos en el curso de la actividad rutinaria del delincuente (violaciones seriales, agresiones, asaltos callejeros…), los que requieren de poca vigilancia (despacho droga al menudeo o muchos de los mencionados antes) o, por el contrario, requieran de multitudes para camuflar movimientos delictivos (hurto, robos al descuido…) así como los que suelen tener lugar en hot spots muy concretos y criminógenos (trifulcas en bares, peleas de bandas o de hinchas de equipos deportivos…), se ven considerablemente reducidos hasta casi la extinción, si no desaparecen totalmente en algún caso de los citados. Otros, que son delitos que podríamos llamar de “ecosistema privado” y que pueden cometerse, por lo mismo sin necesidad de desplazamientos y a salvo de toda vigilancia, tanto formal como informal (delitos de violencia intrafamiliar y de género, ciberdelito…), podrían seguir cometiéndose con igual o mayor frecuencia y similar impunidad. Veremos, ya una vez acabado el confinamiento, si las consecuencias económicas del parón de actividad y la reintegración del “nicho ecológico” habitual del delito, nos devuelve al estado anterior de las cosas o las formas, frecuencias o escenarios del delito sufren cambios más definitivos. De momento, sólo podemos observar, mientras permanecemos en casa.

Nota (Actualizada el 20 de abril de 2020):
(1) Este punto ha sido tenido en cuenta por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado,q ue han triplicado sus esfuerzos para proteger a las víctimas. En el primer mes de la alarma, según comunicaba el Ministerio del Interior el 18 de abril, en una nota de prensa, la Policía Nacional y la Guardia Civil llevaban a cabo 83.341 actuaciones de protección y vigilancia sobre víctimas de violencia de género, lo que supone un aumento de un 25,27% con respecto al mismo periodo del año 2019, en el que se registraron 66.527. Las comprobaciones vía telemática han crecido un 35,83%, mientras que las actuaciones presenciales aumentaron un 17,27% durante el mes de confinamiento con respecto al periodo del 14 de marzo al 14 de abri del pasado año, según la misma fuente.


REFERENCIAS

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